En casa del Sumo Sacerdote a Cristo le han cubierto el rostro con un velo para que no vea.
“Y… le preguntaban: Adivina, ¿quién es el que te ha pegado?” (Lc 22,64).
Este velo (ver la nota de la “Biblia de Jerusalén” a Mc 14,65) ha recibido la sangre que sale a borbotones de la nariz, y de la cabeza de Cristo golpeadas hasta afearle su bellísimo rostro.
“Con sus cardenales hemos sido curados” (Is 53,5).
Supongamos que este velo sea el que cubrió el rostro de Cristo en casa del Sumo Sacerdote, en vez de cubrir su rostro en el momento del embalsamiento y sepultura, como afirma un autor:
“Un rostro que vomita sangre, por la boca y la nariz con el cartílago y el pómulo aplastados” (Lorenzo Bianchi, “El Sudario de Oviedo”, Google).
“Uno de los guardias, que allí estaba, dio una bofetada a Jesús diciendo: ¿Así contestas al sumo sacerdote? Jesús le respondió: Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?” (Jn, 18,22-23).
Según el evangelista san Juan, en casa del sumo sacerdote Caifás lo quen hicieron con kesús no fue darle una simple bofetada, sino un “rapisma”. (Carlos Goi Zubieta, “En busca del rostro de Jesús”, Ed. Palabra, pp. 61 ss.).
Entre la Palabra profetizada por Cristo en las Bienaventuranzas y su misma Palabra hecha carne en la Pasión, existe una correspondencia importante:
“Al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra… Al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto” (Mt 5,39-40).
“Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos” (Mt 5,4.11-12a).
El pañolón de Oviedo es un tejido de unos 83 centímetros de longitud que ha cubierto el rostro del Crucificado, un rostro que vomita sangre, por la boca y la nariz con el cartílago y el pómulo aplastados.
La superposición de ambos paños demuestra que las manchas de sangre del Lienzo de Oviedo se corresponden exactamente al milímetro con las de la Sábana de Turín. Eso significaba que ambos paños habían estado en contacto con el mismo rostro.
El autor de este estudio nada dice del preciso momento en que se han impreso estas huellas sangrientas, supone que ha sido en el momento del embalsamiento del cuerpo crucificado.
El Lienzo de Oviedo envolvió el rostro de un hombre crucificado marcando claramente todas las heridas, incluidas las producidas por la corona de espinas.
Sin embargo en este lienzo, sólo se contemplan los borbotones de sangre que brotan de la nariz rota y aplastada.
Al llegar al lugar del enterramiento el cuerpo fue preparado, se retiró el Lienzo que cubría su cabeza
¿No será éste el llamado Sudario de Manopello?
y se le envolvió en la Sábana tal y como prescribía la ley. Por ello las heridas de su rostro quedaron impresas en dos paños distintos que reflejan exactamente las mismas marcas de sangre. En el Lienzo de Oviedo no hay señal alguna de la imagen que aparece en la Sábana de Turín, tan sólo aparecen las manchas de sangre del grupo AB.
Si seguimos la pista al Velo del “rapisma”, se entiende que no tenga más marcas que las de la nariz rota.
La huella de la nariz, medida tanto en la Sábana Santa como en el Sudario, resulta que tiene la misma longitud de ocho centímetros. Investigaciones realizadas en 1985 (Estudios de Monseñor Giulio Ricci) y luego de nuevo en 1993 han demostrado que la sangre del Sudario de Oviedo pertenece al grupo AB.
El Sudario de Oviedo y la Sábana Santa estuvieron en contacto con la misma persona… Por estar empapado de sangre, tuvo que dejarse (según las prescripciones fúnebres judías) en el sepulcro.
El hombre al que pertenece la sangre presente en el Sudario de Oviedo murió por las mismas causas que el hombre de la Sábana Santa. (Daniella Musico, y Ángel del Campo, “Santo Sudario de Oviedo”, Google.]
Vayamos nuevamente al texto evangélico, que dice:
“Llega también Simón Pedro… entra en el sepulcro y ve los lienzos [sábana y vendas (Jn 11,44; 19,40), ¿también el velo?] en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte” (Jn 20,6-7).
“Sé que buscáis a Jesús el Crucificado, no está aquí ¡HA RESUCITADO! Ved el lugar donde estaba” (Mt 28,5b-6).
En Manopello, ciudad del Abbruzzo (Italia), se expone un paño que recubrió el rostro del Crucificado-Resucitado, el sudario. Es un paño distinto de la Sábana Santa que refleja la misma imagen del Crucificado, pero en estado vivo y resucitado. Pedro y Juan vieron las vendas y el sudario en el sepulcro.
Las imágenes de los dos lienzos santos (el de Turín y el de Manopello, y también Oviedo) se pueden superponer perfectamente. Según los estudios fotográficos de G. Enrie llevados a cabo en 1931, hay 10 puntos de coincidencia en la parte anterior del velo. Es lo que constata la religiosa Blandina Paschalis Schlömer, que trabajó en equipo con Andreas Resch, redentorista, el cual ha elaborado las imágenes por ordenador. (www.historialago.com Gaeta, Saverio, Google).
Han quedado imágenes de la Pasión impresas en la Sábana Santa, imágenes que van desapareciendo en el proceso de glorificación del rostro de Manopello hasta quedar limpio, sereno, trasfigurado, vivo:
Según la tradición iconográfica y de los estudios de sindonología, ahí estaba el llamado “Mandylion” de Edesa.
El sudario de Manoppello y la Sábana Santa, son las dos únicas imágenes del rostro de Cristo, llamadas “aqueropitas”, es decir, no realizadas por la mano del hombre.
“La aparición de origen milagroso de dos trozos de tela con el rostro de Cristo, ha llevado a un canon o modelo iconográfico, que, desde el s. VI, se conserva en el Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí: el icono del Pantocrátor relacionado con el Mandylion de Edesa (conocida hoy como la Sábana Santa de Turín), y la de Camulia en Capadocia, posiblemente el velo de Manopello, que han inspirado largamente el arte flamenco del cuatrocientos. Ya en el s. IV se conocía el mismo ‘modelo clásico’ presente en los frescos que representan a Cristo, en la catacumba de los santos Pedro y Marcelino. Desde 1200, la reliquia comenzó a ser expuesta y venerada en San Pedro” (P. Pfeiffer, revista “Famiglia Cristiana” n.º 13 del 27-5-2005).
El P. Pfeiffer, jesuiota, profesor de Historia del Arte en la Universidad Gregoriana de Roma, ha estudiado la compatibilidad entre el Rostro Santo de Manopello y las representaciones de Cristo en el arte del primer milenio, dijo en aquella ocasión:
“Yo estoy convencido de que muchos de sus predecesores han visto ya la misma imagen, cuando este mismo Rostro Santo todavía era llamado la ‘Verónica’ (Vera-Icona), conectándolo con la tradición legendaria y la devoción popular de una mujer piadosa del mismo nombre que enjuagó el rostro de Cristo durante su camino al Calvario. Es enorme y benéficamente significativo que el actual Papa haya visto y contemplado largo tiempo con sus propios ojos esta imagen de Cristo, que fue venerada durante los siglos como la reliquia más importante de la cristiandad (…) El Papa estaba visiblemente emocionado y permaneció en profundo silencio ante la imagen de Cristo, como en un encuentro directo con Jesús, hecho posible por el Santo Rostro”.
En 2006 El Papa Benedicto XVI dijo en la Iglesia de san Miguel Arcángel y del Santo Rostro de Manopello, al celebrarse el 500 aniversario de la llegada del Sagrado Velo con la imagen de Cristo:
“Todos buscamos el rostro del Señor y éste es el sentido de mi visita a Manoppello. Juntos buscamos conocer el rostro del Señor y en él encontramos el camino de nuestra vida”. (Carmine Cucinelli, “La visita de Benedicto XVI al Santo Rostro de Manoppello”, 1 de septiembre de 2006).
El 22 de septiembre de 2006, pocos días después de su peregrinación al Santo Rostro, Benedicto XVI elevó el santuario a Basílica menor.
San Padre Pío, dijo en 1963:
“La reliquia del velo santo de Manoppello es el milagro más grande que tiene la cristiandad; cuidémoslo”. (Francesco Barbesino, “Il Volto Santo di Manoppello”, Cristianità n.º 311, 2002).
Resumiendo:
Existe otro objeto que muestra notables correspondencias geométricas tanto con la Sábana Santa de Turín como con el Sudario de Oviedo: el Santo Rostro de Manoppello (Lorenzo Bianchi, “El Sudario de Oviedo”, Google).
¿Estaríamos en presencia de tres testimonios, que identifican a la misma persona en tres momentos diferentes de su Pasión? Jesús de Nazaret, verdadero Dios hecho hombre de dolores, ¿nos ha dejado tres o cuatro testimonios, en soporte textil, de su Pasión y Resurrección?:
1. El Velo con el que se le ha cubierto a Cristo el rostro ¿en casa de Caifás?: Oviedo.
2. Un Paño que cubrió el rostro del crucificado, cuya imagen está en proceso de curación y de impresión en el preciso momento de la resurrección: Manopello.
3. La Sábana Santa que conserva todos y cada uno de los golpes recibidos durante su larga Pasión y profunda agonía: Turín.
4. La Vera-ikona, de la que habla el jesuita P. Pfeiffer, que aun sin tener ninguna base escriturística, presenta una antigua tradición. Ésta casi se identifica con el Rostro de Manopello en ámbito artístico. ¿Se puede decir entonces que los lienzos 2 y 4 serían coincidentes?
Cuando la Escritura habla de los lienzos y del sudario, sin especificar si dichos lienzos son vendas, sábana o el velo del que estamos hablando, con estos términos en plural deja abierta la cuestión a las consideraciones que hemos hecho en este artículo.