Cuando Alejandro e Inma descubrieron la presencia amorosa de Dios, su vida adquirió un nuevo sentido. Como sabían que el encuentro y acogida de este Amor es la única garantía para la felicidad, así se lo han querido transmitir a sus siete hijos. Apoyados en la sabiduría de la Iglesia y en una vivencia plena de familia como principal escuela de fe viva, han sorteado —con perseverancia y no poca dificultad— los obstáculos presentes en la sociedad para hacer llegar el mensaje evangélico. Al igual que tantos otros, estos padres han luchado a brazo partido por salvaguardar el legado de la fe, aun a riesgo de enfrentarse con sus propios hijos. Hoy, tanto unos como otros reconocen que la constancia y el testimonio son vitales, pero el mérito es de Dios. De nuevo el Señor se excede en misericordia y generosidad: todos forman parte activa de su Iglesia y en especial Ester, Raquel, Berta, Inma y Elena, cinco de sus seis hijas, que se han ido marchando a un monasterio para hacerse monjas de clausura.
¿Qué es la fe?
Alejandro: Para mí en este momento la fe es un camino. Desde que comenzamos a vivirla en la Iglesia, con una fe aprendida y algo infantil, hasta ahora, es un proceso que Dios te va marcando. Es un fiarte de Él en cada momento. Cuando nuestro hijo a los 10 años enfermó de cáncer, Dios nos dio la fe para no desesperarnos. También frente a la posibilidad de que una quinta hija ingrese en el monasterio de clausura, Dios nos regala al matrimonio la fe para aceptarlo con alegría y saber que ésa es su voluntad. Desde luego no es algo constante ni que se posea para siempre, sino pura gracia de Dios.
Inma: Es un misterio, como todo don de Dios. La fe es para el hoy, para vivir el presente, pues se va formando con pequeñas experiencias que te certifican que te puedes fiar de Él todos los días, tanto en las pequeñas cosas como en las grandes, porque nunca defrauda. El ver cómo Dios da la cara por ti, hace que te fíes más, pues te avala la experiencia anterior. Es verdad que con la fe se puede caminar por encima de las aguas, yo lo he visto palpable con la enfermedad de nuestro hijo. Pero es que ahora igual. Humanamente que en cinco meses se te vayan cinco hijas para hacerse monjas de clausura es algo que se te escapa, pero la fe te hace vivirlo con mucha alegría.
¿Qué lugar ocupa en vuestra vida?
Inma: Dentro de nuestra debilidad y de nuestros pecados, la fe hoy día para nosotros es lo primero, el eje fundamental. Mañana no lo sé, pero ahora mismo no tendría sentido nada de nuestra vida sin la fe. Yo cada día descubro más mis limitaciones y, si Dios no fuera el sostén, ¡qué sería de nosotros! Y más desde que nuestras hijas están en el convento, porque se nos abre una ventana que la teníamos cerrada por completo. Para mí escuchar a mi hija de 19 años, que la conozco tanto, decirme que está enamorada de Jesucristo, de cómo Él la enamora, de los detalles que tiene como persona, como si me hablara de su novio, es una delicia.
Alejandro: Ahora mismo todo está centrado en nuestro encuentro con Jesucristo, en vivir la fe en todos los sentidos. Pero al escuchar a nuestras hijas hablar así, te hace plantear si de verdad yo tengo fe. Sí, yo creo en Dios, pero creer realmente en Él como en el Esposo, es otra cosa.
sembrar con la propia vida
Desde luego vuestro testimonio es un claro ejemplo de éxito rotundo en la transmisión de la fe, ¿qué debemos entender por ello?
Alejandro: No es fácil transmitir la fe. La Iglesia nos ha ayudado mucho en este sentido. Les hemos podido dar a conocer la Historia de la Salvación, a querer a la Iglesia; les hemos contado cómo ha sido nuestro propio encuentro con el Señor, pero tienen que tener ellos su propia experiencia de fe. Cuando los hijos comienzan a tener su propia fe, la fe de los padres les corrobora. Pero nuestra vida tiene que estar en sintonía con lo que les decimos: por ejemplo, si ha venido el sufrimiento y nos han visto rezar, pedir perdón y reconciliarnos si hemos discutido etc. Desde luego hemos de ponerlos en el marco adecuado para que se encuentren con Jesucristo, pero es un don que no depende de nosotros.
Inma: Ahora que mis hijas se han hecho mayores nos dan las gracias por haberles obligado a estar en la Iglesia, por haber rezado unidos. Pero el transmitir la fe es duro porque te enfrentas a los hijos. “Sois unos exagerados, no entiendo por qué no me dejáis esto o aquello”, te dicen continuamente. Pero la Iglesia nos ha enseñado a ser personas, a educar a los hijos, y así se lo hemos querido transmitir a ellos.
Partiendo, pues, de la base de que la fe es un don y de que somos libres para aceptarla o rechazarla, son muchos los hijos que abandonan los valores cristianos: ¿cómo podemos hacer frente a esta secularización?
Inma: Para mí es fundamental el perseverar y no claudicar en la transmisión de la fe. Que los jóvenes vean lo importante que es para los padres tener a Dios en sus vidas y, puesto que no cedemos en las cuestiones del colegio, tampoco se negocia en el tema de la fe. Estamos quitando a los chavales la capacidad de sufrir y tanto los padres, como los profesores hemos perdido nuestro puesto por un falso coleguismo. Pero la obediencia existe y es necesaria. Jesús fue el primero que, como dice la Escritura, “aprendió sufriendo a obedecer”.
-Alejandro: Nosotros lo hemos vivido en la radicalidad. Mis hijas son monjas pero no son unas ñoñas. Se han metido en el mundo con todos sus peligros; han sufrido, han estado a punto de perderse —unas más que otras—, pero sabían que no contaban con la aprobación de sus padres.
Como decía Pablo VI, el mundo necesita más testigos que maestros…
Inma: Sí, así es. Nuestras hijas nos dicen ahora que no hubieran podido dar este paso, si no hubieran visto cómo sus padres han confiado en Dios en acontecimientos concretos, como el tener más hijos cuando me jugaba la vida, el estar en el paro y salir adelante o el cáncer de su hermano con 10 años. Este hecho les ha marcado mucho a todas; no sólo porque se haya curado, sino porque Dios nos dio la gracia de no hundirnos.
Alejandro: Dicen que cuando se casan los hijos es cuando se dan cuenta de cuánto bien han hecho los padres por ellos. Pues eso mismo me está pasando a mí a nivel de fe ¡y yo creía que no lo iba a vivir!
“prendado está el rey de tu belleza”
¿Cómo ha ido concretándose en cada una la llamada a la vida consagrada?
Alejandro: La entrada de una no tiene nada que ver con la de la anterior. La toma de hábitos de la primera desencadenó en cada una de las demás por separado que se confirmara su vocación. Es decir, empiezan a poner nombre a un sentimiento que les desconcertaba, pero que ya poseían desde hacía tiempo. Les hace pensar que aquello que les pasaba y que les hacía sentirse tan raras es la vocación. Pero oyes a cada una de ellas y ha sido una experiencia diferente.
Inma: Además, cada vez que una entraba, las otras se obligaban en su interior a retirarse, a detener su vocación porque pensaban que no les podían hacer esto a los padres. Pero claro, el sentimiento cada vez era más fuerte. Esta última que ha entrado es la que más le ha costado porque sabía que podía ser motivo de persecución hacia los padres, al convento… Al contrario de lo que puede parecer, el que entrara una, era una dificultad añadida para la siguiente.
¿Qué pensáis de esta vocación?
Alejandro: Han ido entrando según era el tiempo favorable para cada una y nosotros hemos visto que es una llamada verdadera. Luego serán monjas o no, pues tienen siete años hasta los votos solemnes para descubrirlo, pero en este período han estado con Dios, buscando hacer su voluntad. Han apostado por Cristo y eso nunca es perder el tiempo.
Inma: Yo veo cumplido en ellas el poder amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas, por encima de todo: de los padres, de los amigos, los estudios, el trabajo etc. Toda vocación es radical porque Dios lo pide todo, ya que también lo da todo.
“por eso te aman las doncellas”
Esta fe transmitida y viva en ellas ahora, especialmente con su vocación, ¿cómo la estáis viviendo?
Inma: Cuando oyes a tu hija hablar de Jesucristo como el que la está enamorando, de cómo tiene detalles de amor con ella, de lo maravilloso que es que Jesús le pida ser con ella una sola carne, se te ponen los pelos de punta. No es que lo haya leído en los libros de los santos, es que me lo cuenta mi hija y la conozco bien. Con lo cual piensas: “Dios mío, realmente estás vivo, yo también quiero tener esa intimidad contigo”. Yo lo digo medio en broma, pero es la realidad, tenemos un yerno muy especial y si Jesucristo para enamorar a mis hijas tiene detalles de amor con ellas, también los está teniendo con nosotros.
Alejandro: Después de tantos años en la Iglesia, este acontecimiento nos permite frecuentar aún más los sacramentos: la misa diaria, la confesión etc. Pero no como una obligación o un cumplimiento, sino porque hemos visto que es verdad, que Cristo está vivo y resucitado.
Pero me imagino que éste no era el proyecto de vida de familia que os habríais planteado en un principio, pues se escapa a todo razonamiento humano.
Inma: No puedo expresar con palabras el profundo agradecimiento que tengo a Dios por la elección que ha hecho con mis hijas, pues esto no es mérito propio ni resultado de la transmisión de la fe. Podríamos entenderlo así por una, a lo sumo dos; pero con cinco hijas es una elección de Dios y se acabó. No tiene otra explicación; lo ha hecho porque lo ha querido así. Se las ha reservado para Él. La clausura es severa y como padres es duro estar aquí sólo con nuestra hija mayor y el pequeño, cuando hace poco éramos nueve personas en casa. El planteamiento de vida es muy diferente. Con seis hijas y un hijo piensas que en el futuro te llenarán de nietos. Creíamos que no íbamos a caber en casa, que habría que tirar los tabiques para poder comer juntos con los yernos y los nietos. Y ahora sabemos que ése no es el proyecto que Dios tiene para nosotros. Con la primera hija que se marchó al convento yo lloraba, pero el Señor está derramando su gracia y nos permite estar muy contentos, aunque se las eche de menos.
Alejandro: Es verdad que Dios hace lo que quiere y cuando quiere. Nosotros no lo hemos hecho mejor que otros padres para tener cinco hijas religiosas. Al revés, seguro que peor que muchos otros que sus hijos se están saliendo de la Iglesia. Los padres hemos de plantar y regar la semilla, pero la llamada y la vocación es de Dios. Yo nunca hubiera imaginado esto. Mi mujer siempre preocupada por el espacio y ahora nos sobra casa. Pensábamos hacer un salón enorme… ¡Vanidad de vanidades!
¿Cómo ha reaccionado la gente de vuestro alrededor cuando se han ido marchando al convento consecutivamente las hijas en un plazo de dos años?
Alejandro: Nos hemos encontrado con dos posiciones. Como a todo lo que no entendemos le ponemos etiquetas; por un lado, están los que se burlan y hacen chascarrillos, pero por otro también hemos visto una Iglesia muy universal que se sorprende y alegra con nosotros.
Inma: La gente toma posición y a veces en vez de la bendición sale la persecución. A mí me ha pasado con la entrada de mis hijas al convento igual que cuando me quedaba embarazada; me encontraba con la burla de los vecinos, la crítica de los familiares, etc. Comprendo que al ser tan extraño y salirse tanto de los esquemas, cueste entenderlo.
¡qué hermosa eres, virgen de Cristo!
También llama la atención que todas hayan escogido el carisma de las Hermanas Clarisas y que estén en el mismo convento.
Inma: Dicen que en la historia de la Iglesia son pocos los casos en los que haya habido cinco hermanas monjas de clausura en un mismo convento. Pero ése es el carisma concreto que han elegido ellas para vivir su vocación de entrega al amor a Cristo: el de la clausura y la evangelización; es decir, vivir como pequeñas comunidades el carisma de la virginidad. Cada vez que vas a verlas, sales reconfortado. Vuelves con el corazón alegre por haber visto el amor de Jesucristo en ellas. El ver cómo se quieren, cómo existe la comunión plena entre las 128 que hay allá, su alegría, etc., te confirma plenamente que Jesús está vivo.
Alejandro: Dios está haciendo una obra grande en la clausura y en concreto con este convento. Hay una gran lista de espera de chicas que han recibido la llamada por parte de Dios y desean hacer la experiencia, que significa comprobar la llamada dentro de ese carisma concreto.
¿Pensáis que es un regalo de Dios para vosotros? ¿Es esto el ciento por uno?
Alejandro: Si fuera el ciento por uno sería el pago por algo y éste es un misterio por pura gratuidad de Dios hacia nosotros. Es algo que nos sobrepasa por completo. Los padres hemos de plantar y regar, pero la llamada es de Dios.
Inma: Yo me pregunto continuamente quién soy yo para que Él haya cogido a cinco de mis hijas para que sean suyas. Simplemente hemos vivido la fe dentro de la Iglesia, hemos tenido deseos de obedecerla, de que nuestros hijos la conozcan y quieran. Les hemos querido transmitir el amor a Dios y ahora es una delicia escucharlas. Recibimos más de lo que nosotros les hayamos podido dar. Estamos muy contentos, pues en definitiva el Señor nos ha concedido lo que le hemos pedido según han ido naciendo: que conozcan su amor y crezcan y mueran en su Iglesia.