Fue significativa la Alocución del Papa Francisco en la Clausura de la Asamblea extraordinaria del Sínodo sobre la Familia, en la que presenta la experiencia de esos días y hace un sincero retrato de las actitudes de los participantes. Tela de fondo de este documento, que expresa la manera cómo vivió personalmente el Papa este acontecimiento eclesial, es su espléndida valoración del Matrimonio y la Familia, una mirada hecha desde la fe en Jesucristo Resucitado. Cristo, dice el Papa, siempre acompaña al hombre – en especial cuando sufre – con misericordia y Amor. Han sido importantes igualmente sus afirmaciones de la presencia del Espíritu Santo y de la naturaleza jerárquica del acontecimiento sinodal que se vive ‘Sub Petrum et cum Petrum.’ (Munus petrino).
Esta primera parte del Sínodo nos ha dejado una tarea, la de seguir caminando juntos atentos a los signos de los tiempos, con los ojos puestos en el Resucitado que siempre acompaña a la Iglesia como su Esposo y Señor.
Textos del Concilio Vaticano II que presentan a Cristo como Esposo: LG 4,1; 6,5; 64; 65; SC 84; 102,1; GS 48,1; PO 16,2; PC, 12,1.
La Santa Familia de Nazaret, dijo Paulo VI (Nazaret, 5 enero 1964), es el modelo admirable a cuya escuela ‘comprendemos por qué necesitamos una disciplina espiritual, si deseamos seguir la doctrina del Evangelio para ser discípulos de Cristo.’ La ‘Ratio Synodi’&23, dice que la Iglesia agradece y anima a las familias, fieles al Evangelio, porque ‘rinden creíble la belleza del matrimonio indisoluble y fiel para siempre.’
Es clásica ya la afirmación de San Juan Pablo II, fruto de su personal meditación de la realidad conyugal presentada en la Humanae Vitae, que los aspectos unitivos y procreativos del sacramento del Matrimonio son inseparables.
El Papa Wojtyla, en las Catequesis sobre el Sacramento del Matrimonio que estamos presentando, propone una relectura del lenguaje nupcial desde el significado profético del lenguaje del cuerpo, del lenguaje-signo-sacramental de los esposos que se expresa mediante la palabra, y mediante el cuerpo. El cuerpo no es origen del lenguaje, es el hombre, varón y mujer, quien habla proféticamente; lo hace a través de la palabra: ‘te amo, me entrego a ti’ (ratum), y a través del mutuo don, ‘dos en una sola carne’ (consumatum).
El signo sacramental del matrimonio cristiano se entiende y vive dentro de la riqueza del lenguaje nupcial, vivido en la fe. Esta verdad es un perfecto reflejo de la decisión creadora de Dios, expresión adecuada de la entrega mutua por parte de los esposos creyentes, vivida con la fuerza de la redención del cuerpo ofrecida por Cristo a la Iglesia.
La verdad del lenguaje profético del cuerpo ayuda a comprender la alianza sacramental del hombre y de la mujer en la dimensión del signo. El «lenguaje del cuerpo» entra en la estructura integral del signo sacramental. Las palabras del consentimiento conyugal constituyen este signo, porque en ellas halla expresión el significado nupcial del cuerpo en su masculinidad y femineidad. Este significado se expresa, sobre todo, por las palabras: «Yo te recibo… como esposa… esposo».
El cuerpo dice la verdad por medio del amor, la fidelidad, la honestidad conyugal, así como la no verdad, o sea, la falsedad, se expresa por medio de todo lo que es negación del amor, de la fidelidad, de la honestidad conyugal. Se puede decir, pues, que, en el momento de pronunciar las palabras del consentimiento matrimonial, los nuevos esposos se sitúan en la línea del mismo «profetismo del cuerpo», cuyo portavoz fueron los antiguos Profetas. El «lenguaje del cuerpo», expresado por boca de los ministros del matrimonio como sacramento de la Iglesia, instituye el mismo signo visible de la Alianza y de la gracia.
Catequesis 106. El matrimonio como alianza de personas (19-I-83/23-I-83), &1.
Una relectura correcta «en la verdad» es condición indispensable (…) para instituir el signo visible del matrimonio como sacramento. Los esposos proclaman precisamente este «lenguaje del cuerpo», releído en la verdad, como contenido y principio de su nueva vida en Cristo y en la Iglesia. Sobre la base del «profetismo del cuerpo», los ministros del sacramento del matrimonio realizan un acto de carácter profético. Confirman de este modo su participación en la misión profética de la Iglesia, recibida de Cristo. «Profeta» es aquel que expresa con palabras humanas la verdad que proviene de Dios, aquel que profiere esta verdad en lugar de Dios, en su nombre y, en cierto sentido, con su autoridad. & 2.
El consentimiento conyugal tiene sobre todo el carácter de una recíproca profesión de los nuevos esposos, hecha ante Dios. (…) está inmediata y directamente dirigida del «yo» al «tú»: del hombre a la mujer y de ella a él. El «lenguaje del cuerpo», (…) constituye, mediante las palabras de los nuevos esposos, la unión-comunión de las personas. (…) esto se realiza sobre todo en la dimensión de la comunión interpersonal, y sólo indirectamente «ante» los otros. & 3.
Este lenguaje ha sido renovado por Cristo. Este perenne «lenguaje del cuerpo» lleva en sí toda la riqueza y profundidad del misterio: primero de la creación y de la redención, (…) los esposos no sólo incluyen en las palabras del consentimiento conyugal la plenitud subjetiva de la profesión, indispensable para realizar el signo propio de este sacramento, sino que llegan también, en cierto sentido, a las fuentes mismas de las que ese signo toma cada vez su elocuencia profética y su fuerza sacramental. No es lícito olvidar que «el lenguaje del cuerpo», antes de ser pronunciado por los labios de los esposos, ministros del matrimonio como sacramento de la Iglesia, ha sido pronunciado por la palabra del Dios vivo, comenzando por el libro del Génesis, a través de los Profetas de la Antigua Alianza, hasta el autor de la Carta a los Efesios. Cfr. & 4.
Esta relectura «en la verdad» del lenguaje del cuerpo confiere, ya de por sí, un carácter profético a las palabras del consentimiento conyugal, por medio de las cuales, el hombre y la mujer realizan el signo visible del matrimonio como sacramento de la Iglesia. (…) «Yo te recibo como mi esposa – como mi esposo». En las palabras están incluidos: el propósito, la decisión y la opción. Los dos esposos deciden actuar en conformidad con el lenguaje del cuerpo, releído en la verdad. Si el hombre, varón y mujer, es el autor de ese lenguaje, lo es, sobre todo, en cuanto quiere conferir, y efectivamente confiere a su comportamiento y a sus acciones el significado conforme con la elocuencia releída de la verdad de la masculinidad y de la feminidad en la recíproca relación conyugal. &5.
El hombre es (…) artífice de las acciones y, a la vez, autor de su significado. La suma de estos significados constituye, en cierto sentido, el conjunto del «lenguaje del cuerpo», con el que los esposos deciden hablar entre sí como ministros del sacramento del matrimonio. El signo que ellos realizan con las palabras del consentimiento conyugal (…) es un signo de perspectiva que reproduce un efecto duradero, esto es, el vínculo conyugal, único e indisoluble («Todos los días de mi vida», es decir, hasta la muerte). En esta perspectiva deben llenar ese signo del múltiple contenido que ofrece la comunión conyugal y familiar de las personas, y también del contenido que, nacido «del lenguaje del cuerpo», es continuamente releído en la verdad. (…) En esta verdad del signo y, consiguientemente, en el ethos de la conducta conyugal, se inserta con gran perspectiva el significado procreador del cuerpo, es decir, la paternidad y la maternidad. A la pregunta: « ¿Estáis dispuestos a recibir de Dios, responsable y amorosamente, los hijos y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?», el hombre y la mujer respondan: «Sí, estamos dispuestos». &6.
Juan Ignacio Echegaray
Sao Paulo, (Brasil)
Fiesta de los Apóstoles San Simón y Judas