Parece normal que a cierta edad las necesidades de sueño reparador disminuyen con los años. Aunque el Rezongón esté metido de lleno en los denominados de cierta edad, lo normal es que pase las noches plácidamente dormido ocho o nueve horas. Casi, casi, como los niños.
Hay sin embargo un momento crucial en el que me he de valer de algún truqui para conciliar el sueño. Horribilis porque lo ha sido. Uno más de los sufridores de la pandemia nacional de una especie “rara” de gripe, he de tomar a broma el acontecimiento… pasado o en los últimos coletazos g. a D. Pues al grano.
Digo una gripe “rara”, porque nunca vi cosa igual. Y digo pandemia, porque, sin alarmar al personal, abunda como los hongos en su época.
Fiebre poca y uno o dos días solamente. Tos mucha y sin idea de cuando va a finalizar. Expectoración mucha sin ver el fin. Bronquitis ¿benigna…?, puede. He mencionado estos antecedentes porque tienen que ver, y mucho, con la nochecita de marras. Fue tomar la posición horizontal y comenzar el concierto sin fin: nada nuevo, porque dicen que nada tan viejo y conocido como la tos. Pero ¡voto al chápiro verde qué pesadilla!
Si desde niño nuestra madre nos enseñó a rezar tres Avemarías, Cuatro esquinitas… o Jesusito de mi vida… antes de conciliar el sueño y lo normal era finalizarlas en brazos de Morfeo, anoche el susodicho debía de estar de botellón, que dicen ahora, o de parranda que decíamos nosotros… tres… trescientas y ¡nada! Cambié por otra enseñanza también aprendida de la misma procedencia: “Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía”… como ustedes seguro que recuerdan. ¡Nada!, que la tos seguía ahuyentando ángeles, demonios, esquinitas y morfeos… Comencé a inquietarme por la falta de aire. Recordé el remedio casero de los vahos, pero imposible yo solo sin molestar a mi esposa que bajo el efecto de la pastillita, dormía como lo que es: una bendita. “Sosegaos” me dije como Felipe II a la visita temblorosa en su presencia. Y cambié de táctica.
Recordé sosegadamente… ¡narices! las palabras del Papa en Sri Lanka sobre la paternidad responsable y cómo con esta premisa y a la vista de multitud de criaturitas “de pena mora” deambulando entre el barro y la suciedad de los desperdicios, dijo: “No es preciso para ser buenos católicos tener hijos como los conejos” (hembras las de estos roedores que paren 8-10-12-gazapillos hasta seis veces al año). Ergo, paternidad responsable. Y las que, más o menos también dijo, o sea exactamente porque ahora las copio tal cuál ¡no te fastidia!:
”DA CONSUELO Y ESPERANZA VER TANTAS FAMILIAS NUMEROSAS QUE ACOGEN A LOS HIJOS COMO UN VERDADERO DON DE DIOS: ELLOS SABEN QUE CADA HIJO ES UNA BENDICIÓN”.
Absolutamente claro, me dije en pleno ataque de tos en esta noche horribilis. “¡Sosegaos”…! Y cómo tergiversaron estas palabras “diciendo que dijo el Papa lo que no dijo”: que autorizaba los preservativos o la pildorita… Sentado en el lecho, parece que me llegó la calma. Sí, el recuerdo del Papa y la tergiversación dicha produjeron, sentado, un efecto balsámico. Volví a la horizontal. Tres nuevas Avemarías…
Y con el sueño sosegado e incipiente, me vino a la mente -¡cachis la mar!- un juego de trabalenguas usado con frecuencia en las tertulias familiares para perfeccionar la dicción. Tonto de capirote de mí, comencé por el más fácil. ¿Lo recuerdan…?: “El cielo está encapotado, ¿quién lo desencapotará?, el desencapotador que lo desencapotare, buen desencapotador será”.
Era divertido y no me acordaba ni de toser. Pero demasiado fácil, me dije completamente despabilado. E insensato, busqué otro más complicado que, por aburrimiento, me hiciera conciliar el sueño en aquélla noche que ya era realmente horribilis.
Por el magnífico resultado anterior volví a recordar las palabras del Papa ¡¡y la palabra maldita!!: “tergiversar”. Insensato otra vez, comencé con ella -…¡dita sea!- el juego del trabalenguas: “las palabras del Papa las han tergiversado, ¿quién las destergiversará”…? Y sigan ustedes, si son capaces, que el rezongón se despertó sin poder concluirlo.
Ciertamente el concierto de tos se calmó hasta el minuto exacto de levantarme; pero comenzó otro peor con el dichoso trabalenguas-galimatías, que dura hasta la fecha y ¡ahora con tos! En mi opinión no es malo a pleno día, pero ¡¿a la hora de dormir…? ¡ : noche horribilis. Y que conste que no pretendo aconsejar; yo… digo nada más.
Carlos de Bustamante.