¿Estamos viviendo una edad de oro del cine religioso? Esta pregunta se la hacen muchos espectadores a la vista de las ofertas de la cartelera de los últimos meses. En un mundo secularizado y beligerantemente anticlerical, encontramos sorprendidos una presencia cada vez más frecuente de películas religiosas en nuestros cines, o de otras que, sin ser explícitamente religiosas o confesionales, exaltan algún aspecto esencial de la antropología cristiana. Repasemos los casos más significativos
Si echamos la vista atrás, solo en la pasada década podremos recordar títulos como El gran silencio (Philip Gröning, 2005), Las manos (Alejandro Doria, 2006), El noveno día (V. Schlöndorff, 2004), Natividad (C. Hardwicke, 2006), El milagro de Henry Poole (M. Pellington, 2008), Teresa de Calcuta (Fabrizio Costa, 2006), o Cartas para Jenny (Diego Musiak, 2009), por poner algunos ejemplos significativos.
espiritualidad en la gran pantalla
El año 2010 conoció un fenómeno inédito en España: el caso de La última cima, de Juan Manuel Cotelo. Una película barata, sin medios para afrontar un marketing tradicional, pero que a través de internet y de las redes sociales alcanzó un éxito de taquilla memorable. Ese año también tuvimos en nuestras pantallas Lourdes, de la austriaca Jessica Hausner, una directora agnóstica que reflexiona sobre los milagros atribuidos a la Virgen de Lourdes. Una película que, paradójicamente, ha sido distribuida por una compañía no habituada a servir películas con inquietudes religiosas. También pudimos ver Visión, un film sobre santa Hildegarda de Bingen, dirigida por la alemana no católica Margarethe von Trotta. Volviendo a las producciones españolas, se estrenó The Way, un hermoso film de Emilio Estevez sobre el Camino de Santiago, producida por una Filmax, empresa española dedicada normalmente al cine de terror.
Este año 2011 comenzó pisando fuerte con una película excepcional: el 14 de enero se estrenó De dioses y hombres, de Xavier Beauvois, cineasta francés cercano al partido socialista. El film, que representó sin éxito a Francia en los Oscars, se inspira en el martirio de siete monjes cistercienses acaecido en 1996 en el Monasterio de Nôtre-Dame del Atlas, en Argelia, a manos de unos fundamentalistas islámicos. La película es un canto a la vocación cristiana, a la caridad, y es un testimonio conmovedor de la misión del cristiano en el mundo. También presenta la verdadera religiosidad como única multiculturalidad posible. Una película extraordinaria en sus propuestas, y un título mayúsculo en la historia del cine religioso.
En marzo pudimos disfrutar de Encontrarás dragones, la última realización de Roland Joffé (La misión, Los gritos del silencio, Vatel,…), un director agnóstico e izquierdista. Se trata de una superproducción ambientada en la Guerra Civil española y con san Josemaría Escrivá de Balaguer como uno de sus personajes principales. No se trata de la habitual película hagiográfica sobre un santo, sino más bien una indagación en el hecho de la santidad y del testimonio de la excepcionalidad del cristianismo. Joffé presenta la santidad en el mundo contemporáneo de forma persuasiva y esencial. También es una película sobre el perdón cristiano y sobre el misterio del mal. Se trata de una producción hispano-argentina impecable en su realización, amena y conmovedora, y que presenta una visión del cristianismo limpia, desideologizada y sumamente atractiva.
También en el primer trimestre de 2011 pudimos alegrarnos de ver La experiencia humana (Charles Kinnane), un documental sobre el sentido religioso universal del hombre; la conmovedora Cartas a Dios (Erich Emmanuel Schmitt, 2010), inspirada en hechos reales y que nos cuenta la relación epistolar entre un niño enfermo de cáncer y Dios. Poco antes se había estrenado la deliciosa película finlandesa Cartas al padre Jacob (Klaus Härö, 2009), sobre el perdón y el cambio del corazón, cuya trama arranca cuando a Leila, una ex-convicta, se le ofrece ser la asistente de Jacob, un pastor protestante anciano y ciego, y atender su correspondencia.
la belleza de la fe, el mejor guión
Actualmente la película sobre temática religiosa que podemos encontrar en las carteleras es Alexia, de Pedro Delgado, recién estrenada en mayo. Hasta hace tres años muy poca gente sabía quién era Alexia González-Barros, una niña de catorce años que murió en 1985 a causa de un espantoso cáncer en la columna vertebral. Pero en 2008, la malintencionada y multipremiada película de Javier Fesser, Camino, la dio a conocer mostrando de ella una imagen tergiversada y gravemente falseada. Manipulaba sus sentimientos, creencias e intenciones, dando como resultado una Alexia de ficción completamente diferente de la Alexia real.
El director de cine Pedro Delgado, al ver aquel film de Fesser, decidió hacer una película documental que presentara a la verdadera Alexia, que se enfrentó a su enfermedad desde la fe y la esperanza cristianas, algo que Fesser no había querido mostrar.
Alexia nació en Madrid en 1971 en el seno de una familia numerosa, estudió en el Colegio de las teresianas “Jesús Maestro”, y creció en un ambiente católico, con varios familiares pertenecientes al Opus Dei. Fue una niña alegre, buena compañera y estudiante, sensible y muy piadosa. En febrero de 1985 se le diagnostica un cáncer que le va a privar de su movilidad entre fuertes dolores. Se inicia un via crucis para ella y para su familia en el que se va a poner a prueba su amor a Cristo y su confianza en Dios. A los diez meses falleció en la prestigiosa Clínica de la Universidad de Navarra. Su forma de afrontar el sufrimiento fue para todos un testimonio de fe tan conmovedor que en 1994 se inició su proceso de beatificación.
No era fácil afrontar un documental sobre una niña corriente desaparecida antes de la revolución digital. Los testimonios audiovisuales eran escasos y en super8, y siempre domésticos. Sin embargo, Pedro Delgado, ayudado por el productor Andrés Barbé y el crítico de cine Jerónimo José Martín, ha conseguido levantar un buen producto cinematográfico: ágil, con buenas soluciones técnicas, con un uso inteligente de testimonios breves (familiares, profesores, la “tata”, médicos, capellanes,…) y con explotación tenaz del material audiovisual de archivo. Además, introduce elementos de animación muy buenos y divertidos, que dan un punto de humor a una historia que inevitablemente tiene tintes dramáticos. No se trata de un documental completamente convencional, ya que la narración en off es un diálogo de ficción entre Alexia y su ángel custodio, Hugo. Aunque puediera parecer extravagante en un primer momento la idea, lo cierto es que funciona bien, y contribuye a introducir elementos cómicos.
Cabe destacar cómo la película resuelve con tiento y prudencia un tema tan delicado como son las supuestas apariciones demoníacas que Alexia padeció en el lecho de muerte. Lo que podía ser objeto de un truculento morbo, en el documental se trata con discreción y sin aspavientos, dejando claro que lo extraordinario de la niña no fue eso, sino su forma de ofrecer su dolor a Cristo.
cine con valores, un género en auge
En este momento el cine nos está ofreciendo muchas películas de ficción sobre el sufrimiento de los niños enfermos de cáncer. Basta citar Cartas a Dios, El vuelo del tren y Vivir para siempre… para entender que Alexia ofrece una esperanzada perspectiva sobre un asunto tan dramático. Por otra parte, en una edad de oro y esplendor del cine documental, el film de Pedro Delgado no nos ofrece una historia espectacular ni desvela secretos de Estado. Nos cuenta más bien una vida sencilla y cotidiana en la que la enfermedad irrumpe de manera imprevista y brutal, y la protagonista responde también de forma sencilla desde la luminosidad de su fe y su confianza en Dios. Este es el acierto del film, pero también su paradójico límite, ya que no es fácil conseguir que el espectador de hoy vaya a ver una historia sin fuegos fatuos ni glamour impostado. Sin duda una interesante contribución al documental español.
En lo queda de año todavía esperamos films importantes claramente católicos como Cristiada o Popielusko. En definitiva, creemos que se puede decir que en un mundo tan vacío de propuestas de significado para la vida, renace la pregunta por el sentido de la existencia con fuerza y urgencia, y el cine testimonia esa necesidad de custodiar la pregunta religiosa como una vía de salvaguardar lo humano. Es un motivo de esperanza, y una oportunidad de evangelización que muchos productores podrían aprovechar.
¿Estamos viviendo una edad de oro del cine religioso? Esta pregunta se la hacen muchos espectadores a la vista de las ofertas de la cartelera de los últimos meses. En un mundo secularizado y beligerantemente anticlerical, encontramos sorprendidos una presencia cada vez más frecuente de películas religiosas en nuestros cines, o de otras que, sin ser explícitamente religiosas o confesionales, exaltan algún aspecto esencial de la antropología cristiana. Repasemos los casos más significativos
Si echamos la vista atrás, solo en la pasada década podremos recordar títulos como El gran silencio (Philip Gröning, 2005), Las manos (Alejandro Doria, 2006), El noveno día (V. Schlöndorff, 2004), Natividad (C. Hardwicke, 2006), El milagro de Henry Poole (M. Pellington, 2008), Teresa de Calcuta (Fabrizio Costa, 2006), o Cartas para Jenny (Diego Musiak, 2009), por poner algunos ejemplos significativos.
espiritualidad en la gran pantalla
El año 2010 conoció un fenómeno inédito en España: el caso de La última cima, de Juan Manuel Cotelo. Una película barata, sin medios para afrontar un marketing tradicional, pero que a través de internet y de las redes sociales alcanzó un éxito de taquilla memorable. Ese año también tuvimos en nuestras pantallas Lourdes, de la austriaca Jessica Hausner, una directora agnóstica que reflexiona sobre los milagros atribuidos a la Virgen de Lourdes. Una película que, paradójicamente, ha sido distribuida por una compañía no habituada a servir películas con inquietudes religiosas. También pudimos ver Visión, un film sobre santa Hildegarda de Bingen, dirigida por la alemana no católica Margarethe von Trotta. Volviendo a las producciones españolas, se estrenó The Way, un hermoso film de Emilio Estevez sobre el Camino de Santiago, producida por una Filmax, empresa española dedicada normalmente al cine de terror.
Este año 2011 comenzó pisando fuerte con una película excepcional: el 14 de enero se estrenó De dioses y hombres, de Xavier Beauvois, cineasta francés cercano al partido socialista. El film, que representó sin éxito a Francia en los Oscars, se inspira en el martirio de siete monjes cistercienses acaecido en 1996 en el Monasterio de Nôtre-Dame del Atlas, en Argelia, a manos de unos fundamentalistas islámicos. La película es un canto a la vocación cristiana, a la caridad, y es un testimonio conmovedor de la misión del cristiano en el mundo. También presenta la verdadera religiosidad como única multiculturalidad posible. Una película extraordinaria en sus propuestas, y un título mayúsculo en la historia del cine religioso.
En marzo pudimos disfrutar de Encontrarás dragones, la última realización de Roland Joffé (La misión, Los gritos del silencio, Vatel,…), un director agnóstico e izquierdista. Se trata de una superproducción ambientada en la Guerra Civil española y con san Josemaría Escrivá de Balaguer como uno de sus personajes principales. No se trata de la habitual película hagiográfica sobre un santo, sino más bien una indagación en el hecho de la santidad y del testimonio de la excepcionalidad del cristianismo. Joffé presenta la santidad en el mundo contemporáneo de forma persuasiva y esencial. También es una película sobre el perdón cristiano y sobre el misterio del mal. Se trata de una producción hispano-argentina impecable en su realización, amena y conmovedora, y que presenta una visión del cristianismo limpia, desideologizada y sumamente atractiva.
También en el primer trimestre de 2011 pudimos alegrarnos de ver La experiencia humana (Charles Kinnane), un documental sobre el sentido religioso universal del hombre; la conmovedora Cartas a Dios (Erich Emmanuel Schmitt, 2010), inspirada en hechos reales y que nos cuenta la relación epistolar entre un niño enfermo de cáncer y Dios. Poco antes se había estrenado la deliciosa película finlandesa Cartas al padre Jacob (Klaus Härö, 2009), sobre el perdón y el cambio del corazón, cuya trama arranca cuando a Leila, una ex-convicta, se le ofrece ser la asistente de Jacob, un pastor protestante anciano y ciego, y atender su correspondencia.
la belleza de la fe, el mejor guión
Actualmente la película sobre temática religiosa que podemos encontrar en las carteleras es Alexia, de Pedro Delgado, recién estrenada en mayo. Hasta hace tres años muy poca gente sabía quién era Alexia González-Barros, una niña de catorce años que murió en 1985 a causa de un espantoso cáncer en la columna vertebral. Pero en 2008, la malintencionada y multipremiada película de Javier Fesser, Camino, la dio a conocer mostrando de ella una imagen tergiversada y gravemente falseada. Manipulaba sus sentimientos, creencias e intenciones, dando como resultado una Alexia de ficción completamente diferente de la Alexia real.
El director de cine Pedro Delgado, al ver aquel film de Fesser, decidió hacer una película documental que presentara a la verdadera Alexia, que se enfrentó a su enfermedad desde la fe y la esperanza cristianas, algo que Fesser no había querido mostrar.
Alexia nació en Madrid en 1971 en el seno de una familia numerosa, estudió en el Colegio de las teresianas “Jesús Maestro”, y creció en un ambiente católico, con varios familiares pertenecientes al Opus Dei. Fue una niña alegre, buena compañera y estudiante, sensible y muy piadosa. En febrero de 1985 se le diagnostica un cáncer que le va a privar de su movilidad entre fuertes dolores. Se inicia un via crucis para ella y para su familia en el que se va a poner a prueba su amor a Cristo y su confianza en Dios. A los diez meses falleció en la prestigiosa Clínica de la Universidad de Navarra. Su forma de afrontar el sufrimiento fue para todos un testimonio de fe tan conmovedor que en 1994 se inició su proceso de beatificación.
No era fácil afrontar un documental sobre una niña corriente desaparecida antes de la revolución digital. Los testimonios audiovisuales eran escasos y en super8, y siempre domésticos. Sin embargo, Pedro Delgado, ayudado por el productor Andrés Barbé y el crítico de cine Jerónimo José Martín, ha conseguido levantar un buen producto cinematográfico: ágil, con buenas soluciones técnicas, con un uso inteligente de testimonios breves (familiares, profesores, la “tata”, médicos, capellanes,…) y con explotación tenaz del material audiovisual de archivo. Además, introduce elementos de animación muy buenos y divertidos, que dan un punto de humor a una historia que inevitablemente tiene tintes dramáticos. No se trata de un documental completamente convencional, ya que la narración en off es un diálogo de ficción entre Alexia y su ángel custodio, Hugo. Aunque puediera parecer extravagante en un primer momento la idea, lo cierto es que funciona bien, y contribuye a introducir elementos cómicos.
Cabe destacar cómo la película resuelve con tiento y prudencia un tema tan delicado como son las supuestas apariciones demoníacas que Alexia padeció en el lecho de muerte. Lo que podía ser objeto de un truculento morbo, en el documental se trata con discreción y sin aspavientos, dejando claro que lo extraordinario de la niña no fue eso, sino su forma de ofrecer su dolor a Cristo.
cine con valores, un género en auge
En este momento el cine nos está ofreciendo muchas películas de ficción sobre el sufrimiento de los niños enfermos de cáncer. Basta citar Cartas a Dios, El vuelo del tren y Vivir para siempre… para entender que Alexia ofrece una esperanzada perspectiva sobre un asunto tan dramático. Por otra parte, en una edad de oro y esplendor del cine documental, el film de Pedro Delgado no nos ofrece una historia espectacular ni desvela secretos de Estado. Nos cuenta más bien una vida sencilla y cotidiana en la que la enfermedad irrumpe de manera imprevista y brutal, y la protagonista responde también de forma sencilla desde la luminosidad de su fe y su confianza en Dios. Este es el acierto del film, pero también su paradójico límite, ya que no es fácil conseguir que el espectador de hoy vaya a ver una historia sin fuegos fatuos ni glamour impostado. Sin duda una interesante contribución al documental español.
En lo queda de año todavía esperamos films importantes claramente católicos como Cristiada o Popielusko. En definitiva, creemos que se puede decir que en un mundo tan vacío de propuestas de significado para la vida, renace la pregunta por el sentido de la existencia con fuerza y urgencia, y el cine testimonia esa necesidad de custodiar la pregunta religiosa como una vía de salvaguardar lo humano. Es un motivo de esperanza, y una oportunidad de evangelización que muchos productores podrían aprovechar.