«Los fariseos le preguntaron: «¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?». Él les contestó: «El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: “Está aquí” o “Está allí”, porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros». Dijo a sus discípulos: «Vendrán días en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis. Entonces se os dirá: “Está aquí” o “Está allí”; no vayáis ni corráis detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día. Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación” (San Lucas 17, 20-25).
COMENTARIO
¿En qué consiste el Reino de Dios? Cuando en breve celebremos la fiesta de Cristo Rey, nos daremos cuenta de la mejor respuesta a esta pregunta la encontramos mirando al Rey de este Reino: Cristo Jesús, que muestra visiblemente todas las cartas de su realeza: su corona es una corona de espinas, su tributo es hacer suyo el pecado del mundo en la cruz, su mandato es prometer, a quien quiera formar parte de su Reino, la salvación eterna: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
En el evangelio de hoy escuchamos la respuesta de Jesús a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el Reino de Dios: “El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: ´Está aquí` o ´Está allí`, porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros”. Nos dice dos cosas muy importantes sobre el Reino de Dios. La primera que perdemos el tiempo si pretendemos adivinar la llegada definitiva de su reino en sus coordenadas espacio temporales: “qué está aquí o allí”, por un lado, y “qué día será”, otro. ¡No es tiempo para andar indagando el “cuando” y el “como” tendrá lugar el advenimiento del Hijo del Hombre!, Jesús nos invita a no perder la calma, “no vayáis ni corráis detrás” ni de falsos “mesías”, ni de ideologías apocalípticas.
La coordenada espacial, a lo largo de la historia, no se ha buscado tanto en un lugar físico como en un lugar ideológico, confundiendo una ideología, una utopía, una experiencia humana, social y política, con el Reino de Dios, o si no eran creyentes, con el “reino perfecto”. Y siempre se han equivocado.
Lo mismo ocurre con la coordenada temporal. En otro pasaje de los evangelios Jesús nos dice que “no sabremos ni el día ni la hora” (Mt. 28, 36). Sólo que cuando llegue ese día, el primer día del Reino cumplido, permanente y eterno de los “nuevos cielos y la nueva tierra”, del Reino de Dios en Cristo será Reino de justicia, de paz y de amor. Y que viviremos en permanente presencia y adoración a Dios, y en el que no hará falta ni la fe ni la esperanza, porque viéndole cara a cara, tendremos la caridad y el amor entre nosotros, que es Él mismo.
La segunda cosa que nos dice Jesús es que, si hay un lugar y un momento donde, anticipadamente, mora ya el Reino de Dios, es “aquí” y “ahora”, “dentro de nosotros”, dentro del corazón del bautizado, en el que habitando Dios Trinitario, Padre, Hijo y Espíritu, habita ya en miniatura y potencialmente todo su Reino. La que fuera fundadora del movimiento eclesial de los focoales -Chiara Lubich- lo expresó de un modo muy claro con esta oración: : “¡La Trinidad dentro de mí! ¡El abismo dentro de mí! ¡La inmensidad dentro de mí! ¡La vorágine de amor dentro de mí! ¡El Padre, que Jesús nos ha anunciado, dentro de mí! ¡El Verbo! ¡El Espíritu Santo, que quiero poseer siempre para servir a la Iglesia, dentro de mí!”.
Cuando los papás hebreos quieren transmitir a sus hijos la importancia de vivir la “mística del Reino” que Dios quiere traer al corazón de los hombres le cuentan este misdrásh, una especie de cuento: “Había un hombre que soñó que debajo del puente de su pueblo había un tesoro escondido. Una noche se levantó, cogió una pala y un cubo y se fue a buscarlo. Al llegar al puente se encontró con que había una guardia encima de él, al llegar se quedó un poco contrariado, pero se acercó al guardia y le contó el motivo por el que estaba allí y el guardia le contestó: “Pues yo he soñado que había un señor tan necio, tan necio que soñaba con venir a este puente a buscar un tesoro y resulta que el tesoro se encuentra debajo de la losa de la cocina de su casa. ¡Entonces, el paisano se volvió corriendo a su casa, levantó la losa de la cocina de su casa y, en efecto, allí estaba el tesoro!!!”.
El Reino de Dios está dentro de ti, no busques fuera lo puedes encontrar en tu corazón cada vez que acoges el tesoro de la Eucaristía que tienes en tu casa, en tu Iglesia. Así, comentaba San Juan Pablo II este versículo del Evangelio de San Lucas: “Emmanuel, Dios con nosotros, Dios dentro de nosotros es como un anticipo de la unión con Dios que tendremos en el cielo. Cuando lo recibimos con las debidas disposiciones se refuerza, por así decir, la inhabitación de la Trinidad en nuestra alma, la percibimos más íntimamente. Al comulgar podemos escuchar de nuevo a Cristo que nos dice “el reino de los cielos ya está entre vosotros” (Lc 17, 21).