En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas: « ¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra si mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre». Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo (San Marcos 3, 22-30).
COMENTARIO
Realmente uno queda sorprendido de hasta dónde puede llegar la ceguera y la malicia humana, en este caso de unos letrados. Tienen delante la Bondad en persona, Jesús, el humilde de corazón, el único Inocente y no se enteran. Se supone que ellos son los “sabios de Israel”, los que podrían discernir entre lo que viene de Dios y lo que viene del demonio y resulta que no sólo no lo reconocen, sino que lo acusan de diabólico.
Decir que Jesús expulsa los demonios con la ayuda del príncipe de los demonios significa negar la evidencia. Es lo mismo que decir que el agua está seca y que el sol es oscuridad. Los doctores de Jerusalén tenían envidia de Jesús, de su predicación, de sus milagros, que la gente le siguiera y estaban con miedo de perder su liderazgo y por eso lo calumnian gravemente. Jesús compara el demonio con un hombre fuerte. Nadie, de no ser una persona más fuerte, podrá robar en casa de un hombre fuerte. Jesús es indudablemente el más fuerte. Él se enfrenta a las fuerzas del mal, y el poder de las tinieblas no lo puede dominar Por esto consigue expulsar a los demonios y liberar a las personas que estaban bajo el poder del mal.
Jesús termina diciendo algo muy importante y serio: Todos los pecados son perdonados, menos el pecado contra el Espíritu Santo. Decir que: “¡El espíritu que lleva Jesús a que expulse el demonio, viene del mismo demonio!”, ese tal, se vuelve incapaz de recibir el perdón. ¿Por qué? Aquel que se tapa los ojos, ¿puede ver? ¡No puede! Aquel que tiene la boca cerrada, ¿puede comer? ¡No puede!¡No puede! El perdón pasaría de lado y no lo alcanzaría. No es que Dios no quiera perdonar. ¡Dios quiere perdonar siempre! Pero es el pecador el que rechaza el perdón. Es el orgullo del hombre, su ceguera que le impide ver la evidencia: que Jesús cura, que Jesús sana, perdona, tiene poder sobre los demonios. No aceptar en definitiva que Jesús es Dios y por eso tiene poder sobre el maligno, la muerte y poder de perdonar el pecado. Afirmar que Jesús es el príncipe de los demonios es destruir y rechazar la esencia de Dios mismo y su mensaje de salvación y misericordia. Estos escribas y los que son como tales… (tantas veces nosotros mismos…) rechazan la salvación, no la quieren y por lo tanto no es que el Señor no les perdone, es que ellos no quieren ser perdonados y lo rechazan.
Ese es hoy el mensaje y la advertencia para todos. También para nosotros.