En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No os fieis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará» (San Mateo 10,17-22).
COMENTARIO
Cambia el año litúrgico y también el evangelista que nos va a acompañar en este nuevo año que el Señor tiene a bien concedernos. Del San Lucas que escribe a paganos desde la experiencia que él ha tenido de la misericordia de Dios en Cristo, al San Mateo que de forma clara, concisa y directa se dirige a una comunidad de judíos convertidos al cristianismo. Paradójico el evangelio que nos pone la Iglesia hoy. Estamos en periodo navideño, luces, «buen rollo», comidas, felicitaciones y la Iglesia nos pone este evangelio que nos habla de persecuciones y de sufrimiento. Hoy celebramos la fiesta de San Esteban, el primer mártir de la Iglesia. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos lo presenta como «un hombre lleno de fe y de Espíritu Santo», elegido con otros seis para servir a las viudas y a los pobres en la primera comunidad de Jerusalén. Y nos cuenta su martirio, cuando después de un acalorado discurso con los miembros del Sanedrín, fue arrastrado afuera de las murallas de la ciudad y lapidado.
El mundo nos confunde con el ruido que provoca el entorno comercial y de consumo con lo que es verdaderamente la Navidad. Jesús —la Palabra— se hizo carne y el mundo más cercano a él no le dio cobijo y un rey lo quería matar. La Navidad es fruto de la negación a uno mismo para dejar ser a Dios en ti. María ofreció su vida para que esa Palabra tomara carne en ella; José cambió su dignidad, su orgullo, por acoger y asumir la paternidad de Aquel que venía a salvar a los hombres. Esteban participa de esta Navidad donde el amor vence; donde el hombre recupera el poder que Dios le otorga «en el principio» y, haciendo uso de su libertad, desprecia las propuestas del enemigo y entrega su vida, porque en Jesús, ha encontrada la perla preciosa, el sentido de su existencia. No os preocupéis —dice el evangelista—, no os proyectéis que el Espíritu Santo hará fácil lo que hoy veis difícil. La clave está en la perseverancia, en el combate diario para proteger a ese niño que el Señor ha puesto en tus manos para que acompañes, para que le defiendas de Herodes para que esa verdadera Navidad llegue a todos los que tienes cerca.