En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.»
Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro» (San Marcos 9, 38-40).
COMENTARIO
El Evangelio supera las fronteras endogámicas y según Jesús cabe que personas de buena voluntad, aunque no conste que oficialmente son cristianas, pueda realizar obras beneficiosas en favor del prójimo.
A veces nos dominan las ideologías, y más que el sentimiento de pertenencia a Jesús nos invade la rivalidad, la defensa de los iguales, el querer monopolizar la mediación evangelizadora.
Jesús tiene una mirada más amplia, y el Espíritu, desde el principio actuó entre los gentiles, de tal manera que el apóstol Pedro se vio sorprendido y comprendió que también ellos eran llamados a ser discípulos de Cristo.
Existen dones en las personas, que los ejercitan en favor de los demás, y son signo de la presencia divina que supera nuestras miradas recortadas, para ofrecernos la esperanza de que la salvación es un ofrecimiento abierto a todos.
El ser humano, por el hecho de la Encarnación del Verbo de Dios en nuestra naturaleza, adquiere la identidad de ser imagen divina, goza de la dignidad de la semejanza con el Hijo de María, y cada persona está incluida en el canto: “Gloria a Dios en los cielos, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama tanto”.