En el & 33 de la Spe Salvi (1), se lee: “El corazón tiene que ser purificado (…), liberado del vinagre (…) es doloroso (… pero) así se logra la capacidad para la que estamos destinados.”
“Dios ha de purificar nuestros deseos y esperanzas para librarnos de las mentiras ocultas con que nos engañamos a nosotros mismos. (…) Si Dios no existe, puedo refugiarme en estas mentiras, porque no hay nadie que pueda perdonarme, o que sea el verdadero criterio. Mientras que el encuentro con Dios, despierta mi conciencia para que ésta ya no me ofrezca más una autojustificación, ni sea un simple reflejo de mí mismo y de los contemporáneos que me condicionan.”
Me escabullo porque desconozco la obra redentora de Cristo, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí para que fuese liberado de tal lamentable situación. De ahí la necesidad de anunciar la Buena Nueva:
¡Ánimo! que tus pecados están perdonados, Dios te ama. He pagado por todos al Eterno Padre.
(1)La Encíclica de Benedicto XVI, Spe Salvi, fechada el 30 de noviembre, 2007, contiene diez veces la palabra “purificación”, o algún derivado de ella.
La ilusión de inocencia, la ofuscación de la conciencia, la incapacidad de reconocer en mí el mal, dejan entonces lugar a una novedad: Feliz la culpa que nos ha valido tan grande Redentor, exclama el Pregón Pascual. Ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús.
purificado mediante el fuego en el encuentro con el Señor, Juez y Salvador, ¿cómo puede intervenir una tercera persona en este proceso?”
“Se puede ayudar a los difuntos en su condición intermedia por medio de la oración (cf. por ejemplo 2 Mc 12,38-45: siglo I a. C.). (1) El Oriente no conoce un sufrimiento purificador y expiatorio de las almas en el «más allá», pero conoce ciertamente diversos grados de bienaventuranza, como también de padecimiento en la condición intermedia. Sin embargo (para los cristianos ortodoxos), se puede dar a las almas de los difuntos «consuelo y alivio» por medio de la Eucaristía, la oración y la limosna.”
María, estrella de la esperanza
“Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, (…) Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros (cf. Jn1,14)?”
“El «reino» de Jesús (…) comenzó en aquella hora y ya nunca tendría fin. Por eso tú permaneces con los discípulos como madre suya, como Madre de la esperanza. Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino.” (Spe Salvi, & 49-50).
(1)https://docs.google.com/