Decía un antiguo abad que «cuando un peregrino venga a visitaros, prosternaos ante él.» Por la puerta que abramos para acoger a este peregrino solitario, va a penetrar de algún modo la presencia de Dios; viva presencia que va a iluminar nuestra alma en la medida de nuestras necesidades y de nuestros anhelos.
En este librito se nos revela el misterio de aquel pueblo ruso de otro tiempo en lo que posee de más secreto: sus creencias y su fe. Nuestro peregrino hace que el lector penetre en el corazón mismo de la vida rusa, poco después de la guerra de Crimea y antes de la abolición de la servidumbre, o sea, entre los años 1856 y 1861. Mediante estos relatos, el lector ha podido conocer al propio peregrino, su vocación, sus experiencias espirituales nutridas de la Biblia y de la Filocalia, que es una recopilación de textos patrísticos que tratan de la oración espiritual y la guarda del corazón.