Afirma que «ni la libertad de religión ni la libertad de expresión deben ser utilizadas para ofender a los demás»
En un largo encuentro con los periodistas durante el vuelo de Colombo a Manila, el Papa Francisco pidió vigorosamente respeto a las creencias religiosas de los musulmanes, señalando que ni la libertad de religión ni la libertad de expresión deben ser utilizadas para ofender a los demás. Sencillamente, «no se puede insultar la fe del Islam».
Aun siendo consciente del riesgo de que se malinterpreten sus palabras, el Papa insistió en que es necesario pensar en los demás, especialmente en los temas que afectan más profunda o emotivamente a cada a uno. En tono informal, comentó: «Si alguien dice una palabrota sobre mi madre puede esperarse un puñetazo».
Al mismo tiempo, excluyó que ni siquiera la blasfemia justifique el atentado de Paris, pues «no se puede matar en nombre de la propia religión, no se puede matar en nombre de Dios». Echando una ojeada a la historia de los cristianos, reconoció que «también nosotros hemos sido pecadores en esto, pero matar en nombre de Dios es una aberración».
Como el Papa había condenado de modo inmediato y vigoroso los asesinatos de «Charlie Hebdo» y habían manifestado su dolor a las familias de las víctimas, a una semana de distancia añadió un aspecto relevante para completar el cuadro y promover la paz, pues las ofensas sólo sirven para hacer imposible la convivencia, provocando más malestar y más fanatismo.
Según Francisco, «no se puede considerar que las religiones sean una especie de subculturas. La gente que habla mal, que ofende una religión o todas, está provocando. Hay un límite. Toda religión que respete la vida humana merece respeto. Yo no puedo burlarme de ella. En la libertad de expresión hay límites».
Si lo sucedido en París merece la condena general, hay casos con muchas más víctimas y mayor crueldad en otros países. El Papa manifestó su horror por los atentaos kamikazes, que «responden siempre a un desequilibrio personal y una mentalidad totalitaria» como la del régimen japonés, el fascismo italiano, o los totalitarismos falsamente religiosos actuales.
Al tiempo que valoró como especialmente grave el uso de niños para esos fines criminales, recordó que los principales terrenos de explotación infantil son el trabajo esclavo y la prostitución forzada al servicio de adultos.