Dentro de la serie de catequesis dedicadas a la naturaleza de la Iglesia, el Papa Francisco se ha centrado este miércoles en la relación entre la realidad visible y la no visible de la Iglesia que, ha recordado, «está formada por todos los bautizados».
«La Iglesia tiene una naturaleza espiritual: es el cuerpo de Cristo, edificado en el Espíritu Santo», ha dicho el Papa, para añadir luego que, al pensar en qué significa la Iglesia, inmediatamente la mente se va a las comunidades, parroquias, diócesis… y a quienes las rigen y gobiernan. «Pero no debemos pensar solamente en el Papa, los Obispos, los sacerdotes, las religiosas y las personas consagradas. La realidad visible de la Iglesia está constituida por los muchos hermanos y hermanas bautizados que en el mundo creen, esperan y aman». Así, ha recordado el Papa, esa naturaleza espiritual de la Iglesia se une de forma indisoluble a la realidad física, a todos los bautizados. Una realidad visible que, como la espiritual, «no es mensurable, no es conocible en toda su plenitud». Se pregunta el Santo Padre cómo se puede medir la fidelidad de las familias, el amor, el trabajo de educar a los hijos, la ayuda a los enfermos, la transmisión de la fe o el sufrimiento de quienes ofrecen su dolor al Señor. «¡Esto no se puede medir! ¡Es tan grande, tan grande!».
Explica Francisco que la única forma que hay para comprender de verdad la relación entre las realidades visible y espiritual de la Iglesia no hay más receta que mirar a Cristo: «Cristo es el modelo de la Iglesia, porque la Iglesia es su Cuerpo. Es el modelo de todos los cristianos, de todos nosotros. Cuando se mira a Cristo no nos equivocamos».
Pero, también como Iglesia los bautizados experimentan fragilidad y límites. «Todos somos pecadores (…) todos lo somos. Y esta fragilidad, estos límites, éstos pecados, es justo que procuren en nosotros un profundo pesar», señala el Papa, que se refiere sobre todo a las situaciones en las que un cristiano se convierte en mal ejemplo y motivo de escándalo. «¿Cuántas veces hemos oído aquella persona, está siempre en la Iglesia, pero habla mal de todos. ¡Qué mal ejemplo!», lamenta Francisco, que recuerda que hablar mal de otro no es cristiano.
Conscientes de que su testimonio, cuando es bueno, hace comprender a Cristo, el Papa ha pedido a los fieles que recen para recibir el don de la fe, para no ser nunca motivo de escándalo, para comprender que, a pesar de nuestra pequeñez, el Señor nos ha hecho instrumento de gracia y signo visible de su amor por toda la humanidad