LA CONSTRUCCIÓN DE UNA ELITE SOBERANA MUNDIAL
El Padre Schooyans vio toda la febril actividad del Milenio del año 2000, que incluyó la cumbre de jefes de Estado y de los líderes de las religiones en Nueva York, como parte de los esfuerzos del secretario general para erigir una
“ONU como un auténtico criadero para una ‘elite’ soberana mundial, y para transformarla en un lugar de concentración de poder sin precedentes en la historia”.
Esto, el sostiene autor,
“dejaría a los gobiernos y parlamentos en un papel residual… ‘Compartir la responsabilidad’ es una nueva expresión de trampa explosiva que indica que la ONU ya no se conforma con jugar un papel secundario. Tiene la intención de ponerse al centro del poder mundial y equiparse, poco a poco, con todos los aparatos de control que necesite para ejercer lo que cree, es su misión en el Nuevo Milenio”.
LA BASE TEÓRICA DE ESTE MOVIMIENTO ES DE HANS KELSEN
El Padre Schooyans identifica al filósofo-teórico Hans Kelsen (1881-1973) detrás de esta obra arquitectónica de un nuevo absolutismo mundial.
“No es una exageración decir que los conceptos de consenso de los nuevos derechos del hombre, de internacionalismo y de la mayoría de los otros temas que hemos encontrado se encuentren su fuente en esta teoría de un total derecho racionalista y positivista de la ONU. Se sabe que Kelsen, probablemente no tenía conocimiento de la perversa utilización que se hizo de su pensamiento en el ambiente de la ONU. No es menos cierto que el capital de trabajo de Kelsen [Teoría Pura], cuya influencia sigue siendo ejercida sobre los juristas de todo el mundo, es una guía que no se puede pasar por alto si se quiere entender las tendencias actuales de la ONU. Eso es tanto más evidente cuando uno se da cuenta que el profesor vienés de Berkeley influyó en la redacción de la Carta”.
Kelsen pone la “norma suprema” más allá de los cuestionamientos, exigiendo obediencia por el deber u obediencia ciega
Kelsen escribe:
“Los Estados… No conservarán la autoridad (para crear normas) excepto en la medida en que el derecho internacional reserve tal materia, por ello se terminará eliminando la libertad de regular leyes nacionales… Si alguien admite que el derecho internacional sea un orden jurídico supranacional, los mandatos de los países ya no tendrán autoridad ilimitada”
Y el Padre Schooyans dice:
“Esto explica el papel que se le transferirá a la Corte Penal Internacional. Dado que ya no habrá forma de identificar los principios generales del derecho. Le corresponderá al tribunal demostrar el significado de los textos jurídicos y las decisiones consensuadas, y decir cuál es la interpretación válida. Las discrepancias en la interpretación serán de ahí en adelante intolerables, porque arruinarán el orden jurídico y en consecuencia al Estado supranacional… “
“Las convenciones y pactos ya no aparecerán aquí como acuerdos aprobados de forma libre por los Estados soberanos e individuales, sino como un vínculo jurídico que emanará de la voluntad de la organización internacional, lo que requerirá, a través de las ratificaciones, la obediencia de los Estados”.
El Padre Schooyans comenta que:
“Con tal asombrosa teoría de la ley , estaremos en la presencia de la concentración piramidal de un poder absoluto y sin precedentes en la historia”.
Declara además:
“Se observa, entonces, que el orden jurídico mundial será construido no para el servicio de un tipo imperial hegemónica clásico, sino para controlar la vida. La norma suprema aquí será el dominio sobre la vida con el fin de llegar, por lo tanto, a dominar a los hombres y a todas las cosas“.
Es fácil ver que para obtener este dominio sobre la vida, la destrucción de los verdaderos derechos humanos es necesaria.
Como el Padre Schooyans explica:
“En los ambientes de la ONU, la destrucción de las Naciones aparece entonces, como un objetivo a ser buscado, si se quiere definitivamente sofocar la concepción antropocéntrica de los derechos del hombre. Al poner fin al organismo intermediario que es el Estado Nacional, un Estado mundial centralizado lo reemplazaría. Manera en que entonces se vendría la llegada de los tecnócratas y otros aspirantes a un gobierno mundial totalitario”.
LA CONSAGRACIÓN DEL DERECHO A LA VIOLENCIA Y A LA MUERTE
El Padre Schooyans ve al aborto, la eutanasia y la esterilización como un esfuerzo para abrirnos a un totalitarismo en todo el mundo.
El autor ve todas estas prácticas como expresión que tiende a convertir la violencia en un derecho, hacia “el don de la muerte”, como expresión de la voluntad soberana:
“De hecho, en el caso del aborto, en el que un inocente es absolutamente declarado culpable, es el mal que resulta de una anticoncepción fallida “El obstáculo para un carrera o para la comodidad”; un obstáculo inadmisible para nuestra propia libertad; un freno para el enriquecimiento y desarrollo. La violencia absoluta recae sobre un total inocente. El inocente debe ser linchado. En consecuencia, el inocente debe ser designado como víctima, como un chivo expiatorio, e incluso como una víctima inocente, y debe ser tratado como tal, con una violencia que lo silenciará y lo hará desaparecer”.
“Se puede hablar de forma análoga sobre los pobres del Tercer Mundo, a quienes se le quieren esterilizar; los deficientes mentales o los enfermos terminales a los que se le quieren practicar la eutanasia; a los mendigos, los niños de la calle a los que se le quiere disparar como a conejos. En nombre de los “nuevos derechos del hombre”, categorías enteras de seres humanos pueden ser condenado a muerte sin que los asesinos cometan homicidio. Estos seres se ven privados de todos sus derechos y toda protección jurídica esta apartada de ellos”.
No es de extrañar, entonces, que el P. Schooyans informe que,
“La presencia cristiana perturba a la presente ONU, ya que en el dominio de la antropología, la ONU ha rechazado toda referencia a la verdad… Está claro para todos que la Iglesia no puede admitir que toda referencia a la verdad sea expulsada”.