Por aquellos días, como de nuevo se había reunido mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y si los despido a sus casas en ayunas, van a desmayar por el camino. Además, algunos han venido desde lejos»
Le replicaron sus discípulos: «¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para saciar a tantos?».
Él les preguntó: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos contestaron: «Siete».
Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente. Tenían también unos cuantos peces; Jesús pronunció sobre ellos la bendición, y mandó que los sirvieran también.
La gente comió hasta quedar saciada y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil y los despidió; y enseguida montó en la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta. Marcos 8, 1-10
El pasaje de la multiplicación de los panes aparece en todos los evangelistas, pero en el de san Marcos tiene un encanto especial. Ya es conocido por todos que este evangelista redacta su evangelio con un espíritu de observación y con unos detalles delicados que se hallan ausentes en los otros evangelistas. No queremos decir que éstos no perciban tales detalles; tan solo que no lo expresaron en sus escritos.
Pasemos a nuestro texto. Comentarlo entero nos llevaría bastante tiempo y por eso hemos pensado que bastará con señalar algunas ideas.
Se nos dice que una muchedumbre seguía a Jesús. En esta ocasión la persona de Jesús congregó en torno suyo a 4000 personas. No es un número nada despreciable, ¿verdad? Y si tantos seguían a Jesús un día cualquiera es porque todos ellos se sintieron amados por Él. Si Jesús influye positivamente en toda esta gente es porque los ama y de forma muy personal a cada uno de ellos. Nunca influimos positivamente en quien despreciamos, no es posible el influjo. Si tú desprecias a una persona, lo que le digas no entrará porque advierte ese desprecio tuyo. En nosotros, también en los que escuchaban a Jesús, hay una capacidad de captación de las actitudes de los otros, que no es simplemente el camino de las palabras o de los gestos explícitos, sino del estado de ánimo de tal persona: si esa persona no nos estima o nos desprecia, lo captamos. Y lo que viene de una persona que no nos estima, como ya hemos dicho, no nos penetra, sino más bien crea una reacción contraria, una reacción de defensa, de rechazo frente a él. Toda esta gente que sigue a Jesús percibe con claridad que Él los ama, y por eso precisamente le siguen.
La muchedumbre responde al amor de Jesús con el amor y con la confianza. Toda esta gente ama a Jesús y confía en Él, al menos en un principio. Llevan tres días con Jesús, la comida se les ha terminado y nada de esto les importa. Y si nada les importa es porque en sus corazones anida la esperanza y la confianza en este hombre que les habla de la vida eterna. Si Él les ha saciado del hambre espiritual, ¿no les saciará del alimento material? Ellos se entregan a Jesús porque aceptan y creen en el amor con el que Jesús se les entrega. Y es que la caridad verdadera que nos trae Jesús es la de la entrega, y lo es porque Él es el primero que se entrega.