EL Pontífice volvió a llamar más tarde para desearle feliz año a la congregación y a todo el pueblo de Lucena
Sor Adriana de Jesús Resucitado, priora de la congregación, manifestó este jueves que la relación con las tres monjas argentinas que residen en la avenida de Santa Teresa, número 6 de Lucena, empezó hace 15 años, cuando Jorge Mario Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires. «Siempre llamaba pidiendo oraciones y se interesaba por nosotras, aunque nunca hubo un trato directo y personal».
«Nosotras nos vinimos a España cuando Su Santidad ocupaba el cargo de obispo auxiliar de Buenos Aires». Sor Adriana aseguró que ya en Argentina era muy conocido como director espiritual y que tenía fama por su «santidad».
Hace algún tiempo, cuando el actual pontífice impartió los ejercicios espirituales a la Conferencia Episcopal Española, estuvo a punto de trasladarse a Lucena. En aquel momento ostentaba la dignidad de cardenal primado de Argentina y habló con monseñor Asenjo Pelegrina –antiguo obispo de la Diócesis de Córdoba-. «Lo mandaron marchar a Roma por el sínodo y nos llamó para explicar el cambio de plan».
Estaban rezando
El Papa Francisco marcó el número del monasterio carmelita, en primer lugar, a las 11:45 horas. «En ese momento estábamos rezando ya que seguimos la vida de observancia y fue a parar al contestador. Nos dio mucha pena, pero como dijo que lo iba a volver a intentar, en cualquier instante esperábamos un llamado de él», explicó Sor Adriana.
Según la madre Adriana, el Papa Francisco insistió en trasladar mensajes de ánimo, esperanza y alegría. «Nosotras le apuntamos que estábamos en un barrio de la periferia de Lucena, de gente trabajadora, humilde y que lo están pasando mal, pero que él caía bien».
Un saludo para todo el pueblo
Cuando el Santo Padre escuchó este comentario, «se puso serio». «Por favor, por favor, les pido que a todo el mundo, que de una manera u otra se relacione con vuestro monasterio, le digan que el Papa les manda un saludo». Sor Adriana aclaró a este medio, que el saludo argentino encierra connotaciones cariñosas, fraternales, de recuerdo y de bendición. «Especialmente se acordó de los que lo están pasando mal y extendió su saludo, su bendición y el deseo de un feliz año a todo el pueblo de Lucena».
El diálogo entre el Papa Francisco y las religiosas discurrió en un ambiente de cercanía, de amistad, de diálogo. «Es el mismo de siempre». Sor Adriana recuerda que un objetivo del Papa es que nadie se sienta excluido por razón de fe o de creencia. «Jamás pensamos que nos podría llamar, aunque sabíamos que estábamos en su corazón porque nos conocíamos desde hace muchos años, pero no nos imaginábamos que le robaríamos el más mínimo tiempo. Es una alegría inmensa», resume sor Adriana de Jesús Resucitado.
El Papa, para concluir, prometió que enviaría hasta el convento lucentino un ejemplar de su última exhortación «Evangelii Gaudium» (La alegría del Evangelio). «El manjar más delicioso para el demonio es la tristeza», es una de las sentencias que el Papa incluye en el citado documento.