Retos: Cerrar los ojos
Cerrar los ojos, como tú, en brazos de la buena Madre. En la oración que me llegó hace algún tiempo, también se le pide a San José que nos enseñe esto. Y lo recordé repentinamente hace poco, el día en que había acudido a ti y me había quedado a tus pies, como otras veces, enmudecida por la angustia, sin querer suplicarte nada. Tú ya lo sabías todo, y mucho mejor de lo que yo habría podido decirte.
Cerré los ojos a tus pies pensando con lástima en los discípulos de Getsemaní. ¡Cuántas veces he sido uno de ellos! Y también sabes que a veces nos dormimos de pura tristeza, anulados por el dolor. Pero hay momentos en que Tú me tocas. Cuando estoy de rodillas, de rodillas ante ti, rostro en tierra como estuve en la falda del Sinaí, y ni siquiera suplico porque no hay palabras que me puedan expresar, a veces me tocas en el hombro o me pones la mano sobre la cabeza… y sé que estás ahí y que conoces lo que me ocurre. En alguna ocasión me alivias, otras me parece que sufres conmigo, Tú, el infinitamente compasivo, el interminablemente misericordioso…
¡Cómo me sobrecoges cuando en un solo instante cambias totalmente las cosas! Solo Tú puedes hacer que en menos de lo que dura un suspiro brille la luz donde todo es tiniebla, entre un soplo de aire cálido cuando todo el ser está aterido, los ojos torpes perciban un camino donde todo era maraña angustiosa, renazca la esperanza justo en el lugar donde crecía la retama bajo la que se arroja el vencido por la fatiga y la desesperanza…
Me postré ante ti, muda no ya por el dolor, sino por el asombro. Ni siquiera acertaba a darte las gracias. Creo que ni lo intentaba, anonadada por el estupor. Solo instantes atrás, tan inesperado y tan imposible era ese cambio que, como alguna otra vez, sentí que nadie más que Tú podía ser el autor. Imaginé –sí, lo imaginé, pero creo que también en eso estás Tú, en imaginaciones, ilusiones y sueños- que me señalabas a tu madre, que me indicabas que ella había intercedido. Recordé las palabras de una persona muy querida: “Tiene su estilo; las cosas que hace la Virgen tienen su estilo”. Y te vi, y eso quería decirte, te vi igual que a la Virgen Odigitria, que te señala a ti, único y verdadero Camino. Tú me la señalabas a ella. Me enseñaste a cerrar los ojos en sus brazos de buena madre. Sé con certeza que ella me llevará a ti y que te presentará mi corazón, esté atribulado o rebosante de gratitud.
Ángela C. Ionescu