Hace 30 ańos, san Juan Pablo II, mediante la instituciōn de las Jornadas Mundiales de la Familia, el Family Day, y el corpus doctrinal sobre el Lenguaje del cuerpo y el Sacramento del matrimonio, rescataba la Domus Ecclesiae de toda falsa idea propuesta por diversas corrientes culturales maniqueas y no personalistas. Estas iniciativas pontificas han tenido tanta fuerza profētica como las JMJ, y siguen siendo de gran actualidad. En nuestros dias el papa Francisco ha anunciado que en septiembre de 2015 tendrá lugar el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia. Comentando la escena del encuentro de la Sagrada familia de Nazaret con Simeón y Ana en Jerusalén, dice: «Es una hermosa estampa: dos jóvenes padres y dos personas ancianas, reunidas por Jesús. ¡Realmente Jesús hace que generaciones diferentes se encuentren y se unan! Él es la fuente inagotable de ese amor que vence todo egoísmo, toda soledad, toda tristeza.
«En su camino familiar, ustedes comparten tantos momentos inolvidables: las comidas, el descanso, las tareas de la casa, la diversión, la oración, las excursiones y peregrinaciones, la solidaridad con los necesitados… Sin embargo, si falta el amor, falta la alegría, y el amor auténtico nos lo da Jesús: Él nos ofrece su Palabra, que ilumina nuestro camino; nos da el Pan de vida, que nos sostiene en las fatigas de cada día.»
Caminemos juntos como Iglesia doméstica a través de la historia, leamos en este contexto sinodal la Catequesis 113 de Juan Pablo II: El amor conyugal en la Carta a los Efesios (4-VII-84/8-VII-84).
PRIMERA PARTE; 1 a 5
«Hoy vamos a referirnos al texto clásico del capítulo 5 de la Carta a los Efesios, la cual revela las fuentes eternas de la Alianza en el amor del Padre y, a la vez, su nueva y definitiva institución en Jesucristo.
«El autor de la Carta a los Efesios no duda en extender la analogía de la unión de Cristo con la Iglesia en el amor esponsal, delineada de un modo tan «absoluto» y «escatológico», al signo sacramental del pacto esponsal del hombre y de la mujer, los cuales están «sujetos los unos a los otros en el temor de Cristo» (Ef 5, 21.32). No vacila en extender aquella analogía mística al «lenguaje del cuerpo», interpretado en la verdad del amor esponsal y de la unión conyugal de los dos ». Cfr. & 1.
«Este magnífico texto, aproxima el «lenguaje del cuerpo», encerrado en el signo sacramental del matrimonio, a la dimensión de la santidad real.
«Los sacramentos insertan la santidad1 en el terreno de la humanidad del hombre; penetran el alma y el cuerpo, la femineidad y la masculinidad del sujeto personal, con la fuerza de la santidad. Todo ello viene expresado en el lenguaje de la liturgia: en él se expresa y se hace realidad.
«La liturgia, el lenguaje litúrgico, eleva el pacto conyugal del hombre y de la mujer, fundamentado en «el lenguaje del cuerpo» interpretado en la verdad, a las dimensiones del «misterio» y, al mismo tiempo, permite que tal pacto se realice en las susodichas dimensiones mediante el «lenguaje del cuerpo».
«De esto habla precisamente el signo del sacramento del matrimonio, el cual, en el lenguaje litúrgico, expresa un suceso interpersonal, cargado de intenso contenido personalista, encomendado a los dos «hasta la muerte». El signo sacramental significa no sólo el «fieri» -el hacer del matrimonio- sino que edifica todo su «esse», su duración: el uno y el otro en cuanto realidad sagrada y sacramental, radicada en la dimensión de la Alianza y de la Gracia, en la dimensión de la creación y de la redención. (…) El lenguaje litúrgico confía a entre ambos, al hombre y a la mujer, el amor, la fidelidad y la honestidad conyugal mediante el «lenguaje del cuerpo». Les confía la unidad y la indisolubilidad del matrimonio con el «lenguaje del cuerpo». Les asigna como tarea todo el «sacrum» de la persona y de la comunión de las personas, igualmente las respectivas femineidad y masculinidad precisamente con este lenguaje». Cfr. &2. En este sentido afirmamos que la expresión litúrgica llega a ser «lenguaje del cuerpo».
El «ethos» o la «espiritualidad» del matrimonio»: En la vida diaria de los esposos estos hechos se convierten en obligaciones, y las obligaciones en hechos. Estos hechos -como también los compromisos- son de naturaleza espiritual, sin embargo se expresan al mismo tiempo con el «lenguaje del cuerpo».
El autor de la Carta a los Efesios escribe a este propósito: «…los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo…» (Ef 5, 33), (= «como a sí mismos» Ef 5, 33), «y la mujer reverencie a su marido» (Ef 5, 33). Ambos, finalmente estén «sujetos los unos a los otros en el temor de Cristo» (Ef 5, 21).
El «lenguaje del cuerpo», en cuanto ininterrumpida continuidad del lenguaje litúrgico se expresa no sólo como el atractivo y la complacencia recíproca del Cantar de los Cantares, sino también como una profunda experiencia del «sacrum» que parece estar inmerso en la misma masculinidad y femineidad mediante la dimensión del «mysterium»: «mysterium magnum» de la Carta a los Efesios, que ahonda sus raíces precisamente en el «principio», es decir, en el misterio de la creación del hombre: varón y hembra a imagen de Dios, llamados ya «desde el principio», a ser signo visible del amor creativo de Dios. Cfr. & 3.
Juan Ignacio Echegaray.
1 Participación a la Vida de Cristo Resucitado que vence el miedo a la muerte, por los dones y la persona del Espīritu Santo enviado por el Padre.