La homosexualidad representa una atracción sexual, más o menos exclusiva, hacia personas del mismo sexo. Corresponde a una tendencia sexual que se constituye durante el desarrollo afectivo de la persona, pero que se fija sobre la base de un conflicto psíquico no resuelto.
La identidad sexual, es decir, el hecho de ser hombre o mujer, es un dato objetivo; sin embargo, la orientación sexual es el resultado de un proceso histórico y no de un hecho que se impone desde el nacimiento. Una visión cada vez más extendida pero incierta es la que da a entender que algunos nacen heterosexuales y otros homosexuales. Nunca se ha probado que esta tendencia tenga un origen genético. Se trata más bien de una representación psicológica de la vida instintiva del individuo que se articula alrededor de la atracción por personas del mismo sexo y la exclusión del otro.
Según numerosos trabajos de investigación y teóricos, además de la experiencia clínica en el desarrollo de psicoterapias con personas homosexuales, la fijación homosexual puede ser precoz y, por tanto, puede dar la impresión de que se ha nacido con esa tendencia. Conviene hacer una distinción entre la experiencia homosexuada y la orientación homosexual, a partir de la cual el sujeto busca “erotizar” la relación. De una manera general, se puede decir que la identificación homosexuada no es una tendencia patológica: es una componente de la sexualidad humana en el sentido de que el niño/a busca una necesaria identificación con las personas del mismo sexo para confortar su identidad sexual.
la importancia de las relaciones familiares
El proceso de identificación comienza de manera positiva o negativa a partir de la imagen de los padres. El niño/a puede, por diversos motivos, rechazar una identificación con el padre o la madre del mismo sexo, corriendo el riesgo de estar predispuesto a buscar con posterioridad, en personas de su mismo sexo, unas características imaginarias de fuerza y de potencia que temía en el padre o la madre del mismo sexo.
Según un estudio publicado en octubre de 2006 en la revista “Archives of Sexual Behavior”, realizado con una muestra poblacional de dos millones de personas, nacidas en Dinamarca, de entre 18 y 49 años (lo cual proporciona una gran fiabilidad al estudio, pues la selección de la muestra es amplísima), las experiencias familiares infantiles son determinantes en las decisiones sobre un futuro matrimonio heterosexual u homosexual en la vida adulta.
Dinamarca fue el primer país en legalizar las uniones homosexuales y tiene estadísticas completas de uniones del mismo sexo desde 1989. El estudio refleja lo siguiente:
• Los hombres que “se casan” con otros hombres tienen más posibilidades de haberse criado en una familia con relaciones parentales inestables (padres ausentes, desconocidos o divorciados).
• También en las uniones lesbianas se observa una relación con la infancia marcada por una familia rota. Se dan especialmente en mujeres “que experimentaron la muerte materna durante la adolescencia, matrimonios cortos de los progenitores (padre y madre), y mujeres que vivieron con sus padres con ausencia —de larga duración— de la madre”.
• Hombres y mujeres de “padres desconocidos” tenían menos posibilidades de casarse con alguien del sexo opuesto que sus equivalentes con padre conocido.
• Los hombres que experimentaron la muerte de su padre durante la infancia o adolescencia “tenían índices de matrimonio heterosexual significantemente más bajos que aquellos que tenían ambos padres vivos en su 18.º cumpleaños. Cuanto más joven moría el padre, menos posibilidad de matrimonio heterosexual”.
• Los índices de matrimonios homosexuales eran un 36% (para hombres) y un 26% (para mujeres), más altos entre aquellos que vivieron el divorcio de sus padres cuando llevaban menos de 6 años casados que entre aquellos cuyos padres estuvieron casados los 18 años de su infancia y adolescencia.
• Los hombres cuyos padres se divorciaron antes de su 6.º cumpleaños tenían un 39% más de posibilidades de casarse con otros hombres que los hijos de matrimonios intactos.
• Los hombres cuya cohabitación con ambos padres acabó antes de los 18 años tenían entre un 55% y un 76% más posibilidades de casarse con otros hombres que los hombres que vivieron con sus padres hasta los 18 años.
• Ser hijo único aumenta el riesgo de ser homosexual. También lo aumenta la edad de la madre: a más edad de la madre, más posibilidad de unión homosexual en los hijos.
• Los nacidos en ciudades grandes tenían mayor posibilidad de unirse a una persona del mismo sexo. «Cualesquiera que sean los ingredientes que determinan las preferencias sexuales y maritales de una persona”, dicen los investigadores, “nuestro estudio basado en una gran cantidad de población muestra que las interacciones parentales son importantes”. (℮)
fracaso de la experiencia de Edipo
El psicoanálisis, según el pensamiento de Freud, ha propuesto una teoría general de la homosexualidad que ha quedado confirmada por la experiencia clínica: la homosexualidad es una fijación sexual adquirida en la sexualidad primaria y expresa un fracaso de la experiencia de Edipo. Casi siempre estas personalidades se quedan en una inmadurez afectiva, aunque intelectual y socialmente puedan ser brillantes. A menudo descansan sobre un fondo depresivo que puede ser compensado con reivindicaciones narcisistas, con una necesidad de presentarse como víctima de los demás, de su familia, de la sociedad… y, finalmente, con una necesidad constante de reconocimiento.
Las elecciones afectivas son con frecuencia inestables por causa de una “erotización” inmediata y parcial de sus compañeros del mismo sexo. Freud ha puesto en evidencia el vínculo que existe entre la homosexualidad y la paranoia (que corresponde al sentimiento de persecución, de celos, de grandeza) como una manera de defenderse y de protegerse permanentemente contra una agresión imaginaria.
La homosexualidad masculina representa, entre otras cosas, un conjunto de conductas que expresan de manera inconsciente una relación femenina con el padre. En la historia de las personas homosexuales se observa con frecuencia un resentimiento hacia el padre que está relacionado con una identificación paternal imposible. El sujeto reprocha al padre, de manera más o menos imaginaria, su ausencia, su debilidad y un vago deseo hacia él. La madre podrá ser sobreestimada en la medida que no reconozca ni valorice el lugar del padre.
homosexualidad femenina
Por otra parte, la homosexualidad femenina no es simétrica a la homosexualidad masculina, aunque existan algunas características comunes. A menudo se da entre las lesbianas una identificación masiva con la imagen del padre, acompañada de manera paradójica por un asco sentido hacia la imagen masculina, lo que provoca una desconfianza y un rechazo sexual hacia los hombres. La madre es idealizada frecuentemente y percibida como alguien que minusvalora el cuerpo. Esta relación deja constancia de una difícil identificación materna, necesaria, por otra parte, para acceder a la feminidad.
El fracaso en la identificación sexual por parte de la lesbiana, es decir, la imposibilidad de alcanzar realmente su feminidad en una relación masculina favorecerá que adopte actitudes viriles o, por el contrario, de sumisión y busque compañeras complementarias a su perfil activo o pasivo.
Veamos otro estudio, éste con una muestra de 7.643 mujeres de entre 14 y 44 años, realizado con datos recogidos en 2002 por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos. Según el director del estudio, Patrick F. Fagan, “esta investigación socava la afirmación que decía que la homosexualidad es en su mayor parte de origen genético y biológico”. El investigador señala que ya se había estudiado el efecto de la madre en el desarrollo sexual de la niña, pero la novedad estriba en que «estos datos parecen indicar que el padre juega también un papel crucial en el desarrollo sexual de la hija». Del estudio se desprende lo siguiente:
• La ausencia del padre durante la infancia multiplica por tres el riesgo de lesbianismo.
• Las niñas criadas sin padre que, ya crecidas, no practican una religión, tienen incluso cinco veces más riesgo de ser lesbianas.
• Las mujeres que se criaron en hogares donde faltaba su padre biológico tienen tres veces más posibilidades de haber practicado el lesbianismo que las que crecieron con su padre en casa.
• Además, las mujeres que nunca acuden a servicios religiosos también ven triplicada su probabilidad de practicar el lesbianismo que las que sí acuden al templo o a la Iglesia semanalmente.
Si se combinan ambas cosas (ausencia de padre biológico en la infancia y ausencia de práctica religiosa al crecer), la probabilidad de haber tenido al menos una pareja lesbiana en el último año se multiplica casi por cinco respecto a las mujeres que se criaron con su padre y hoy acuden a servicios religiosos semanales.
En el primer grupo, un 9,5% de las encuestadas han tenido una pareja del mismo sexo; en el segundo grupo, el de las mujeres criadas con sus padres que hoy practican una religión y acuden a los servicios semanalmente, la pareja lesbiana se da sólo en un 2,1% de casos. Según el autor del estudio, Patrick Fagan, “con la ruptura continuada de familias es razonable esperar un aumento en el comportamiento homosexual de las mujeres. Las dificultades en el desarrollo de identificación sexual con el padre del mismo sexo aumentarán allí donde hay una ruptura del enlace entre los padres. (℮₂)
abuso sexual infantil
El abuso sexual infantil también es causa de conductas sexuales desviadas. Así, según “Archives of Sexual Behavior” (2001), el 46% de los hombres homosexuales y el 22% de las mujeres homosexuales fueron sexualmente molestadas en su infancia por una persona del mismo sexo. En cambio, entre la población heterosexual sólo un 7% de los hombres y un 1% de las mujeres sufrió acoso o abusos sexuales en su infancia por una persona del mismo sexo.
David Finkelhor, experto en abuso sexual infantil, dice: “Los chicos que fueron sexualmente molestados por hombres mayores tuvieron, al crecer, cuatro veces más posibilidades de implicarse en actividad homosexual que los que no fueron víctimas. Más aún, los adolescentes a menudo relacionaban su homosexualidad con sus experiencias de abuso sexual”. (℮₃)
Favorece la homosexualidad todo lo que en la familia proponga al niño unas imágenes de los padres mal individualizadas sexualmente, o todo lo que en la educación o en la sociedad suprima la identificación sexual. La homosexualidad se desarrolla siempre en el fracaso de la identificación sexual. Observemos que un cierto desprecio por el hombre, pero también la negación del padre o una supervaloración de la mujer, especialmente en las sociedades occidentales, lleva a la compensación homosexual. Este hecho ha sido observado con frecuencia en la historia.
fenómeno marginal
La homosexualidad es, y ha sido siempre, un fenómeno marginal. Según encuestas serias, no afecta más que a un 3 ó 4% de la población, que son los que reconocen haber tenido al menos una vez una experiencia homosexual en su vida (Encuesta Spira France 1992). Si se restan a estas cifras algunos intentos durante la adolescencia y conductas de reacción que han podido presentarse en otras personas, el porcentaje se reduce considerablemente.
Los estudios que confieren a la homosexualidad una carga estrictamente genética son tres: el informe LeVay, el informe Baylyie-Pillard, y el informe Hammer; los tres han sido rechazados finalmente por la comunidad científica como faltos de rigor y poco concluyentes. (3) Actualmente, no hay datos para afirmar que la homosexualidad sea un trastorno orgánico, con base hormonal o neurológica.
La experiencia clínica demuestra que hombres y mujeres que querían dejar de ser homosexuales lo han logrado. Terapeutas que han afirmado obtener resultados satisfactorios con sus tratamientos son, entre otros: Bieber , Soccaridis , Nicolosi, Hatteter, Gershman , Hadden, Hamilton, Van der Aardweg, Barnhouse, Ellis, etc. La mayoría de estos autores han publicado sus trabajos antes de la exclusión de la homosexualidad del DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) en 1973.
Conviene señalar que el cambio con respecto a la homosexualidad se originó en la década de los setenta, cuando en medio de un gran debate la homosexualidad pasó de ser considerada un trastorno de conducta a una nueva orientación sexual, tan legítima como la heterosexual. De esta forma, en 1973, la homosexualidad fue retirada del catálogo internacional de enfermedades psiquiátricas, el DSM. Hasta ese momento, la homosexualidad había sido considerada como un trastorno psíquico. La decisión fue polémica y se inició en un Congreso de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) en San Francisco, la ciudad que se jacta de poseer la mayor población “gay” del mundo.
En esa ocasión, el Centro de Congresos de San Francisco, donde tuvo lugar la reunión de la APA, fue literalmente tomado por activistas de la comunidad “gay”, que impidieron el curso normal de las sesiones. Psiquiatras de reconocido prestigio que se dedicaban al estudio y tratamiento de la homosexualidad vieron boicoteadas sus intervenciones. Bajo esta situación tan anómala se llevó adelante una votación para eliminar la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales (DSM) y se aprobó con el 58% de los votos. Fue una decisión política tomada bajo presiones, no una decisión serena realizada a la luz de un análisis científico y racional.
“Comprender y sanar la homosexualidad”
Richard Cohen. Editorial LibrosLibres.
Madrid (2004)
Richard Cohen, ex homosexual y psicoterapeuta, casado y con tres hijos, autor del libro “Comprender y sanar la homosexualidad”, revisa los estudios que configuran a la homosexualidad como una situación genética de la que es imposible escapar y ofrece soluciones válidas desde la propia experiencia. Entre las causas de la homosexualidad, Cohen —a diferencia del psicoanálisis que incidía en problemas de relación entre padres e hijos, y traumas sexuales en la infancia— analiza una serie de variables complejas que conducen a que un individuo experimente atracción hacia personas de su mismo sexo; entre otras, la variable familiar, entendida como el conjunto de problemas que inciden en una familia, y que a menudo están sin resolver; otra variable que influye en el desarrollo de la conducta homosexual es el temperamento. Es real que en los varones homosexuales hay una mayor sensibilidad; el niño hipersensible reaccionará con más dolor y frustración ante los temas difíciles que se plantean en la familia. Muchos de los homosexuales varones tienen una naturaleza sumisa, en lugar de un carácter agresivo. También estos niños suelen poseer una inclinación artística; gozar de una naturaleza artística puede ser una carga si la familia rechaza o malinterpreta las dotes del niño.
Cohen señala igualmente que entre las causas de la homosexualidad están las heridas recibidas en la infancia y juventud, que clasifica como heridas homoemocionales y heteroemocionales, según sean causadas por familiares o allegados del mismo o distinto sexo. Estas heridas inciden más en sujetos hipersensibles que, al llegar a la pubertad, pueden encontrarse con dificultades para asumir el propio rol sexual. También es posible que tiendan a compensar las carencias afectivas que han sufrido con apegamientos y conductas sexuales desviadas hacia el mismo sexo.
En una entrevista al Diario “La Razón”, Cohen decía lo siguiente: “Yo siempre me di cuenta de que algo no iba bien, por más que a mi alrededor insistieran en que era lo más normal del mundo. Logré descubrir de dónde provenían los deseos que yo tenía hacia los de mi propio sexo; aprendí a curar aquellas heridas y a dar cumplimiento a las necesidades que seguían insatisfechas desde mi infancia. La lectura de este libro y el seguimiento de este plan redundará en un gran beneficio: un camino de salida para volver a ser normal. He cometido tantos errores que eso permitirá a otros evitar algunos de los obstáculos en el camino hacia la libertad. He ayudado a otros a conseguir que lo que a mí me llevó diez años a ellos les cueste uno, dos o tres”.
En la segunda parte del libro, el autor se centra en la terapia de reorientación sexual, dividida en cuatro etapas. En la primera etapa el individuo debe evitar la conducta sexual anómala y para ello desligarse del mundo homosexual. Insiste en la necesidad de desarrollar una serie de vínculos sanos y positivos, para lo que es imprescindible contar con un grupo de apoyo. En segundo lugar, la fase de arraigo se debe comenzar con una terapia cognitiva, deshaciendo falsos reconocimientos y razonamientos equivocados. Aquí el sujeto debe mejorar su autoestima desarrollando habilidades, identificando sentimientos, pensamientos y necesidades.
Las dos últimas etapas se centran en la curación de las heridas psíquicas que causan esa atracción hacia personas del mismo sexo, y además las dependencias afectivas que, en muchos casos, son más importantes que la propia tendencia homosexual. Toda la terapia de Cohen tiene una base profundamente espiritual. Cohen afirma el valor de la oración, contar con un Dios que es Padre y que ayuda al que de manera recta busca solucionar su problema. Al final del libro se da una lista de instituciones de apoyo que actúan para sanar la homosexualidad, de distintas organizaciones religiosas y civiles.