«En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Pero él le contestó, diciendo: “Está escrito: ‘No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’». Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”. Jesús le dijo: “También está escrito: ‘No tentarás al Señor, tu Dios’”. Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: “Todo esto te daré, si te postras y me adoras.”. Entonces le dijo Jesús: “Vete, Satanás, porque está escrito: ‘Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto’». Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían». (Mt 4,1-11)
Primer Domingo de Cuaresma, comenzamos el recorrido de preparación a la Pascua. Jesús es llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado. Jesús es llevado al desierto, ¿a dónde eres llevado tú en esta Cuaresma?, y Él es llevado para ser tentado, ¿cuál es la finalidad de este tiempo para ti? ¿Piensas, querido lector, que el Señor tiene pensado algo para ti? Y si es así, ¿será algo bueno o una pérdida de tiempo?
Es curioso el dato de que Jesús es tentado tres veces, y además, el tentador siempre busca lo mismo. El diablo —aquel que divide— buscará llevar a Jesús a renegar de la historia, a separarse de su Padre porque todo parece ser un absurdo.
Después de padecer estas tentaciones, Jesús experimenta el consuelo, el testimonio de un Padre que ha estado y estará con Él siempre. Estas tentaciones padecidas en el desierto durante cuarenta días nos recuerdan los cuarenta años del Pueblo Elegido que será tentado y será puesta a prueba su fidelidad al Dios único que les ha liberado de la esclavitud, para ser introducidos en la Tierra Prometida.
Nosotros, nuevo Pueblo elegido, somos invitados a dejarnos llevar por el Espíritu al desierto, a dejarnos guiar, a ser tentados, a darnos cuenta de nuestra debilidad y de la fidelidad de Aquel que nos ha llamado de la esclavitud a la libertad, para llevarnos a esa Tierra Prometida que será, al final de la Cuaresma, la celebración de la victoria de Jesucristo, vencedor no solo de las tentaciones sino también de la muerte.
Bendice a Dios si eres tentado, pero más aún, permanece unido a aquel de quien has escuchado la invitación a entrar en tu propio desierto, para salir con una experiencia sólida al ver que será Él quien derrote a tus enemigos y enviará a sus ángeles para tu servicio.
Miguel Ángel Bravo