En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiere servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sierva, el Padre lo honrará». (Juan 12, 24-26)
Buenísima palabra para las vacaciones porque me pone en guardia ante mi peor enemigo que soy yo mismo. Es importante mirar el fruto y la calidad del mismo. El problema profundo del hombre es su identidad, no saber para y por qué existe; no entender lo que ocurre a su alrededor. Esta situación de angustia nos lleva a buscarnos en todo tipo de placeres temporales y mortíferos que nos llevan a una soledad y tristeza profundos y nos incapacitan para relacionarnos con los demás.
San Pablo ha experimentado esta realidad, como hombre, y por eso desde su experiencia nos invita a «llevar siempre en nuestro cuerpo el morir de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2Cor 4, 10). El cristiano no tiene vacaciones, ni jubilación, ni tiempos muertos porque el amor de Cristo le apremia. No somos moralistas, ni filósofos, ni «vende motos»; es en nuestro cuerpo (las manos, la cara, las piernas, etc.) dónde se ve nuestra disposición y nuestra entrega a los demás. El que muere, cayendo en tierra por el otro, –es decir humillándose, haciéndose su servidor– es en el que se manifiesta LA VIDA que le confirma su procedencia: HIJO DE DIOS.
El Señor nos invita a servirle; esto implica el descubrirle a Él en los demás. Tenemos la tentación de pensar que las vacaciones son para nosotros, que son un derecho para «darle al cuerpo alegría» y es todo lo contrario. ¿Que buscamos en las vacaciones? Descanso, tranquilidad, «libertad», diversión… «Venid a mi todos los que estáis cansados y sobrecargados que Yo os daré descanso» (Mt 11, 28) . El Señor nos da hoy una palabra que puede iluminar nuestra situación de hoy, aunque nos encontremos de vacaciones. Estas no van a cambiar nuestra situación de fondo y al final de ellas volveremos cabizbajos, –cuan guerreros derrotados– a nuestra triste historia. Busquemos el premio que da nuestro generoso Dios: su Reino, la eternidad y todo lo demás (lo efímero y temporal) nos será dado (Mt 6, 33).