En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros a anidar en sus ramas».
Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta para que todo fermenta».
Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo». (Mateo 13, 31-35)
Continuamos todavía hoy con el discurso de las parábolas del Reino, que Jesús enseña a sus seguidores.Hay que notar que Jesús, para explicar lo que es el Reino de Dios, que El llama Reino de los cielos, adaptándose al lenguaje común de su pueblo, no recurre a definiciones teológicas abstractas, imposibles de entender para la gente sencilla. El utiliza imágenes, ejemplos, parábolas, tomadas de la vida cotidiana de sus oyentes. En cada una, subraya un aspecto esencial de ese Reino misterioso que El ha venido a anunciar, y que comienza a realizarse con su Persona.
Hoy nos habla del grano de mostaza: la más pequeña de las semillas, apenas la cabeza de un alfiler; y que al desarrollarse viene a ser un arbusto frondoso mayor que todas las hortalizas.
¿Qué aspecto del Reino está señalando Jesús? El contraste entre los humildes comienzos y el gran desarrollo posterior. Porque en el Reino que El inaugura, los inicios son también insignificantes: ¿Se puede pensar que el Reino del Todopoderoso esté constituído por un oscuro maestro galileo, sus doce discípulos, y algunas decenas de seguidores ocasionales? ¿No resulta ello algo ridículo? Y, sin embargo, enseña Jesús, ese Reino tendrá un crecimiento mucho mayor que todo el Judaísmo, y muchos paganos, los pájaros, vendrán a cobijarse en él. Lo cual ha sido, sin duda, confirmado por la historia secular de la Iglesia.
¡No os desanimen estos humildes comienzos -enseña Jesús-. Yo os digo que este Nuevo Pueblo de Dios será mayor que cualquier otro pueblo o religión!. Porque los comienzos humildes son algo esencial en toda obra de Dios en la historia. Pensemos, por ejemplo, en el pueblo de Israel, que empezó siendo un pueblo de esclavos en Egipto. Dios manifiesta su Gloria, su grandeza y su poder, a través de los humildes.
Después nos habla de la levadura que se mezcla en la masa. Basta una pequeña porción de aquella para fermentar una gran cantidad de harina mezclada con ella. ¿Qué pretende señalar aquí Jesús? El poder transformador del Reino, introducido en la sociedad. Basta una pequeña comunidad cristiana para fermentar todo el pueblo circundante. Así ocurrió históricamente con el Imperio Romano.
De nuevo, el contraste entre lo pequeño de la levadura y lo grande de la masa. ¿Cómo puede un poco de levadura fermentar, transformar una gran masa de harina? Porque, mientras la harina está muerta, en la levadura hay vida; éste es el principio transformador. Así es el plan de Dios, nos dice Jesús: en el Reino, aunque pequeño, hay una vida -la misma Vida de Dios- que se transmite por contagio, y, finalmente, cambia la sociedad entera.
Por tanto, Jesús nos habla de la fuerza vivificadora de su Palabra, que crea el Reino entre los que la acogen, para crecer y transformar toda la sociedad.
No está lejos de nosotros este mensaje: Porque si bien hoy día la Iglesia, la comunidad de Jesús, parece haber perdido toda capacidad de influir en la sociedad moderna, El nos dice: -¡No es así! Donde haya cristianos auténticos, la Iglesia crecerá mucho más de lo esperable, y transformará la sociedad entera que la circunde.