En aquel tiempo, decía Jesús:
¿A qué es semejante el reino de Dios o a qué lo compararé?
Es semejante a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; creció, se hizo un árbol y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas».
Y dijo de nuevo:
¿ A qué compararé el reino de Dios?
Es semejante a la levadura que una mujer tomó y metió en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó».(Lc 13, 18-21)
Hay que notar, en principio, que Jesús, para explicar lo que es el Reino de Dios, no recurre a definiciones filosóficas abstractas, imposibles de entender a la gente sencilla que le escucha. El utiliza imágenes, ejemplos, parábolas, tomadas de la vida cotidiana de sus oyentes. En cada una subraya algún aspecto esencial de ese Reino misterioso que viene a anunciar y que de algún modo comienza a realizarse con su persona.
Hoy nos hable del grano de mostaza: La más pequeña de las semillas, apenas la cabeza de un alfiler; y que, al crecer, se hace más grande que todas las hortalizas y viene a ser un arbusto frondoso.
¿Qué aspecto del Reino está señalando Jesús? El contraste entre sus humildes comienzos y el gran desarrollo posterior. Porque en el Reino que El inaugura, los inicios son también insignificantes: ¿Se puede pensar que el Reino del Todopoderoso esté constituído por un oscuro maestro galileo, sus doce discípulos y algunas decenas de seguidores ocasionales? ¿No resulta algo ridículo?
Y sin embargo, enseña Jesús, ese Reino tendrá tal crecimiento que será mayor que todo el judaísmo, y muchos paganos -los pájaros- vendrán a cobijarse en él. Lo cual ha sido, sin duda, confirmado por la historia secular de la Iglesia.
-¡No os desanimen estos humildes comienzos -enseña Jesús- Yo os digo que ese nuevo pueblo de Dios será mayor que cualquier otro pueblo o religión!
Después nos habla de la levadura que se mezcla con la masa. Basta una pequeña porción de aquélla para fermentar unas gran cantidad de harina mezclada con ella. Y hacer que toda la mezcla se transforme en algo distinto, algo que después se pueda comer.
¿Que pretende señalar aquí Jesús? El poder transformador del Reino. introducido en la sociedad. Basta una pequeña comunidad cristiana que viva con autenticidad su fe, para fermentar todo el pueblo que la circunde. Así ocurrió históricamente en el Imperio Romano, e igualmente con los pueblos bárbaros, civilizados y cristianizados por los monjes.
Por tanto, Jesús nos habla de la fuerza vivificadora de su Palabra, que crea el Reino entre los que la acogen, y es capaz de hacerlo crecer y transformar toda la sociedad. A pesar de sus humildes comienzos, porque Dios se complace en mostrar su poder a través de lo pobre y pequeño.
No está lejos de nosotros este mensaje: si bien hoy día la Iglesia, la comunidad de Jesús, parece decadente, aparentemente no tiene influencia en la sociedad moderna, El nos dice que no es así: allí donde la Iglesia sea pobre e insignificante, pero viva de la fe en el Hijo de Dios, allí estará Dios actuando misteriosamente por medio de ella. Y Jesús nos garantiza que esa actuación será siempre eficaz y fructífera.
No para otra cosa está la Iglesia en el mundo: para hacer visible el amor de Dios a todo hombre. Un amor incondicional y gratuito. Un amor capaz de transformar a quien lo recibe y hacerle más compasivo, generoso, solidario, humano. Este es el sentido y la razón de ser del cristianismo en el mundo.