Jesús propuso esta otra parábola al gentío: “El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en el campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas, se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas”. Les dijo otra parábola: “El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta”. Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: “Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo” (San Mateo 13, 31-35).
COMENTARIO
“Lo secreto desde la fundación del mundo”; ese es el gran arcano, la oscuridad y la clave de la comprensión del reino de los cielos.
Llama la atención el salto lógico que media entre las dos parábolas y la conclusión, con la que el logión enlaza ambas. Cierto que la semilla y la levadura operan con independencia de nuestra voluntad, siguen su dinámica sin concurrencia del querer o del obrar del hombre. La semilla germina y se desarrolla “según su especie” y la harina se contagia del fermento de la levadura. Son dos parábolas que nos invitan a descansar en la pedagogía divina, y nos instruyen sobre la forma en que se trabaja en el reino de los cielos.
Pero lo que pretendo subrayar es la profundidad ilimitada de las parábolas, que permiten volver una vez y otra sobre ellas y siempre revelan algo nuevo. Pero esta no es una opción entre otras, sino “ el guion” que al Cristo le venía dictado por la ley y los profetas. Ël Mesías esperado abriría su boca en parábolas.
Pero la parábola, el midrash, no es un mero género literario, sino que es la manera en que Dios ha dispuesto acercar al hombre “a lo secreto desde la fundación del mundo”.
Lo secreto desde la fundación del mundo empieza por el mismo hecho del enigmático proceso o acto de fundación del mundo. Y con ello el abismo o el vértigo sobre la preexistencia y subsistencia de Dios.
De ahí que la soberbia humana, perfectamente retratada en el libro del Génesis, que trata justamente de este insondable misterio, haya intentado siempre apoderarse del “principio”. La tentación de hacerse con el misterio del principio se corresponde con el ansia de construir un mundo sin Dios. Pero hay un problema; ¿Cuál es el origen si quitamos a Dios de nuestra mente? No quisiera pecar de pedante si enumero algunas de las “contribuciones humanas” a la pretensión de desbancar al Génesis.
Aquí va una muestra significativa:
– Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, de Jean-Jacques Rousseau. 1775
– Una investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, de Adam Smith. 1776.
– El origen de las especies, de Charles Darwin. 1859
– El origen de la familia, la propiedad y el Estado: a la luz de las investigaciones de Lewis H. Morgan. Friedrich Engels. 1884
– ¿Que es la vida?, de Erwin Schrödinger. 1944.
– DNA. El secreto de la vida. de James D. Watson et. al. 2003
– El gran diseño, de Stephen Hawking. 2010
De modo que aceptando la poesía del big bang y la ilimitada esperanza en la genética, fiados en la astrofísica y la física de partículas, nuestros contemporáneos piensan ingenuamente haber desvelado el origen del universo y de la vida; pero los que de verdad saben e investigan a alto nivel reconocen que el misterio del origen se agiganta conforme parece que estamos más próximos a resolverlo.
Mejor volver al Evangelio, y a las revelaciones del Maestro a los sencillos, mientras confunde a “sabios y entendidos”.
Estos quieren apoderarse del “origen” pero no hay más origen que Dios, y esto es lo que ha venido, históricamente, a revelar Jesucristo, cumpliendo así las promesas avanzadas por los profetas de Israel.
De modo que las parábolas tienen su específico contenido, escrutada de una en una, al mismo tiempo tienen una nota común; el ser expresión del estilo comunicativo de Jesús, que todo y solo hablaba en parábolas. Y tercero, y definitivo, es precisamente hablando así, y dando cumplimiento a las promesas, como revela el “origen” de todo, “la fundación del mundo”.
Este misterio inagotable es un resorte continuo a mirar al Salvador, porque el origen sigue envuelto en el misterio y, por consiguiente, ningún materialismo ha podido derrotar la fe, aunque la haya sojuzgado de mil maneras y en el futuro lo siga intentando. Al hombre se le escapa “la fundación del mundo” y , por ende, su final. Por más que muchos, ahora también, despechados de no poder apoderarse del origen nos pretendan espantar con el final; como si su diseño sobre el desenlace sirviera de explicación o compensación ante la falta de explicación sobre el origen.
La gran impostura de la así llamada pos modernidad estriba, en buena medida, en dar por sentado que “la fundación del mundo” ya haya sido resuelta sin Dios.
No cabe mayor ni más peligrosa mentira que el genetismo; la presunción humana de saber ya – sin Jesucristo – el origen de todo.
Hay dos Génesis; el libro del Génesis y el principio del evangelio de San Juan; “En el principio la Palabra existía, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.” Todo otro intento de explicación, sostenida por el diabólico premio de que “seréis como Dios”, son el sustento de la mentira.