Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?». Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!» (Mc. 2, 18-22)
“Cuando, cada tarde, se sentaba el gurú para las prácticas del culto, siempre andaba por allí el gato del ashram distrayendo a los fieles. De manera que ordenó el gurú que ataran al gato durante el culto de la tarde.
Mucho después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro gato al ashram para poder atarlo durante el culto vespertino.
Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización del culto como es debido.
(Anthony de Mello. SJ – “El canto del pájaro”
He querido comenzar el comentario de hoy con este “cuento-parábola-sátira” del gran pensador y sacerdote hindú A. de Mello. No es algo nuevo. ¡Cuántos “ritos” y “prácticas” supuestamente religiosas se darán entre nosotros que, quizás, tuvieron sentido en su origen pero, con el tiempo se han vaciado de contenido! ¡Cuántos presumen de liturgistas y en realidad son “rubricistas”! ¡Cuántas ceremonias que debían de ser “celebraciones” festivas no pasan de ser “cerebraciones” aburridas!
Y reitero que no es algo nuevo. Hace muchos siglos Isaías lo veía claro: “Este pueblo me honra con los labios, mientras su corazón está lejos de mi; el culto que me rinde se ha vuelto precepto aprendido de otros hombres” (Is. 29, 13). “¿A eso llamáis ayuno, día agradable al Señor? ¿A inclinar la cabeza como un junco?” Desvirtuando lo esencial: “El ayuno que Dios quiere: Soltar las cadenas injustas. Desatar las correas del yugo. Liberar a los oprimidos. Partir tu pan con el hambriento. Hospedar a los pobres sin techo. Cubrir al desnudo. No cerrarte a tu propia carne.” (Cf. Is. 58, 5-9)
Los fariseos ayunaban dos veces por semana. En un principio era una práctica cargada de sentido: No bajar la guardia en la espera mesiánica. Pero al vaciarse de contenido quedó reducida a una práctica presuntuosa de la piedad personal y motivo de juicio hacia los que “no son como yo” (Cf. Lc. 18, 9-14; parábola del fariseo y el publicano).
También el ayuno de Juan Bautista y sus discípulos apuntaba a la preparación para la venida del Mesías. Y el pueblo de Israel… como la “gata Flora…” (Esta aguda expresión popular no me atrevo a terminarla aquí; quien no conozca el final que pregunte o busque por ahí). Pero, vamos, que ya en el evangelio de Lucas aparecen los que nunca están contentos con nada: “Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado… Juan Bautista ayunaba y ¡tiene un demonio!; el Hijo del hombre come y bebe y es un comilón y un borracho” (Cf. Lc. 7, 31-35)
Recuerdo, de niño, cuando los banquetes de boda eran banquetes de boda y no como ahora a base de “petit canapé de pitiminí” que los invitados, medio en broma medio en serio, decían el día anterior: “Hoy no comemos, que mañana vamos de boda”. Vamos, que hacían día de ayuno pero sin cara triste y preparando los trajes de fiesta y los perfumes.
Es cierto que la Iglesia, como maestra, nos invita de forma pedagógica, sobre todo en tiempos fuertes, a la práctica del ayuno como una potente arma para la conversión. Pero siempre con la mirada puesta en la fiesta de la Pascua. (Cf. Mt. 6, 16-18).
Jesucristo es el “esposo” y los invitados a la boda están de fiesta. Han llegado los tiempos nuevos. Los inmovilistas que buscan seguridades en las prácticas religiosas se escandalizan: Porque Jesús es un transgresor: Blasfema al perdonar los pecados al paralítico, les molesta que elija a un publicano, protestan porque sus discípulos no ayunan…
En cambio, los que tienen capacidad de admiración y apertura a la novedad, descubren y viven la alegría de las Bodas del Cordero, como disfrutaron del “vino nuevo” los invitados a la boda de Caná. El evangelio no es un remiendo; siempre es algo nuevo. Los trajes de fiesta no llevan remiendos. Los invitados disfrutan de la fiesta… Pero, hay que estar alerta, que al olor de los manjares siempre puede colarse algún gato.