“Dijo Jesús a sus discípulos:”Y cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que entonces está cerca su destrucción. Entonces, los que están en Judea, que huyan a los montes; los que estén en medio de Jerusalén, que se alejen: los que estén en los campos, que no entren en ella; porque estos son días de venganza para que se cumpla todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días! Porque habrá una gran calamidad en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles. Habrá signos en el sol y en la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”. LUCAS 21, 20-28
Jesús nos anuncia dos finales en este su discurso escatológico. De los números 20 al 24 de este capítulo 21 del Evangelio de Lucas, profetiza sobre la destrucción de Jerusalén en el año 70 por las legiones de Tito, que sitió a la ciudad, la devastó a sangre y a fuego, pasó a cuchillo a más de un millón de sus habitantes, y se llevó cautivos a otros cien mil para hacerlos desfilar por las calles de Roma celebrando su victoria. Y de los números 25 al 28, sus palabras adquieren otro significado, también profético por supuesto, pero ahora referido a la catástrofe cósmica del fin del mundo, con portentos en el sol, la luna y las estrellas, cataclismos en el mar y caos en los astros del cielo.
Así, junto a la destrucción de la Jerusalén terrena, se profetiza también la consumación del imperio romano, que será en “la plenitud del tiempo de los gentiles”, y sin solución de continuidad, Jesús anuncia el fin del mundo conocido “pues las potencias del cielo serán sacudidas”. Las palabras de Jesús enlazan directamente con los anuncios proféticos de Jeremías 25,15-38, Daniel 13-14, y Juan, Apocalipsis 14, pues las naciones beberán sin remedio la copa de vino de la cólera de Dios “pues voy a llamar a la espada para que acabe con todos los habitantes de la tierra —oráculo del Señor—”(Jeremías 25,29), y se cumplirá el anuncio del juicio que proclama el ángel primero en Apocalipsis 14, 6-11: “Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio”.
Y aun podemos decir que los anuncios de la segunda venida de Jesucristo para el juicio del mundo y la nueva creación de ”un cielo nuevo y una tierra nueva”, que sustituirán al “primer cielo y la primera tierra” (Apocalipsis 21,1), se producen en la Sagrada Escritura con similares palabras dichas por Jesús y los profetas: “Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria”, nos dice Lucas en este Evangelio, y antes que él, casi seiscientos años antes, el profeta Daniel nos explica su visión en 7,13-14 con estas palabras: “..,vi venir una especie de hijo del hombre entre las nubes del cielo…a él se le dio poder, honor y reino”, y poco después de la muerte de Jesús y de su resurrección gloriosa, es el apóstol Juan en Apocalipsis 14 quien nos dice: “Miré y apareció una nube blanca; y sentado sobre la nube alguien como un Hijo del hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada”. Así se cumplirá el designio divino tal como lo anuncia del tercer ángel en Apocalipsis 14, 9-12: “El que adore a la bestia y a su imagen…ese beberá el vino del furor de Dios…será atormentado con fuego y azufre…su tormento sube por los siglos de los siglos, y no tiene descanso ni de día de noche…”.
Pero es Jesucristo quién nos dice que cuando ocurra todo esto es que se acerca nuestra liberación y les dice a los suyos: “levantaos, alzad la cabeza”. No sabemos ni el cuándo ni el cómo, pero creemos que todo eso ocurrirá. En definitiva, el sentido teológico de estos discursos escatológicos y apocalípticos es el de la victoria definitiva del Cristo y de su Iglesia sobre los males del mundo representados por la bestia, y por ello, nosotros, los cristianos, que aspiramos al triunfo del bien en el reino que Él vino a instaurar en nuestros corazones, debemos contemplar estos pasajes con fe y esperanza.
“Ven, Señor Jesús”.