Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: – «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?» Él les contestó: – «Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos.» Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.(Mt 17, 10-13)
Elías fue un gran profeta del pueblo de Israel, vivió durante la primera mitad del IX antes de Cristo, y su manto de pelo y faja de piel ceñida a su cintura (2 Rey. 1,8), su pie veloz (1 Rey. 18,46), su hábito de morar en las hendiduras de los torrentes (17,3-6) o en las cuevas de las montañas (19,9), o dormir debajo bajo un refugio insuficiente (19,5), revelan al verdadero hijo del desierto. En este sentido, Elías guarda una semejanza con Juan El Bautista, aunque el mismo Juan reconocerá que él no es Elías: «Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy.«. Es decir, habría que entender aquí que Juan es el precursor del Mesías, el que abre los caminos al Señor, y que lo hace, sencillamente, con el espíritu de Elías.
Elías desapareció aún más misteriosamente de cómo apareció. Tal como Henoc, Elías dice el Antiguo Testamento fue «arrebatado» para que no probase la muerte. Mientras conversaba con Eliseo, su hijo espiritual, en las colinas de Moab, «un carro de fuego con caballos de fuego se interpuso entre ellos; y Elías subió al cielo en el torbellino» (2 Reyes 2,11). Según Malaquías, Dios preservó al profeta vivo para confiarle una misión gloriosa al final de los tiempos (4,5-6); en el período del Nuevo Testamento se creía que esta misión precedería inmediatamente el advenimiento del Mesías ( Mateo 17,10.12; Marcos 9,11); según algunos comentaristas cristianos, consistiría en la conversión de los judíos (San Jerónimo en Mal. 4,5-6); los rabinos, finalmente, afirman que su objeto será dar las explicaciones y respuestas reservadas por ellos hasta ahora, En el Nuevo Testamento Elías es todavía la personificación del siervo de Dios (Mt. 16,14; Lucas 1,17; 9,8;Juan 1,21). No es de extrañar, por lo tanto, que haya aparecido con Moisés al lado de Jesús el día de la Transfiguración.