«Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús en seguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en mitad del lago, y Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo con que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la madrugada, va hacia ellos andando sobre el lago, e hizo ademán de pasar de largo. Ellos, viéndolo andar sobre el lago, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque al verlo se habían sobresaltado. Pero él les dirige en seguida la palabra y les dice: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”. Entró en la barca con ellos, y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender». (Mc 6,45-52)
Los discípulos de Jesús todavía no habían terminado de comprender cómo su maestro podía haber dado de comer a tanta gente con unos pocos peces y panes, cuando en medio de la noche, con las dificultades para navegar, le ven caminar viniendo hacia ellos sobre las aguas.
Si prestamos atención al tiempo litúrgico en el que nos encontramos —entre la Epifanía y el bautismo del Señor— Jesús ha hecho brillar sobre los que vivían en tinieblas una gran luz; acaba de realizar un signo mesiánico dando de comer a una multitud en la Galilea de los gentiles. Ahora, aparece Jesús y camina sobre las aguas, yendo hacia sus discípulos que están cansados de remar contra el viento. Y, además, temerosos. Pero Jesús les animará y les invitará a reconocerle. Jesús viene caminando sobre el mar impetuoso y subirá a la barca, donde sus discípulos experimentarán que con la presencia de Jesús aparece la calma.
El mismo Señor que camina sobre las aguas y apacienta al viento y al mar, recibirá las aguas del bautismo de Juan, dando a las aguas el poder de santificar a aquellos que vivían temerosos de ellas y transformará los vientos que eran contrarios en la imagen de los que nacen del Espíritu, que son libres para ir adonde el Señor les envíe.
En este día, en el que quizá no entiendes qué es lo que el Señor ha hecho contigo, o quizá simplemente estás cansado pues el viento y el mar parecen estar en tu contra, aparece esta buena noticia que es Jesucristo. Viene a tu encuentro caminando sobre lo que a ti te produce tanto temor… Y no solo viene a tu encuentro sino que subirá en tu barca y traerá consigo la paz.
Miguel Ángel Bravo