El Instituto de Política Familiar (IPF) es una entidad independiente de ámbito internacional (está en 8 países europeos y americanos, tiene estatus consultivo en la ONU y participa en el Intergrupo de Familia del Parlamento Europeo). Su objetivo es promover la familia principalmente mediante la realización de informes y propuestas.
El combate entre el bien y el mal tiene un campo principal de batalla hoy en la familia y la vida. Todos asistimos atónitos y angustiados al feroz ataque cultural, político, social y mediático que quiere acabar con el matrimonio, la familia, los fetos y los ancianos. Aberraciones como la ideología de género, la eutanasia o el aborto se presenta hoy como “modernos” y por tanto “buenos”.
El aborto, por ejemplo, nos muestra cómo la manipulación y la mentira son armas que los partidarios de esta revolución antihumana usan sin escrúpulos para vencer e imponer sus tesis. Por ello, desde el IPF planteamos la presentación de la realidad como un hecho fundamental para defender la familia y la vida. La fuerza de la verdad puede destruir las falsedades y tocar las conciencias para que despierten.
Muchos se preguntan cómo es posible que haya tanta gente que apoye el aborto, o por lo menos opine que es mejor dejar que “cada uno haga lo que quiera” y luego sean los mismos que, a su vez, se pronuncien e incluso movilicen con gran vehemencia por la defensa de los animales o cualquier otra causa noble, pero de un valor infinitamente menor que la vida de un solo niño. En otros casos, peor aún, muchos saben que la vida es sagrada y el aborto un crimen, pero no hacen nada en absoluto para evitarlo.
Los promotores y defensores del aborto saben que es malo; por ello, buscan enmascararlo y ocultarlo: “Aman más las tinieblas que la luz, porque sus obras son malas” (cfr. Jn 3,19). Una clara muestra fue su legalización en Estados Unidos, la cual sirvió de guía para muchos otros países. En Estados Unidos se obtuvo ésta tras llevar a cabo toda una estrategia perfectamente planificada —como ha contado el doctor Nathanson— y basada en la mentira, sirviéndose de encuestas falsas para sembrar la duda y también en la injuria calculada, es decir, eligiendo y presentando a la jerarquía católica como opuesta al aborto por motivos oscuros e injustos.
En el caso de Rumanía, un país con algo más de 21 millones de habitantes, se llegó a contabilizar más de un millón de abortos anuales bajo el régimen comunista de Nicolae Ceaucescu.
Respecto a España, podemos observar cómo a lo largo de los 23 años desde su despenalización parcial, es decir, sólo en ciertos supuestos —aunque con el uso sistemático de la mentira se hable de legalización, derecho a abortar, etc.— se ha pasado de 9 abortos en 1985 a los 101.592 que se registraron en 2006. No hay duda de que con una ley teóricamente mucho menos permisiva que en otros países, tenemos en nuestro país un auténtico “turismo abortista” procedente precisamente de ellos, ya que en España ni siquiera se cumple la ley, ante la permisividad política y social.
Primeramente se parte de una visión que llama bien al mal; de manera que el aborto es así un “bien” que debe “protegerse” por todos los medios, como, por ejemplo, no aplicando la ley para evitar problemas a quienes lo practican, ofreciendo ayudas y conciertos oficiales, evitando o reduciendo cualquier inspección del tipo que sea, ya que en los pocos casos en que alguien ha denunciado y se ha condenado a algún médico, su indulto se ha conseguido en breve espacio de tiempo.
El lenguaje también se modifica para ocultar esta monstruosidad, de modo que nadie pueda verse movido a planteamientos éticos. Es mejor la anestesia social que evite que las conciencias puedan reaccionar. El aborto pasó, pues, a llamarse, con un eufemismo que sería ridículo, si no fuera tan trágico, Interrupción Voluntaria del Embarazo; pero hasta este circunloquio puede ser violento, hasta el punto de que en los medios oficiales se prefiere sustituirlo por sus siglas, con lo que es fácil oír hablar de los datos sobre las “IVE”; y, preferiblemente, no referido al número total, sino a la tasa. De esta forma si alguien lee que en España la tasa de las IVE ha pasado en 2006 de 9,60 a 10,62, se sentirá mucho menos interpelado que si lee que los abortos han subido de 91.664 a 101.592.
Finalmente, se practica un apoyo tácito desde los medios de comunicación, puesto que silencian en la medida de lo posible cualquier noticia o planteamiento relacionado. Recientemente, ante una querella presentada por particulares se han “descubierto” —aunque ya se sabía o se suponía gran parte de ello— unas clínicas donde se practicaban abortos ilegales con todas las irregularidades posibles. Los medios de comunicación han tenido inexcusablemente que hacerse eco, pero el planteamiento ha sido muy diverso a cualquier otra circunstancia. Parecía algunas veces que la noticia fuera la “injusticia” de que se molestara a las clínicas abortistas. Un ejemplo clamoroso de esta manipulación lo constituyó el programa de TVE Informe Semanal, en el que durante un espacio dedicado al tema sólo ofrecieron unos pocos segundos de crítica-oposición al aborto, mientras el resto del tiempo lo ocupó una sucesión de largas y preparadas declaraciones monocordes en su defensa.
Sin embargo, frente a esta situación de mal profundamente incrustado en nuestra sociedad, no todo está perdido. Todavía podemos y debemos actuar. Es necesario que los hombres abran los ojos y vean la realidad. La fuerza de la verdad debe ser nuestra principal arma en esta batalla. Un principio natural tan intrínseco y fundamental para el hombre como el “No matarás” (Ex 20,13) y, especialmente, el de no derramar sangre inocente (cfr. Dt.21, 8) es infringido flagrantemente: sus partidarios buscan enmascararlo para que parezca un bien, como el aborto, la eutanasia y tantas aberraciones que pretenden imponernos.
Primero, es necesario mostrar a los hombres la verdad. Respecto a los datos, éstos son falseados. El Ministerio de Sanidad los publica sistemáticamente con un año de retraso y en las fechas vacacionales. Con un informe de casi 200 páginas, existen muchos datos que premeditadamente no aparecen. Las comunidades autónomas los publican en su boletín epistemológico —como si fueran una enfermedad— e incluso le niegan un epígrafe propio “para evitar alarma social”.
Seguidamente hay que hacer visible el mal. El silencio y la manipulación del lenguaje debe contrarrestarse; y así, por ejemplo, si en nuestros informes hablamos de “defunciones por aborto”, resaltamos que ya es la primera causa de muerte en España, puesto que ha superado a las muertes por cáncer y tumores, que fueron 100.206 en 2006 frente a los 101.592 abortos en el mismo año.
Otra forma de visibilizar el mal es traduciendo y comparando los datos. Resulta impactante si destacamos que cada día se produjeron 278 abortos, lo equivale a que en tres días desaparezca un colegio medio; o también que los abortos de 2006 equivalen a toda la provincia de Soria o a ciudades como Orense, Toledo o Gerona; y que en 20 días hay tantos muertos por aborto como en un año de accidentes de tráfico; o que desde 1985 el número de abortos llevados a cabo en España coinciden con el mismo número de habitantes de Extremadura o Aragón.
Es necesario, pues, no dejarse engañar y seguir sacando la verdad a la luz. El hombre y la mujer, por naturaleza, están llamados a la familia y a la vida; es falso que sean dos seres amorfos que eligen su “orientación sexual” a su gusto y, a ser posible, de forma variada.
Un aborto no es una IVE, sino un crimen del feto y constituye un daño irreparable para la madre y la sociedad. La eutanasia no es una “muerte digna”, sino la fácil excusa para librarse de los que molestan y ya no rinden económicamente.
Frente a los nuevos dogmas que buscan imponernos política y mediáticamente, incluso a nuestros hijos mediante la “Educación para la ciudadanía”, hay que insistir sin miedo en la verdad.