La caridad es el «corazón palpitante» de la vida de la Iglesia y la «brújula» que orienta nuestra vida: lo recordó el Papa Francisco en el discurso que dirigió, el viernes 26 de febrero por la mañana, a los participantes en el congreso internacional promovido por Cor Unum sobre la encíclica «Deus caritas est» de Benedicto xvi, en el décimo aniversario de su publicación.
«La historia de la Iglesia es, entre otras cosas, una historia de caridad» destacó el Pontífice, explicando que se trata de «una historia del amor que hemos recibido de Dios y debemos llevar al mundo». Precisamente «esta caridad recibida y dada es el fundamento de la historia de la Iglesia y de la historia de cada uno de nosotros». De ahí que el acto de caridad no pueda considerarse «sólo una limosna para limpiar la propia conciencia»; por el contrario este debe incluir «una atención de amor puesta en el otro, al que considera como uno consigo y desea compartir la amistad con Dios».
Destacando la estrecha relación entre caridad y misericordia, el Papa observó que «Dios no tiene simplemente el deseo o la capacidad de amar; Dios es caridad: la caridad es su esencia, su naturaleza». Él «no puede estar solo, no puede cerrarse en sí mismo, porque es comunión, es caridad, y la caridad por naturaleza se comunica, se difunde». Así, «Dios asocia al hombre a su vida de amor y, aunque el hombre se aleje de él, él no permanece distante sino que le sale al encuentro». En esto está su misericordia: «su modo de expresarse con nosotros, que somos pecadores, es su rostro que nos mira y vela por nosotros». Caridad y misericordia, por lo tanto, «están tan estrechamente vinculadas porque son el modo de ser y de actuar de Dios: su identidad y su nombre».
Cualquier forma de amor, de solidaridad, de compartir es sólo «un reflejo de la caridad que es Dios» y a la cual «debemos ver como la brújula que orienta nuestra vida, antes de encaminarnos en cualquier actividad: en ella encontramos la dirección, de ella aprendemos cómo mirar a los hermanos y al mundo». Una caridad que, para el Papa Francisco, debería reflejarse cada vez más en la vida de la Iglesia. «Cuánto desearía —expresó— que en la Iglesia cada fiel, cada institución, cada actividad revelara que Dios ama al hombre». La misión de los organismos caritativos eclesiales, de hecho, «es importante, porque acercan a muchas personas pobres a una vida más digna, más humana, y esto es algo muy necesario; es una misión importantísima porque, no con palabras, sino con el amor concreto puede hacer sentir a todo hombre que el Padre le ama, que es hijo suyo, destinado a la vida eterna con Dios». De ahí el agradecimiento del Pontífice a «a todos aquellos que trabajan diariamente en esta misión». Con la seguridad de que la Deus caritas est «conserva intacta la frescura de su mensaje, con el que indica la perspectiva siempre actual para el camino de la Iglesia».