El Monte do Gozo revivirá en agosto su cita con Juan Pablo II en 1989, cuando se reunieron más de 400.000 personas en Compostela en una jornada que ha servido de modelo para las posteriores y que impulsó el fenómeno actual del Camino
Los motivos para celebrar el veinticinco aniversario de la Jornada Mundial de la Juventud ( JMJ) de Santiago se acumulan mientras habla Salvador Domato, que en 1989 se encargó de coordinar la estancia de Juan Pablo II en Compostela junto a más de 400.000 personas. Era la cuarta ocasión en la que el Pontífice polaco se encontraba con jóvenes de todo el mundo, pero hasta entonces había sido diferente. En el Monte do Gozo se inauguró una nueva etapa en la pastoral juvenil de la Iglesia universal y en la forma del Papa de relacionarse con las generaciones incipientes.
El modelo de organización estrenado en la capital gallegaes el que, con pequeñas variaciones, ha servido de estructura a las convocatorias posteriores hasta la última de Río de Janeiro en 2013. Y no solo eso. Supuso, además, un espaldarazo al fenómeno del Camino. «Hay un antes y un después de la JMJ de Santiago, que sigue siendo la referencia en estos eventos. Juan Pablo II fue el gran impulsor del Camino», reivindica Domato.
El cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid, comandará en agosto la conmemoración de este cuarto de siglo al «ejercer de gallego ejerciente». Él era entonces el pastor de la diócesis santiaguesa. A lo largo del verano, las delegaciones juveniles de varias diócesis españolas peregrinarán a la tumba del Apóstol. Justo en el día anterior a la celebración llegarán madrileños por el Camino del Norte y gallegos por el Inglés.
El martes 5, el expresidente de la Conferencia Episcopal asistirá a una mesa redonda junto a su sucesor, Julián Barrio. El miércoles 6, habrá una oración matinal en el Monte de Gozo. De ahí se caminará hasta la Catedral, donde se celebrará una eucaristía. Por la noche, habrá un vigilia de oración y fiesta en el monasterio de San Martín Pinario, donde participantes de la JMJ de 1989 darán su testimonio.
El legado del encuentro
«Padres que hace veinticinco años eran jóvenes vendrán seguro con sus hijos», explica Domato. También sacerdotes o monjas cuya vocación despertó en aquella cita. «Lo pasaron muy bien, pero también sufrieron», apunta al rememorar la «dura» noche a la entrada de la capital gallega, cuando las temperaturas cayeron a dos grados y la Policía tuvo que encender la calefacción de sus furgones y abrir las puertas para ayudar a sobrellevar el frío que a muchos pilló de improviso pese a las advertencias.
«El Papa en aquella ocasión estuvo vibrante y muy exigente en sus discursos», relata y describe cómo empleó un rayo de luz en la mañana siguiente para improvisar un mensaje de aliento durante la misa: «Queremos tener un recuerdo agradecido a él» a través de una programación «sobria con un velo nostálgico para seguir caminando».
El báculo del Papa polaco
El archivo de la JMJ jacobea lo componen miles de fotografías en doscientas gruesas carpetas de legajos. Una selección se expondrá del 1 al 7 de agosto en San Martín Pinario, donde también se podrán ver históricos objetos que se han conservado como el báculo con el que Juan Pablo II recorrió como un peregrino más el último tramo del Camino.