En España, el 30% de los jóvenes de 14 a 18 años admite haber consumido alcohol y el 42% lo hace de forma habitual los fines de semana. En este mismo tramo de edad, un 45% regresa a casa los fines de semana a partir de las 2 de la mañana, y un 15% llega a la mañana siguiente. ¿Por qué necesitan beber? Un 36% afirma beber para evadirse de los problemas o superar dificultades; un 28% para vencer sus propias limitaciones de relación con los demás, y un 24% lo hace porque está insatisfecho con su vida. Todos conocemos muy bien los efectos de la “cultura del botellón”: borracheras, comas etílicos, discusiones, peleas, conflictos con padres, amigos o hermanos, dificultad para trabajar o estudiar, accidentes de tráfico, dependencia del alcohol, embarazos no deseados, etc. ¿Cómo entender el fenómeno del botellón? En mi opinión, el botellón se ha convertido para los jóvenes en un ritual de transición o rito iniciático de la edad adolescente o joven a la edad adulta. Es un mecanismo de integración en el grupo. Muchos jóvenes superan así su estrés en las relaciones con los demás y olvidan o compensan sus experiencias de frustración durante la semana, en el ámbito escolar, laboral, familiar, social, etc. Para otros, el botellón se puede convertir en un signo de pertenencia al grupo. Los jóvenes experimentan, además, que son los dueños de la misma calle que durante el día ha sido ocupada por los adultos. Los jóvenes actuales tienen menos tolerancia a la frustración, y esto les hace buscar la satisfacción inmediata que produce el alcohol, que además es la droga más barata. Unos beben para desinhibirse y sentirse mejor y otros por la presión del grupo, para ser aceptados por los demás. Otro factor importante que influye en esta tendencia abusiva es que en dos generaciones hemos pasado de una educación excesivamente autoritaria a otra excesivamente permisiva, en la que se ponen pocos límites. Por este motivo, creo que el fenómeno del botellón tiene que ver con la crisis de la familia: la falta de educación en valores, en el esfuerzo, en la responsabilidad, la incomunicación entre padres e hijos, etc. Se trata de la droga más consumida y los jóvenes que beben lo hacen en cantidades cada vez más altas. A dosis bajas, el alcohol produce un efecto relajante, reduce la tensión, disminuye los reflejos y la coordinación, y empeora la concentración. En dosis medias, altera las emociones, produce somnolencia y dificulta el habla. Ingerido en altas dosis origina dificultad respiratoria, vómitos, alucinaciones, convulsiones, estados de inconsciencia y coma.
Son muchos los riesgos que ocasiona el abuso del consumo de alcohol. Hasta la fecha los investigados son: • Problemas de relación en la familia y en el colegio. • Disminución de la capacidad de memorización y de aprendizaje.
• Fracaso escolar.
• Conducta de alto riesgo, como por ejemplo, conducir tras ingerir alcohol, que ocasiona la primera causa de mortalidad en este tramo de edad.
• Conflictos con el entorno: peleas, agresiones o problemas de orden público.
• Aumento de relaciones sexuales.
• Diarrea, vómitos, temblores, arritmias, caídas, etc.
• Entrar en coma y sufrir un paro cardiaco por hipotermia.
• La intoxicación etílica, según la cantidad ingerida, puede variar entre desinhibición, coma, depresión respiratoria y muerte.
• El consumo excesivo en la adolescencia baja los niveles de hormonas sexuales (estrógenos, hormona luteinizante y testosterona) y de la hormona de crecimiento.
• Elevación de las enzimas hepáticas y disminución de la densidad ósea.
• El alcohol genera dependencia física y psicológica, y tolerancia.
• En el cerebro, el alcohol actúa como una droga depresora, afectando a la formación reticular, médula espinal, corteza cerebral y cerebelo, alterando infinidad de sistemas de neurotransmisión. Los daños más frecuentes en el cerebro son: lesión de los lóbulos frontales, disminución del tamaño del cerebro, deficiencia vitamínica por la dificultad de absorción de la vitamina B1. Esto puede producir el síndrome “Encefalopatía de Wernicke”, que se caracteriza por la pérdida de memoria y falta de coordinación, y también el “Síndrome de Korsakoff”, que produce apatía, amnesia y desorientación.
Los padres tenemos un importante papel que jugar en este tema, aunque la sociedad pretenda adelantarnos en la jugada. Primeramente debemos enseñar a los hijos valores importantes desde que son pequeños, les hará menos vulnerables a los problemas y tendrán más habilidades para afrontar las dificultades que les vayan apareciendo en el camino. En segundo lugar, la prevención debe ir unida a desarrollar la maduración personal y social de los hijos. No olvidemos que un problema que para un adulto es insignificante, para un adolescente puede tener una importancia máxima. Estas son mis recomendaciones para prevenir el consumo de alcohol: • Potencia siempre en tu hijo valores positivos. Tu hijo «introyectará» los valores de la familia, escuela, amigos, medios de comunicación, etc., que orientarán su vida y condicionarán siempre su comportamiento. Los valores negativos que transmite esta sociedad como el hedonismo, el individualismo, la hipercompetitividad o el consumismo, se ha demostrado que son valores facilitadores del consumo de drogas. Por el contrario, valores que puede transmitir la familia como el amor y respeto a los demás, el ayudar al otro, ser comprensivo, la superación personal, etc., se ha comprobado que ayudan a evitar el consumo de drogas.
• Procura ser el principal modelo de salud para tu hijo. Si tu hijo sabe que no fumas ni bebes, será más fácil que dé credibilidad a tus palabras.
• Informa a tu hijo sobre los efectos del alcohol u otras drogas. Si no se lo enseñas tú, lo aprenderá de fuentes menos fiables, como medios de comunicación, amigos, hermanos, etc.
• Se ha demostrado que lo más importante con los hijos es la comunicación. Si logras una buena comunicación con tu hijo le estás educando en el aprendizaje de pautas de comportamiento social con valores de amistad, solidaridad, respeto a los otros, etc. Una adecuada comunicación con tu hijo exige saber hablar y escuchar, ser asertivo, saber hacer y aceptar las críticas. Le estás enseñando en casa cómo se tiene que comunicar en la calle.
• Fomenta siempre su autoestima y autoconfianza, aspectos muy importantes para la formación de su personalidad.
• Procura siempre que tus hijos se sientan libres para expresar en casa sus ideas, temores o dudas que tengan.
• Tus hijos necesitan sentirse queridos y aceptados, así serán más seguros.
• Procura conseguir un ambiente familiar en el que tu hijo se sienta libre para expresar sus vivencias, dudas, preocupaciones y opiniones. De este modo se sentirá más apoyado y comprendido por su familia.
• Intenta siempre desarrollar su capacidad y habilidad social o personal.
• Demuestra interés por sus problemas preguntándole y sobre todo expresándole todo el afecto que puedas.
• Procura conseguir una buena relación afectiva con tus hijos y que se sientan aceptados en la familia.
• Si se consideran apoyados y comprendidos en la adolescencia, desarrollarán una mayor estabilidad emocional para superar su inseguridad
• Evita siempre juicios sobre tu hijo, por ejemplo “eres un vago”, o compararle con otros. Nunca le ridiculices, insultes o amenaces.
• Enséñale que para tomar decisiones hay que valorar primero las ventajas e inconvenientes de esa decisión. • Edúcale siempre para que desde pequeño sepa ser independiente, y así sabrá afrontar la presión de los amigos o la publicidad.
• Enseña a tu hijo a manejar el estrés o la presión para que no tenga que recurrir a las drogas como una vía de escape.
• Proponle a tu hijo actividades saludables y, más aún, comparte actividades con él para que te vea como un modelo saludable a seguir.
• Enséñale a que las cosas importantes en la vida se consiguen con esfuerzo y a largo plazo, para que no busque el premio inmediato.
• Establece normas adecuadas a cada edad y personalidad. Deben ser reglas razonables que contribuyan a mejorar la vida familiar. Recuerda serán más eficaces si las razonas con ellos y se las explicas.
• Contrólale el horario de vuelta a casa. Debes fijar una hora claramente. Tu hijo siempre te dirá que a sus amigos les dejan más tiempo. Habla con los padres de los amigos de tu hijo. A medida que tu hijo se vaya haciendo más responsable iremos flexibilizando la norma.
• Controla el dinero que le das. En mi consulta, muchos jóvenes me han reconocido que no beben más porque no tienen dinero.
• Cuando hables con tu hijo, nunca utilices un tono autoritario o al contrario, muy permisivo. Se ha demostrado que estos dos estilos de comunicación no funcionan.
• Debes utilizar siempre el que personalmente llamo “tono afectivo de apoyo”, para que tu hijo sobre todo perciba que le quieres y te interesas por sus problemas. Ser padre es una difícil tarea para la que nunca se está suficientemente preparado. Entre el sentido común y las buenas intenciones se sale adelante en esta complicada misión, pero existen algunas formas de actuar nada recomendables. Estas son:
• No afrontar o ignorar los problemas de los hijos.
• Nunca hagas que tu hijo dependa de ti para todo. Le estarás generando una personalidad insegura.
• Hablar antes de escuchar sus opiniones y vivencias.
• Mostrar actitudes excesivamente coactivas o autoritarias, o excesivamente permisivas.
• Hacer que el hogar familiar sea un espacio de constante tensión para tu hijo.
• Lo más importante es evitar las contradicciones entre el padre y la madre (que uno sea muy autoritario con opiniones muy rígidas y otro sea excesivamente permisivo).