Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago notó que allí no habla habido más que una lancha y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. Entretanto, unas lanchas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan sobre el que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: – «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús les contestó: – «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.» Ellos le preguntaron: – «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?» Respondió Jesús: – «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (San Juan 6, 22-29).
COMENTARIO
En el pasaje de San Juan de hoy, se nos relata un breve diálogo entre Jesús y un grupo de “seguidores” del Señor. Tras verle dar de comer a cinco mil hombres y caminar sobre las aguas del mar, se ponen a buscarle como locos y cuando le encuentran en la otra orilla del Lago de Cafarnaum Jesús les desnuda su intención y descubre su verdadero interés por El: “en verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros”
Buscar a Jesús porque “me va bien” con El, es el más falso y peligroso camino de los posibles para seguir al Señor. Creer que en el camino de la vida espiritual, tener el estómago lleno y ver “milagros” a cada rato es el criterio del buen rumbo, es un verdadero error, aunque le demos muchas gracias a Dios por ello.
Hay que estar con el Señor, porque es el Señor; me vaya como me vaya en este caminar junto a El, con el estómago lleno o vacío, con gozo o con amargura, con milagritos a mí alrededor o sin ellos.
En 1975 al cardenal vietnamita François-Xavier Nguyên Van Thuân, apenas nombrado arzobispo, el régimen comunista lo condenó a 13 años en un campo de reeducación, nueve de ellos en régimen de aislamiento. No experimentó ningún milagro en el fiel seguimiento del Señor durante todos esos años de soledad y penuria en las cárceles comunistas. Decidió seguir fiel a la voluntad de Dios y no a todas sus buenas obras proyectadas, que tuvo que abandonar en su amada diócesis y en las que había puesto todas sus ilusiones como nuevo Obispo.
“Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna”
Cristo en su Evangelio no se cansa de hablarnos de la trascendencia, de la mirada en profundidad en cada acontecer, de una vida escondida aquí que es antesala de otra mas allá. Que si nuestros ojos se pierden en lo que nos pasa aquí o nos deja de pasar en el plano de las cosas, nos perderemos el verdadero destino y nuestro verdadero objetivo.
Contrariados por tanto reproche, los despistados seguidores de Jesús le preguntan directamente: “¿qué tenemos que hacer para realizar las Obras de Dios?”
¿Cuál es entonces el objetivo? ¿En donde nos tenemos que centrar para agradar a Dios si no es en la materialidad de las buenas obras, en los sanos asuntos de la vida?
La respuesta es sorprendente y aparentemente simplista: “La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado”
Creer en Jesús… ¿creer en Jesús? Esa es la clave en el Obrar para Dios. Me imagino la cara de aquellos hombres al oír esta respuesta. ¡Pero si te estamos siguiendo desde hace dos días!¡ Hemos cruzado el Lago y no hacemos nada más que buscarte! ¿como puedes dudar de nuestra fidelidad hacia ti?
Pues parece que una cosa es seguir a Jesús y otra creer en El.
Creer en Jesús supone creerse a Jesús. Creerle a El, a su persona. ¿Yo me creo a Cristo? ¿Creo que Cristo vive verdaderamente y que es la persona de fiar en mi vida porque es el Hijo de Dios? ¿O creo en un Jesús como proyecto ideológico de vida, que da respuesta a mis necesidades y con el que me siento bien?
Los primeros cristianos siguieron a Jesús porque creían en El. Creyeron en El y les fue muy mal por ello. Por creer de verdad en Jesús a muchos cristianos en el mundo les ha ido muy mal y hasta han perdido la vida.
Esta forma de creer es en el fondo amar, y el amor es la acción mas profunda y valiosa del hombre, la única que Dios acepta en el trato con él, el lenguaje divino por excelencia.
Si me creo a Cristo de verdad, amaré a Cristo y si le amo le seguiré a donde me lleve, con el estómago vacío o lleno, en el gozo o en el dolor; todo eso siempre será alimento que perdurará para la vida eterna.