«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo’. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”». (Mt 5,43-48)
Dios nos ha capacitado para amar sin condiciones, ya que en Él “existimos, nos movemos y actuamos”. Así lo celebra la liturgia de las Horas: “De mañana te encuentro, vigor, origen, meta de los sonoros ríos de la vida… No hay brisa si no alientas, monte si no estás dentro, ni soledad en que no te hagas fuerte”. Por eso podemos descubrir a Dios en todas las cosas, porque su amor ha sido derramado en nuestros corazones.
El mensaje evangélico es la Buena Nueva: amar sin medida, acercándonos y reconociendo al otro como prójimo, identificándonos, solidarizándonos con él y con su dignidad, acogiéndolo dentro de nuestro proyecto de vida, poniendo nuestro corazón, generosidad y diálogo en lo que importa, que es amar. Y así seremos hijos de nuestro Padre del Cielo.
El Papa Francisco en la celebración de conclusión del Año de la Fe destacó que los cristianos deben poner siempre a Jesús en el centro de sus vidas.
¡Oh Tú, Señor de la vida, envía tu agua a mis raíces!
Miguel Iborra Viciana
1 comentario
Miguel: como siempre tus comentarios me llegan al alma, usas un diálogo muy llano y sencillo, para hacernos comprender la palabra de Dios, una vez más mi enhorabuena
Manolita