La presencia de la fe católica en nuestro país durante siglos ha sido tan intensa que ha configurado un determinado modo de ser español. La religión, lejos de ser un elemento añadido externo, es la fuerza que, desde dentro, ha articulado la milenaria identidad de nuestro pueblo
Se quiera o no se quiera reconocer, no se puede negar que el ADN de todos los españoles ha sido configurado por la presencia, desde hace siglos, de la fe católica. Parafraseando a Juan Pablo II, se podría decir que España es tierra de María, tierra de Jesucristo. Y, por lo mismo, se trata de una herencia doble -ser cristiano y ser español-, que no se puede desperdiciar sin caer en una grave irresponsabilidad.
La fe católica ha actuado como dinamismo catalizador, desde dentro, de la configuración de España tal como los españoles nos conocemos hoy. «Sin la presencia de la Iglesia -afirma el historiador don Luis Suárez-, en la península Ibérica habría otra cosa, pero noEspaña. Sólo España ha dado el paso decisivo de adoptar el cristianismo como forma cultural. Es una forma de cultura basada en que el ser humano es una persona -no un individuo de una especie cualquiera- que se trasciende hacia los demás y hacia Dios».
Para don Nicolás Álvarez de las Asturias, profesor de la Facultad de Derecho Canónico, de la Universidad San Dámaso, es clave la participación de la Iglesia en las grandes empresas comunes que han forjado nuestra identidad: «Podemos pensar en el valor para la construcción de España que tuvo la Reconquista, o en el modo concreto de vivir nuestra vocación europea en los siglos XVI y XVII, para darnos cuenta de la imposibilidad de entender nuestro país al margen de la Iglesia». Y no duda en afirmar que, de estos procesos que han configurado nuestra identidad, «quizás el más significativo y permanente es el de la Conquista de América, que, precisamente por ser tambiénevangelización, determinó de modo sustancial los modos de proceder en dicha gesta, y ha permitido que la religión sea, junto a la lengua, el gran elemento que nos une con todos esos pueblos».
Pero la fe de la Iglesia no sólo ha estado presente en acontecimientos tan históricamente significativos; también ha acompañado la intrahistoria de tantas crisis económicas y sociales, como la que estamos viendo en la actualidad. «La historia de España -continúa don Nicolás Álvarez de las Asturias-, rica en grandes acontecimientos, es también pródiga en momentos de dificultad. Crisis sociales y económicas han marcado nuestra historia desde sus mismos orígenes. La red asistencial de la Iglesia -que es la misma que su red de culto y predicación- ha hecho posible, en períodos tan convulsos como los de las guerras civiles de Castilla en los siglos XIV y XV, o la carestía fruto de la crisis social y económica del XVII, que esas situaciones de dificultad no degeneraran siempre en conflictos abiertos. Asimismo, su red hospitalaria y educativa permitió, en los primeros momentos del desarrollo urbano e industrial, un servicio a los hombres que el Estado no estaba en condiciones de garantizar».
El historiador don Luis Suárez es el autor de Lo que España debe a la Iglesia católica (ed. Homolegens), un espléndido manual que recoge las principales contribuciones de la Iglesia a la construcción social e histórica de nuestro país. Entre muchas otras cosas, cita las bibliotecas de los monasterios: «La primera la creó san Isidoro de Sevilla, y luego se fueron fundando en los monasterios de toda España. Se trata de una herencia de un valor enorme: en San Juan de la Peña, se descubre el número cero; y en Ripoll, se formó la primea biblioteca con más de cien ejemplares. Todo ello supuso una maduración cultural muy importante para España y para Europa», explica don Luis. Y alude asimismo a que la universidad también fue un invento de la Iglesia en España: «Fue otra de las grandes aportaciones de san Isidoro: enseñar leyendo un libro y explicar lo que se lee. El Estudio General, lo que luego sería la universidad, nació en España, indudablemente».
Asimismo, para don Luis Suárez, la principal contribución del Camino de Santiago, que cruza España de este a oeste por el norte de nuestro país, «es la constatación de que no hay pecado, por grave que sea, que no pueda ser perdonado si hay arrepentimiento». Y ello ha tenido consecuencias incluso hasta en la configuración del Derecho en la actualidad: «Éste es el principio de la libertad jurídica; por eso, Europa se llena de iglesias dedicadas a Santiago». En esta misma línea, España fue el país pionero en el reconocimiento de los derechos humanos, mucho antes de laDeclaración que aprobó Naciones Unidas en 1948: «Los Reyes Católicos prohibieron reducir a nadie a esclavitud, por lo que España fue el primer país del mundo que abolió la servidumbre. Fue un adelanto a su tiempo, y sucedió por influencia inequívoca de la Iglesia», señala don Luis.
Las relaciones, durante siglos y siglos, de los españoles con Dios han conformado nuestra identidad. Por eso, don Nicolás Álvarez de las Asturias habla del alma de España, y afirma que «nunca los hombres se han entendido a sí mismos tan sólo bajo categorías económicas; la vida humana es mucho más. Nacimiento y muerte, amor y fracaso, personas y Dios, conforman el universo verdaderamente humano en el que vivimos. En todos los acontecimientos de la vida ha estado presente el cristianismo, hasta el punto de que, en esas dimensiones tan importantes, es la Iglesia la que ha unificadointeriormente a los españoles. Durante siglos, en cualquier rincón de nuestra geografía, se ha nacido y se ha muerto igual: bajo el signo de la Cruz y con idénticos ritos. Se han celebrado las fiestas por los mismos motivos (religiosos), y se ha rezado y creído lo mismo. Por encima de otras particularidades, es un hecho que la fe ha sido un factor determinante de unidad, y no precisamente externo».