Los indígenas, protegidos desde los inicios de la evangelización de América por las disposiciones teológicas y doctrinales de las bulas pontificias que debían cumplir los responsables políticos de las nuevas tierras descubiertas —los españoles y portugueses— y por estar en el estadio de un primitivismo prehistórico, no tenían la conciencia comunitaria de formar parte de una civilización global y por tanto, de tener una identidad histórica, pues esta sólo se alcanza con los procesos históricos económicos, culturales, filosóficos, jurídicos, religiosos y políticos a través de los siglos.
Esta conciencia comunitaria sí la han tenido los españoles; antes, formándose en la Hispania del Imperio Romano, luego perfilada con la conversión al catolicismo de los hispanorromanos, de los arrianos visigodos llegados con las invasiones de los bárbaros a Hispania. Conciencia comunitaria cristiana católica que continuará en la Edad Media, y cuando la Reconquista. Tras la invasión y persecución en el año 711 del Islam a los cristianos católicos de la Hispania visigoda, y hasta el final de la Reconquista por los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, en 1492, la conciencia es comunitaria. No es una conciencia aislada y desarraigada, como la que se ha venido imponiendo a la sociedad española desde los siglos XVIII, XIX y XX, con la idolatría de la razón y el desprecio de la fe de los enciclopedistas de la Ilustración, con las terribles revoluciones masónicas del liberalismo individualista ateo o agnóstico, anticristianos católicos, y con las iguales de terroríficas y sanguinarias revoluciones posteriores, del colectivismo alienador y ateo del marxismo bolchevique socialista y comunista, influenciados también por la masonería y el jacobinismo, sin dejarnos en el olvido histórico el colectivismo, también deshumanizador, del nazismo y el fascismo.
La pérdida de la conciencia comunitaria y de la identidad histórica de España se ha acentuado aún más a partir de las dos últimas décadas del siglo XX, y desde las dos primeras décadas del siglo XXI, cuando tanto el neomarxismo del socialismo socialdemócrata anticristiano católico y sus correligionarios ideológicos, el comunismo y el sindicalismo de izquierdas populista, como el neoliberalismo del centro progresismo socialdemócrata, seudo o antirreligioso, y junto a ellos, en nuestra desmembrada España, los nacionalismos secesionistas y terroristas, han confluido en copiar los mismos programas de destrucción y aniquilación de la conciencia histórica comunitaria española, como son los que se han realizado con las inicuas legislaciones guiadas por la ideología de género.
Legislaciones deshumanizadoras por ser proabortistas, antifamilia natural, proeutanásicas, ultrafeministas y homosexualistas radicales. Legislaciones espurias contrarias al derecho natural de la Declaración Universal de los Derechos Humanos(1948), que imponen las políticas internacionalistas e imperialistas del nomunacionalismo o Nuevo Orden Mundial de las Naciones Unidas(ONU), bajo las directrices del imperio mediático, económico, financiero, contracultural y político de Estados Unidos.
Al destruirse la conciencia comunitaria de la identidad de ser y tener una historia propia pero también universal, y al invadirse la conciencia personal y privada con totalitarias leyes que han pretendido falsificar la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, España ha quedado aislada, mutilada en su ser histórico, y mientras no recupere lo que la define y honra, nunca saldrá de las cárceles mediáticas, políticas e ideológicas que controlan las circunstancias de cada época para sus intereses de poder, y no para el bien común de los españoles.
Diego Quiñones