Las noticias conforman nuestra vida. Al hombre de fe que lee la Escritura y la prensa diaria, esta le muestra las cosas que pasan y aquella las que no pasan, porque siempre están con nosotros. Y así pasando y sin pasar, vamos conformando la imagen de Dios que somos. Las noticias de muerte, dolores y maldades del hombre que suda y trasluce aún al viejo Adán y al envidioso y homicida Caín en su piel, van tomando forma cada día en la gente del mundo, del tiempo. La Noticia de vida, la Buena Noticia, recoge los mismos sudores de sangre, pero los transforma en palabra de energía fontal, en Palabra que viene del cielo y nos redirige al Señor del Cielo, como el lugar o estado de conciencia en el que vivimos con Él, que sigue cargando en la vuelta con todo pecado del hombre. Traducido a tiempo de nuestra actividad religiosa, esa palabra que se dirige a Dios –pros ton Zeón, (Jn 1)–, es la oración, nuestra oración y la suya, nuestro medio de relación y comunicación más seguro y definitivo con Él, con el Padre y con los hombres.
Al escuchar al Papa Francisco, me sentí comprometido desde mi óptica de júbilo, -jubilado-, a traducir las noticias que transmiten eventos de muerte al idioma de la Buena Noticia. No es una atípica utopía de optimismo franciscano lo que quiere el Papa que retomemos en la evangelización, porque también son Evangelio las noticias de la tragedia humana, pero la Buena Nueva las trasciende y cuenta su final, no solo su trayecto, produciendo por eso esperanza y alegría, no rencor, odio y tristeza como la mayoría de noticias que circulan en nuestros medios. La novedad del Evangelio está en que es el mismo de siempre,
Estos días se publicó en algún medio una noticia distinta, alegre, de un descubrimiento que siendo de lo mas antiguo, es lo más nuevo. Transcribo solo parte de la cita por si alguien quiere indagar más.
La Razón, 19 de diciembre de 2016.
Descubierta el agua más antigua del planeta.
Un manantial bajo el suelo de Canadá lleva brotando desde hace 2.000 millones de años. Se halla bajo una vieja mina de Ontario.
Conocer el origen del agua es un viejo empeño de la ciencia. La búsqueda de agua fuera de nuestro mundo es el objetivo más preciado
El agua es uno de los santos griales de la geología. Se trata del elemento más destructivo y erosionador, pero también el que alberga la vida. Sabemos que la mayor peculiaridad de nuestro planeta, lo que realmente lo hace único y privilegiado es la cantidad de agua que atesora. Hasta el punto de que más que Tierra, deberíamos haberlo llamado planeta Agua.
(Leer más: Descubierta el agua más antigua del planeta http://www.larazon.es/sociedad/ciencia/descubierta-el-agua-mas-antigua-del-planeta-JA14148717?sky=Sky-Diciembre-2016#Ttt1G1TkB6CF1aSY)
¿Qué pasaría si un día, en un diario cualquiera, un científico de este cosmos dijese: hemos comprobado que el agua viva más antigua del universo, presente en todo lo creado, y que unifica el macrocosmos con el microcosmos, brota de una fuente infinita de energía que produce vida? Se hizo visible ese río hace dos mil años en Belén de Judá como un niño sujeto al crecimiento, y aún no hemos terminado de desarrollar en nuestro conocimiento la profundidad, la altura, la anchura del lugar donde brota, porque son infinitas. S. Juan de la Cruz se removería en su descanso.
En realidad esa noticia fue publicada en forma de Evangelio hace casi dos mil años, y sigue fluyendo en su curso de vida, de tal forma que donde humedece, vuelve a florecer la alegría de la primera creación.
Manuel Requena