En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en ¡a orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron (San Lucas 5, 1-12).
COMENTARIO
En las páginas del Evangelio no vemos a Jesús, jamás, presumir de sus cualidades ni hacer alarde de su divinidad. Muestra sus signos y milagros con sencillez y diríamos hasta con naturalidad. Pero en este pasaje sí nos parece que su propósito es hacer una demostración de su poder para presentar a sus recién llamados discípulos, a quien van a seguir. Después del convincente argumento de Pedro de una noche bregando, Jesús calla, pero la gran redada de peces parece contestar a Simón y gritar a los presentes: Yo soy el creador, qué me importan la hora ni las corrientes: Ahí tenéis llenas de peces dos barcas a punto de hundirse por el peso. Esta no era hora para la pesca, pero sí era la hora de Dios, si era el momento de su voluntad.
“Por tu palabra echaré las redes, dice Pedro, y quizá piensa: He trabajado toda la noche y sé que a estas horas o por este sitio no, ahora no es momento; yo soy un profesional.
Y menos mal que Pedro, muy educadamente, para no desairar a Jesús, echó las redes pensando que a lo mejor algunos despistados se dejaban atrapar, y ante la descomunal pesca, reacciona postrándose a los pies de Jesús, no puede más, se siente abrumado ante tal exceso, porque Dios siempre concede la gracia con abundancia y exceso: “Apártate de mí que soy un pobre pecador”, porque he pensado hace un momento tirarme el farol y demostrarte que yo soy un profesional de la pesca y no era la hora ni las corrientes propicias ni los peces… De pronto se dio cuenta de que Él era el creador de las noches, las corrientes y los peces…
Nosotros también tenemos que darnos cuenta de que Dios es el creador del universo, Señor del tiempo que nos limita y el espacio que nos reduce. Rezamos diciéndole exactamente cómo tiene que hacerlo y qué hora es la mejor, porque pedimos que haga nuestra voluntad. Queremos seducir a un ser obediente al que dar órdenes, y sentir nuestro poder.
¿Cuándo aprenderemos a dejarlo en sus manos? Señor mira a mi hijo, mi trabajo, mi problema, mi voluntariado, lo pongo en tus manos, deja obrar a tu corazón. Y esperar sabiendo eso sí, que nos ha dicho que nos ama, no quiere nada malo para nosotros, Él deja obrar a las leyes de la naturaleza, a veces no nos conviene lo que pedimos, pero nos ama. Y Él es un experto profesional del Amor.