En aquel tiempo, Jesús les propuso otra parábola diciendo: El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: «Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene
cizaña?» Él les contestó: «Algún enemigo ha hecho esto.» Le dijeron los siervos: «¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?» Jesús le dijo: «No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero. (Mateo 13, 18-23)
Una escena de la vida cotidiana Jesús se mezcla con los pecadores y la parábola de la cizaña es la respuesta de la paciencia de Dios que aguarda a que madure la cosecha para hacer la separación de trigo y cizaña es decir, justos y pecadores. Su enseñanza es la convivencia del bien y del mal.
A través de los siglos sabemos que los creyentes para mantenernos firmes, tenemos que pasar por muchas complicaciones en razón de nuestra fe, al igual que sucede en el día a día cuando decimos que ante un grupo de personas que están tranquilos viene alguien a meter cizaña, recordamos recientemente los casos “de sembrar cizaña” contra la religión católica que se han producido en nuestro país.
Nuestro proyecto de vida debe ir enfocado a que la pequeña semilla se convierta en una gran cosecha de trigo limpio, como la que desea nuestro sembrador, Jesús. A Él le imploro, actitud de espera y tolerancia, para que en ningún momento yo sea cizaña.