En aquel tiempo, salieron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús, pidiéndole una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba. Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser, dice: «¿Por qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará a esta generación ninguna señal». Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta. (San Marcos 8,11-13)
Hoy, el Evangelio parece que no nos diga mucho ni de Jesús ni de nosotros mismos. «¿Por qué esta generación pide una señal?» Pero el evangelio siempre es actual y es para todos… lo cual quiere decir que a lo mejor “esa generación” es también la nuestra, somos nosotros mismos.
En definitiva, cuando los judíos como también nosotros tantas veces, pedimos “una señal”, lo que hacemos es pedir perversamente a Dios que actúe según nuestra manera, la que nosotros creemos más acertada y que apoye nuestro modo de pensar. Y Dios, que sabe y puede más (y por eso pedimos en el Padrenuestro que se haga “SU” voluntad y no la nuestra), tiene sus caminos, aunque a nosotros no nos sea fácil comprenderlo.
Los fariseos no habían entendido nada de lo que Jesús había hecho. Tampoco nosotros somos capaces de abrir los ojos de la mente y el corazón para comprender que todas las maravillas que el Señor está haciendo continuamente en nuestra vida son esa “señal,” el “signo del cielo“ que están demandando los fariseos. Tenemos los corazones cerrados y si casualmente alguna vez esa voluntad nuestra coincide con la de dios pensamos que es casualidad, suerte etc… y entonces pedimos un nuevo signo, algún “milagro” como hacen los fariseos, aunque sea pedir a Jesús que “baje de la cruz”….En definitiva queremos un Dios a nuestro servicio y bajo nuestro criterio.
Fijémonos la cantidad de milagros y señales que el Señor ha realizado ya en su vida pública: curación de un endemoniado y de un leproso, curación de un paralítico, calma la tempestad, resurrección de la hija de Jairo, multiplicación de los panes, etc… Pero nada de eso les basta, como nos pasa a nosotros, porque en el fondo no nos interesa escuchar y seguir a Jesús con nuestra vida, solo buscamos el “milagrito” o “señal” que nos de lo que queremos, que nos quite la cruz, la enfermedad, etc… pero no nos interesa seguir a Jesús que va rumbo a la Cruz.
En el fondo se percibe una actitud perversa de querer utilizar a Dios o poner a prueba su bondad. Pero la fe es otra cosa, es creer en el amor de Cristo, unirme a él en el plan de salvación que ha preparado para mí, el cual pasa muchas veces por los sufrimientos y la cruz, pero sabiendo que finalmente se encontrará con el triunfo de la Resurrección y la paz.
Por eso “Jesús suspira profundamente”, probablemente de desahogo y de tristeza ante una ceguera tan grande. Y concluye “¡No se dará a esta generación ningún signo!” Ya dirá en otra ocasión: «Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás:» la conversión y la cruz.
Los dejó y se fue a la otra orilla del lago.