No se trata de un nuevo estilo de muebles de cocina, ni de un sistema para que las puertas se cierren solas o no haga calor dentro de las casas en verano. Es una propuesta conciliadora para entender la diversidad biológica actual y la que presenta el registro fósil, pero sin enfrentar la razón y la fé, la religión y la ciencia. Tampoco es una teoría científica, sino una postura que admite que la evolución es la formalidad de un acto creador de Dios, y que por tanto cristianismo y darwinismo son conciliables.
Sus principales detractores son quienes, curiosamente, rechazan hechos incomprensibles pero históricos, constatados por testigos humanos, como la resurrección de entre los muertos de Lázaro o de Cristo, pero sin embargo, no tienen reparo en aceptar hechos tal vez comprensibles pero indemostrables, como que las especies van cambiando unas en otras, o que el origen del Universo fue una explosión, algo que –salvo Dios- nadie ha visto jamás.
Y es que razón y fé, o religión y ciencia, han sufrido una fuerte confrontación en relación con una de las teorías biológicas más importantes, la de la evolución. Mucho se ignora de la misma, particularmente en el mundo católico, en el que no pocos tienen un empanamiento mental importante, por desconocimiento de los argumentos que hacen compatible el catolicismo con el evolucionismo. Compatibilidad esta que presenta el denominado diseño inteligente, admitido por muchos científicos entre los cuales me encuentro, y que aceptan incluso algunos agnósticos y ateos. Este empanamiento es utilizado hábilmente por laicistas de todo género que hacen vacilar la débil fe de muchos.
un creyente convertido en paradigma del ateísmo
Charles Darwin (1809-1882), que enunció la Teoría de la Evolución, fue un naturalista de formación cristiana. El quinto de seis hermanos, estudió de niño en escuelas religiosas anglicanas, de acuerdo con las creencias de su familia. Más tarde lo intentaría con la medicina, obligado por su padre; carrera que no concluyó. Se sabe que en esta etapa era un fijista militante –seguidor del Fijismo- y creía firmemente que Dios había creado todas las especies de seres vivos tal como se conocían y las había distribuido por la Tierra de la forma más conveniente para ellas. Algo que todavía a día de hoy mantienen ciertas ramas del protestantismo, y que se deriva en parte de una interpretación literal de la Biblia, que se conoce con el nombre de Creacionismo.
Emma Wedgwood, con quien se casó en 1839, era una mujer muy piadosa que fue consciente de alguna que otra crisis de fe de su marido, de quien se dice que no hizo ostentación antireligiosa en ningún momento, entre otras cosas por no herir los sentimientos de su esposa.
Durante su época de estudiante de medicina, Darwin hizo amistad con importantes naturalistas, pero se distanció de ellos cuando abandonó la carrera. Su padre, que fue quien le había obligado a elegirlos, aceptó su decisión a cambio de que se hiciese pastor anglicano, cosa que Darwin aceptó: se puso a estudiar teología en Cambridge. ¡La única titulación que llegó a tener fue la de licenciado en teología!: bachiller en artes, en la época. Hizo amistad con un pastor anglicano y profesor de botánica, John Stevens Henslow (1796-1861) –quien siempre pensó que la inteligencia, la racionalidad, el alma… vienen al hombre de Dios- lo que fue determinante para que sus aficiones se convirtieran en dedicación definitiva.
Darwin publicó en 1859 “El origen de las Especies” y en 1871 “El origen del hombre”. En ellas se proponía la teoría darwiniana de la evolución, en la que se admitía el paso de unas especies a otras en base a la mejora continua de la adaptabilidad al medio ambiente debida a la lucha por la supervivencia, operando directamente sobre dichos cambios la denominada selección natural, auténtica fuerza motora de la evolución, sobre cuyo origen Darwin no hacía un pronunciamiento explícito e inequívoco.
Los ideólogos posteriores a su fallecimiento, particularmente los ateos y materialistas inspirados en la filosofía naturalista –todo ha surgido por la acción de fuerzas ciegas naturales y es producto de la casualidad- y los entonces beligerantes marxistas, utilizaron la teoría como una herramienta más para atacar al cristianismo y a la Iglesia Católica, considerándola como la prueba irrefutable de la inexistencia de Dios, algo que jamás afirmó Darwin, que huía del uso no científico de su hipótesis. Más adelante consecuencia de los avances de la biología molecular, nacería el neodarwinismo, que trasladaría al nivel genético de mutaciones el origen de los cambios morfológicos en lo que Darwin se inspiró para enunciar su teoría.
compatibilidad entre evolución y creación divina
Ya en 1868, a los pocos años de hacerse pública la propuesta darwiniana, el sacerdote católico Raffaelo Caverni postuló la compatibilidad entre evolucionismo y fe en su obra “Nuevos estudios de filosofía. Discursos a un joven estudiante”. Su tesis – tomada de Galileo – partía de la consideración de que la Biblia no contiene falsedades y tiene el cometido de llevarnos al cielo más que el de describir verdades científicas. Esta idea permitía un distanciamiento de la ya entonces también extendida postura literalista, siempre que se aceptara un evolucionismo teísta y finalista.
Ante el riesgo de que en el fragor de la batalla se produjeran abusos interpretativos, y de que la gente menos erudita confundiese la aceptación de dicha tesis con la admisión del materialismo y ateísmo que entonces animaba a algunos darwinistas, amén de que Caverni atacaba injustificadamente a los jesuitas y a la exégesis de los Santos Padres, la Iglesia incluyó dicha obra en el índice de libros prohibidos, pero sin condenar explícitamente al darwinismo en sí.
Más tarde Pío XII, en 1950, en un intento de reducir la creciente confrontación, más ideológica que otra cosa, apuntaba en la “Humani generis” que el evolucionismo era una teoría que debía ser estudiada, y que en ningún caso el alma provenía de otro lugar que no fuera Dios mismo.
Esta tendencia conciliadora de la Iglesia Católica ha llegado a nuestros días: evolución y creación de Dios son compatibles siempre que no se atribuya a la evolución un alcance que no tiene. A este respecto decía el ya beato Juan Pablo II “…la evolución presupone la creación, y la creación se presenta a la luz de la evolución como un suceso que se extiende en el tiempo…no existen obstáculos entre la fe y la teoría de la evolución, si se las entiende correctamente…” llegando a afirmar en 1996 frente a la Asamblea de la Pontificia Academia de Ciencias que ”…el evolucionismo es algo más que una hipótesis…”
evolucionismo, una respuesta incompleta
El darwinismo daba claves novedosas y atractivas para admitir las teorías evolucionistas precedentes, pero hubo importantes científicos que lo criticaron, y continúan haciéndolo. Entre ellos destacaría la opinión de Lynn Margulis, profesora de biología de la Universidad de Massachussets, famosa por su propuesta bacteriana del origen de las mitocondrias, a la que recientemente un medio de comunicación del grupo Prisa la dedicaba un extenso reportaje, donde la presentaba como el paradigma de mujer progresista que, hablando del neodarwinismo al que considera equiparable a una secta religiosa menor del siglo XX, dentro de la creciente persuasión religiosa de la biología anglosajona, propuso a científicos asistentes a un congreso de biología molecular que le nombrasen un solo caso conocido de la aparición de una nueva especie como consecuencia de mutaciones múltiples y progresivas, recibiendo el silencio por respuesta.
En el mismo sentido abunda Michael Behe, profesor de bioquímica de la Universidad de Lehigh de Pensylvania y precisamente buen exponente de esta postura conocida como “diseño inteligente”, el cual en su obra “La caja negra de Darwin”, citando al propio Darwin, que en “El origen de las especies” afirmaba -dando a entender bien a las claras la conciencia de las limitaciones de su teoría evolutiva- que” …si se pudiera demostrar la existencia de cualquier órgano complejo que no se pudo haber originado mediante numerosas y leves modificaciones sucesivas, mi teoría se desmoronaría por completo…”- presenta lo que define como sistemas irreductiblemente complejos, entre los que se encontraría p.ej.- el sistema inmune, el sistema de coagulación sanguínea, el sistema de visión, argumentando que a nivel molecular la probabilidad de que evolucionen y se ajusten como consecuencia de múltiples mutaciones es ínfima, y absolutamente irrealizable, incluso en la escala de tiempo geológico que estima el origen del universo hace unos quince mil millones de años, de no ser porque ocurran determinados cambios y no otros, evidentemente tanto para él como para nosotros, dirigidos por Dios Creador Todopoderoso.
solo Dios puede crear
Del 26-27 de octubre de 2002 se celebró en Roma, auspiciada por el «Centro Kolbe de estudios de la Creación», una conferencia extraordinaria para analizar los argumentos científicos en torno a la teoría de la evolución propuesta por Darwin. Genetistas, geólogos, astrofísicos y científicos de otras disciplinas representando numerosos países analizaron, a la luz de la ciencia actual, las afirmaciones sobre la evolución lanzadas por Darwin.
El Prof. Dominique Tassot, Presidente del Centro francés de «Estudios y Perspectivas sobre la Ciencia» declaró con absoluta razón, refiriéndose a la supuesta capacidad de las especies de transformarse de unas en otras como postula Darwin: «El darwinismo ha logrado demostrar las mutaciones al interior de una especie, pero para el surgimiento de nuevas especies no ha aportado ni pruebas ni hechos. Frente a esto, nuestro objetivo es el hacer comprender, sobre todo a los católicos, que aquello que la ciencia afirma no es la verdad absoluta».
Francisco J. Ayala, que fuera fraile dominico, es uno de los científicos españoles de mayor prestigio internacional. En la actualidad es profesor del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Irvine (USA), miembro de la Academia Nacional de las Ciencias de Norteamérica, y merecedor de numerosos premios y galardones por su búsqueda de conciliación entre ciencia y religión. Precisamente en su obra: “Darwin y el diseño inteligente. Creacionismo, cristianismo y evolucionismo” da cuenta de multitud de argumentos que permiten concordar evolución y Creación, precisamente al amparo del denominado Diseño Inteligente.
Así, Ayala afirma que “el descubrimiento fundamental de Darwin [es] que hay un proceso que es creativo aunque no sea consciente” (p.207) y “que la evolución y la fe religiosa no son incompatibles. Los creyentes pueden ver la presencia de Dios en el poder creativo del proceso de selección natural descubierto por Darwin”.
A este respecto el presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, monseñor Gianfranco Ravasi ya expuso en el congreso sobre «La evolución biológica: hechos y teorías», celebrado en Roma en el año 2009: «no hay incompatibilidad a priori entre la evolución y el mensaje de la Biblia», que es lo que en el fondo asume la Iglesia Católica y el denominado Diseño Inteligente.
Proponemos para una mayor ampliación del tema la lectura del libro “¿Puede un darwinista ser cristiano?” (Ed. Siglo XXI, Salamanca 2007, 293 pp.) del profesor de la Universidad de Florida, Michael Ruse, experto en historia y filosofía de la ciencia. En dicha obra el lector encontrará una recopilación de argumentos a favor de la conciliación entre razón y fé, incluyendo los desencuentros actuales e históricos que todavía se producen.