Cuando los setenta y dos regresaron, dijeron contentos: ―Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.―Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo —respondió Él—. Sí, os he dado autoridad para pisotear serpientes y escorpiones y vencer todo el poder del enemigo; nada podrá haceros daño. Sin embargo, no os alegréis por poder someter a los espíritus, sino alegraros porque vuestros nombres están escritos en el cielo (San Lucas 10, 17-20).
COMENTARIO
Es muy importante -produce tanta ilusión humana y sobrenatural- introducirse en la lectura del Evangelio considerándose un personaje más, uno de los que comparte las ansias de Jesús para mostrarnos el camino del cielo. En esta breve relación evangélica de Lucas vemos como esa cantidad de discípulos nos transmiten elocuentemente el entusiasmo de haber hecho apostolado. Me venían al corazón alguna orientación en este sentido de dos Papas. La primera de ella corresponde a San Juan Pablo II que hoy, el día que preparo este trabajo, celebra su cumpleaños (¡cumpliría 98 años!). Así se expresaba:“Se necesitan heraldos del Evangelio, expertos en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus gozos y esperanzas, de sus angustias y tristezas, y, al mismo tiempo, sean contemplativos, enamorados de Dios”. Basta detenernos en alguna de esas actitudes para encontrar como mejorar en el trato con los demás, muy principalmente para quererlos y quererlo bien, para acercarlos al trato personal con el Señor. A su vez, tenemos en nuestras manos la grandiosa Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate de nuestro querido Papa Francisco. En el cuyo capítulo cuarto, nos señala la necesidad de la audacia y del fervor. Nos dice el actual Pontífice que “…la santidad es empuje evangelizador que deja marca en este mundo, que tenemos que mirar al Señor en su compasión entrañable y como Él navegar mar adentro y arrojar las redes en aguas más profundas”. Nos invita a gastar nuestra vida en su servicio.
Ante este gran panorama, no hay que desanimarse jamás o, si eso nos pasara, también como nos dice el Papa Francisco “…hemos de volver a ese Dios que es ternura y que quiere llevarnos a una itinerancia constante y renovadora. Dios siempre es novedad, que nos empuja una y otra vez y a desplazarnos para ir más alá de lo conocido, hacia las periferias y las fronteras”.
Todo esto es real y posible. Así nos lo confirma la segunda parte del Evangelio que hoy comentamos: “porque nuestro nombre está escrito en el Evangelio”. Qué suerte la fe, que suerte poder decir que sí, que en el cielo, desde antes del origen de los tiempos, está Cristo, hoy y siempre, amándome.