En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos le contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo» (San Mateo 13,44-52).
COMENTARIO
El Reino de los Cielos, ¿qué es? Es vivir según la voluntad de Dios aquí en la tierra, como nos ha mostrado nuestro Señor Jesucristo, primicia de lo que será vivir unidos a Dios en plenitud después de la muerte. Las parábolas del evangelio nos muestran la actitud que debemos tener si queremos acceder a este Reino que se nos ofrece gratuitamente.
Dios nos ha creado para vivir unidos a Él y nos deja libres para aceptar ese plan de amor que tiene para cada uno. En palabras de San Agustín: «Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti».