La hostilidad a la Iglesia, a la religión y al mismo Dios se revela en la campaña publicitaria que comenzó en Londres y ya ha llegado a España. Dicha maniobra se realiza colocando en los autobuses urbanos la siguiente frase: “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y vive la vida”. Es posible que esta campaña haga reflexionar a más de uno y le lleve a hacerse la pregunta más esencial para un hombre: ¿Existe Dios? Y si es así, ¿qué relación tengo con Él? ¿Cómo debe ser mi vida? ¿Cuál es mi meta, mi fin, mi destino?
Creo que mejor que la indiferencia y el vivir como si Dios no existiera, ignorándolo por completo, es hablar de Él, aunque sea para poner en duda su existencia. Merece más respeto el ateo que aquel que no se cuestiona ni la idea de Dios ni su existencia.
Esta campaña da por hecho que Dios y la felicidad son contrapuestos, cuando en realidad, aun sin tener fe, creo que es preferible considerar al hombre creado y amado por Dios y con una vida eterna en plenitud, que afirmar al hombre como un animal más que terminará sus días y todo se acabará, sin que nada perdure, ni siquiera el amor. ¿Puede el hombre con estas convicciones ser feliz? “Comamos y bebamos que mañana moriremos”. Quizá sea éste el lema de tales gentes, pero más tarde o más temprano terminarán dándose cuenta de su vacío existencial, el cual les llevará a la depresión y frustración, si es que algún día se detienen a pensar. Dice el psiquiatra Viktor Frankl que, en buena parte, las depresiones y neurosis son producidas por esa ansia de trascendencia del hombre no colmada. Su método de curación —la logoterapia— consiste en hacer que el paciente busque el sentido de su vida, lo esencial, en lugar de vivir a ras de tierra. Me pregunto yo si un enfermo de cáncer, por ejemplo, será más feliz y disfrutará más de la vida, si cree que probablemente no hay Dios y, por lo tanto, no hay por qué preocuparse. ¿No será para él una gran ayuda saber que su sufrimiento no es estéril, que está acompañado por el dolor de Cristo en la Cruz y que, por eso, puede ser corredentor, sabiendo que al final de su vida ya no habrá enfermedad, ni dolencias, sino que vivirá en plenitud junto al Amor, por toda una eternidad? Conozco a una chica joven, con un cáncer terminal, que encontró el sentido de su vida, precisamente en su enfermedad, y pasó de una existencia vacía, de lo efímero, del puro capricho, a una vida serena y en cierto sentido feliz; de la indiferencia con respecto a Dios, a la fe en Jesucristo, y a la confianza en que sería salvada por Él El ateísmo militante, el antiteísmo, que ahora se dedica a “adornar” los autobuses urbanos, quiere hacernos creer que es muy tolerante y nada dogmático cuando comienza con una duda —“Probablemente Dios no existe”—, pero enseña la patita a continuación para aconsejarnos así: “deja de preocuparte y goza de la vida”. ¿Cuál es el mensaje que quiere transmitir? Que Dios nos complica la existencia, haciendo nuestra vida infeliz y angustiosa, llena de miedo, coacción y falta de libertad para vivir “a nuestras anchas”. Estos ateos de “tres al cuarto” están bastante lejos de la postura seria y filosófica del existencialismo de Heidegger o de Sartre, por citar los más conocidos, que reflexionaban acerca del absurdo de una existencia sin Dios, porque el “hombre es un ser para la muerte” y de ahí que la vida no tenga sentido, sea una “náusea”, porque “el hombre muere y no es feliz”, y tampoco goza de total libertad: está limitado porque “el infierno son los otros”. El mismo Nietzsche, que decreta la “muerte de Dios”, se da cuenta de la terrible orfandad del hombre sin Dios. Escribe páginas muy esclarecedoras en este sentido. Pero, claro, de este influyente pensador a estos ateos que ni siquiera se declaran convencidos de la no existencia de Dios, hay un abismo. Son fruto de nuestra cultura, banal, frívola, de pensamiento débil, que sólo vive de eslóganes y subvenciones. ¿Puede haber una felicidad mayor que la del hombre de fe que cree que ha sido creado por amor, y para amar y ser amado? El creyente sabe que es hijo adoptivo de un Dios que envió a su Hijo para entrar en la historia y aceptar la miseria humana y, por ello, la muerte en Cruz para redimirnos. Sabe también que ese Dios ha querido mostrarnos su rostro humano, para que le conozcamos y podamos acercarnos a él. Conoce también, porque así se nos ha revelado, que es un Dios de misericordia y de perdón, porque es “Amor”. Por sus frutos les conoceréis. ¿Cuáles son los servicios a la comunidad de los que predican el “comamos y bebamos…”? ¿Cuáles los del cristiano? Nadie dudará de la ingente labor de misioneros, de asociaciones católicas como Cáritas, Manos Unidas, Congregación de la Madre Teresa de Calcuta, y un largo etcétera, que ayudan a los menesterosos sin preguntar siquiera cuáles son sus creencias, su raza o su país. Tal vez esta torpe campaña haga reflexionar a más de uno. Dios escribe derecho con renglones torcidos… Algunos prefieren ver al hombre como un simple producto de la evolución de las especies; por eso, conceden a veces más valor a las focas, simios, linces, etc., que a un feto en el seno de su madre, considerando incluso como derecho de la mujer el aborto. Lejos de Dios, el hombre ve reducida su dignidad como persona —que ha sido una gran conquista cristiana—. Se le considera una cosa que sólo tiene valor instrumental e utilitario; de ahí la defensa de la eugenesia, eutanasia y aborto por parte de estas ideologías “progres”. ¿Para qué sirve un enfermo, un discapacitado, un anciano? Encima lo rodean de una especie de sentimentalismo que pretende ayudar al que la sociedad considera inservible. Se habla de “muerte digna” y de librar al enfermo o discapacitado de su sufrimiento. ¡Qué “buenismo” mas hediondo y manipulador! La misma formulación de la propaganda atea, expresa, a las claras, el egoísmo de que está imbuida. “Deja de preocuparte y goza de la vida” ¿Qué puede importarte todo lo demás? Quisiera recordar una frase de Dostoiewski que dice así —cito de memoria—: “Si Dios no existe, todo está permitido; pero el mundo se vuelve inhabitable”. Es lo que está ocurriendo en este mundo desacralizado, que se aleja a pasos agigantados, merced a la manipulación y propaganda, de su fundamento, es decir, del Dios Creador.