En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación».
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla (San Marcos 8, 11-13).
COMENTARIO
Pedimos y pedimos señales para no sufrir, pedimos que no se nos muera el hijo, que deje de haber pobres en el mundo, que no sufra el inocente, y…, ¿Por qué tengo enemigos? ¿Por qué hay hambre en el mundo? Lo mismo que los hebreos también nosotros sabemos lo que hay que hacer y lo que no, lo tenemos bien organizado y claro, aunque estamos seguros de esto, siempre nos inquieta alguna cosa, el sufrimiento nos amenaza, nos ronda y nos cerca. Pero hoy se nos da una buena noticia, todos los días son nuevos para encontrarnos con los que nos rodean y poder entablar un diálogo, se nos regala la capacidad de amar como somos amados, sin hacer acepción de personas. Podemos hacer las cosas que hace Jesús: ir con los pecadores, comer con los publicanos, aunque hacer esto, pone en peligro nuestra integridad y nuestro prestigio. Dios es el que hace todo nuevo Ellos no entendían que Dios es el Dios de las sorpresas, que Dios es siempre nuevo, que nunca reniega de sí mismo, que nunca dice que se ha equivocado con nosotros, nunca, pero nos sorprende siempre.
No debemos olvidar que en las tentaciones el Diablo también le pidió señales a Jesús en el desierto: «Si eres hijo de Dios haz esto…»
También en su travesía desde la esclavitud en Egipto a la Tierra Prometida, el pueblo de Israel, cuando surgen dificultades, sed, hambre o algún grado de angustia, piden a Moisés señales de que Dios está con ellos.
Dios nunca nos abandona y nos da lo que necesitamos (brotó agua de las rocas cuando tuvimos sed, nos dio el maná del cielo y las codornices, cuando tuvimos hambre). «En pedir no hay engaño» pero Dios reconoce a todos, los que lo siguen y a los que por muchas señales que les dé, no le seguirán. ¿Por qué estamos ciegos?