El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa «Dios-con-nosotros»» (San Mateo 1, 1-16.18-23).
COMENTARIO
Hoy celebramos la Natividad, el nacimiento de la Virgen María. En occidente se celebra desde el siglo VII y solo los apócrifos nos dan algún detalle de su familia y orígenes según distintas tradiciones muy antiguas.
En la genealogía de Jesús que la Iglesia proclama hoy, (que sí, puede parecer muy pesadita, pero tiene una razón de ser) podemos descubrir la historia de salvación que Dios ha ido tejiendo con cada hombre. Es la historia en la que, a pesar del pecado de la humanidad, Dios va mostrando su fidelidad. Por ejemplo aparecen dos varones uno nacido del incesto y otro del adulterio, aparecen cuatro mujeres cuando la mujer no pintaba nada en esa época y mucho peor si además era extranjera, o manifiestamente pecadora, como tres de ellas. Y esto ¿qué quiere decir? Que Jesús entra en el hombre tal y como es, con lo bueno y lo malo. No se ocultan los pecados. SE PERDONAN. Así, en este relato, se manifiesta la presencia del Amor de Dios que se desborda en la historia, en nuestra propia historia; todas situaciones del pasado y las personas, por muy pecadoras que hayan sido, son importantes y nos ayudan a ser quienes somos hoy.
Unos hombres con su drama personal van engendrando a otros; y de pronto todo cambia, Dios se prepara el último eslabón, una mujer una única puerta por la que pasa uno no engendrado de varón. “…María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo” (Mt 1, 16b). Dios ha preparado la historia. Se preparó un pueblo, se preparó una cuna llamada María. Dios no improvisa…
Ella es un nuevo comienzo, en ella todo cambia porque en ella se para toda esta genealogía en la que cada hombre es engendrado por el predecesor; porque Jesucristo no es engendrado por ningún hombre, sino por el mismo Dios.
María y José, deben aprender a vivir en el imprevisto, en la continua sorpresa, en lo que, en definitiva, escapa de su dominio. Tú y yo también debemos aprender a vivir así; aunque nosotros nos resistimos, nos gusta más vivir con seguridad, con todo bien atado; que no se frustren nuestros proyectos, sin grandes cambios que se puedan escapar de nuestro control.
María nació para ser cuna y puerta de lo más grande, de Dios mismo. ¡Y cuánto tuvo que sufrir! Hoy nos relata el evangelio la duda de José, porque solo podría entender que su prometida se habría acostado con otro. Noche de dudas, de celos, de dolor. Y al inocente, ¿cómo explicárselo? Tuvo que ser el mismo ángel quien le explicara lo inconcebible, lo increíble para cualquier ser humano.
Y después de esto, -como se nos invita a todos nosotros- a caminar juntos fiados del Señor.
Hoy además, es el día de los consagrados que como prueba del amor de Dios experimentado en su historia, abrazan la castidad, pobreza y obediencia. ¡Felicidades!