Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto» (San Juan 20,24-29).
COMENTARIO
No se termina de comprender del todo lo decisivo de la fe en la vida santa de los cristianos. Parece algo excesivamente elemental, pero bien visto resulta de radical importancia para seguir avanzando en el camino del Amor divino. El mismo evangelio de san Juan nos refiere a un Señor que nos dice que la obra de Dios es creer en él, y que es eso precisamente lo que hay que hacer (Jn 6,28-29).La fe es lo que agrada a Dios en grado superlativo, y la ausencia de la misma ofende su bondad.
Con todo, la fe también tiene su trampa: el quietismo, piestismo, fideísmo e iluminismo de todos los tiempos. La fe está llamada a producir y producir vida, no parálisis ni bloqueo. No es la fe refugio de perezosos sino motor de santos. Los demonios también creen pero lo hacen para llenarse de pavor, no de amor. La fe deformada no es fe. Es hecho histórico que Lutero en nombre de la fe dividió a los cristianos. Algo sucede. Quizás faltó ese amor al pontificado que el santo de Loyola supo desarrollar en fe. Confianza petrina fue lo que el antiguo agustino alemán no atinó a vislumbrar. La división no es sello sacro. Que todos sean uno (Jn 17,20-26)
Por eso resulta interesante y necesario una y otra vez refrescar y tonificar la vida de fe, para el correcto funcionamiento del dinamismo cristiano. La fe se atasca con frecuencia por llevar mezcla de impurezas e imperfecciones propias. Hemos de cuidar la vida de fe si queremos permanecer en el camino celeste que Dios nos va marcando.
No tengas miedo, solo ten fe (Mc 5,36) Esta es la fe correcta, la pura confianza en ausencia de dubitación. Es un doble imperativo divino separado por un solemne “solo.” No tengas miedo, solo ten fe. Solo. Es lo único. Es la fe la que obra por amor (Gal 5,6) y es el amor el que nos lleva al Cielo.
Le fe es combate contra el mundo (1 Jn 5,1-12) y victoria frente a él. El mundo es ausencia del amor del Padre (1 Jn 2,15). Es esta fe la que desbarata el ataque diabólico y me prepara para la Caridad. Por eso satanás combate a la fe, porque la fe le combate a él para derrocarlo.
Suele sorprender mucho el silencio de Dios. Es algo admirable su sacro mutismo pero en algunos llega a producir escándalo. Parece que a Dios le gusta jugar al escondite y comunicarse con sus hijos en clave. De peregrino en Emaús y de hortelano ante María Magdalena. Los discípulos tardaron su tiempo en ver que era el Señor el que se le aparecía. ¿Por qué se disfraza? ¿Por qué se camufla sin remedio? Debe valer mucho la fe cuando no hace más robustecerla una y otra vez con silbidos insonoros, incluso con cruces de color.
Esta fe parece alimentarse de silencios sustanciosos, de ausencias bien presentes. Y por lo visto debe encantarle al Señor. Es lo más en esta vida tanto para Dios como para el hombre. Lenguaje transparente donde no se oyen las palabras. Todo velado, en escala disfrazada.
Si Dios te quiere grande te lo pondrá difícil. Y lo difícil se convertirá a su tiempo en plenitud de felicidad. El solo quiere una fe desbordada, enorme, capaz de producir amores santos y elevados.
No se habla de una fe cerebral, de puro dato doctrinal meramente. Sino de una confianza, don de Dios, que pone en marcha todo el mecanismo personal del ser humano.
Para que la fe rinda al enemigo antes tiene que haberte rendido a ti. Cada una de tus compuertas han tenido que haber sido previamente vencidas por la fe. Psicología de fe, corazón de fe, mente de fe, alma de fe y… cuerpo de fe. Entonces vivirá a “cuerpo de rey”, cuando la fe haya inundado todo tu ser adecuadamente.
La fe hay que vivirla correctamente para que de su optimo rendimiento. Es ella la encargada de los milagros y a su vez éstos son los encargados de favorecer la fe. Ese es el papel de lo extraordinario, producir una extraordinaria fe. Solo fe, sí, pero la fe no va sola puramente, va encendida en la luz del milagro de amor que Dios opera ordinaria o extraordinariamente.
Este espíritu de fe se ve de modo maravilloso en el capítulo 11 de la carta a los Hebreos. Letanía de fe que habría que repasar diariamente para que nunca se apague la altura de la confianza. Allí aparece Abel, Noé, Abrahán, Moisés… Los mejores.
Seamos alpinistas de los mejores niveles de fe, es decir demos permiso a la gracia para que nos eleve… allá alto, donde el demonio queda deslumbrado y vencido.
Felices los que crean sin haber visto. Felices, sí, Tomás.