En la madrugada del sábado al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres: Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado.
No está aquí: HA RESUCITADO, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id a prisa a decir as sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis.” Mirad, os lo he anunciado.
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos.
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo: No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán (San Mateo 28, 1-10).
COMENTARIO
Hoy, Sábado Santo, es día de silencio ante el llanto y el desconcierto de los primeros discípulos por la muerte de Jesús. Los altares están vacíos, no se realiza ninguna Eucaristía ni se comulga… hasta el momento en que da comienzo la gran Vigilia Pascual.
¡Ah! Noche maravillosa, dramática y santa. La cuarta noche del Targúm sobre el Éxodo 12, 42 (en el Targúm palestino descubierto por Alejandro Diez Macho en 1966, en la biblioteca Vaticana, como parte de un códice llamado Neofiti, este versículo es reemplazado por el desarrollo de las cuatro noches de la salvación).
Jesús fue torturado y enterrado. ¿Quién de los suyos pudo dormir esa noche? ¡ Cuánto dolor entre amigos discípulos y seguidores! ¡Cuánto dolor en una madre que lo vio todo!
Ellos no lo recordaban aunque se lo habían anunciado, pero aún hubo mucho más en esa noche: el principio de unos tiempos nuevos, la gran revolución, una nueva creación, porque, cuando amanecía, CRISTO RESUCITÓ. Y esto es lo que vieron las llorosas y valientes mujeres.
Nosotros también estamos despiertos esta noche de vigilia, en vela, pero ya no por el dolor y la tristeza, sino acompañando a Jesús en su triunfo glorioso, para ser testigos de su resurrección. ¡Noche maravillosa que destruye el pecado y borra todas nuestras culpas! ¡Noche gloriosa que reconcilia al hombre con su Dios!; porque en esta noche Cristo ha vencido a la muerte, como cantamos y proclamamos en el pregón que da comienzo a la espléndida y festiva Vigilia Pascual. La noche más importante del año.
Según el relato de Mateo, las mujeres fueron solamente a ver el sepulcro, y de repente un ángel, en medio de un terremoto, mueve la piedra que sella el sepulcro. Los guardias aterrorizados, caen como muertos por el terror, pero para ellas solo hay palabras de paz y de consuelo, así es como sabemos que se manifiesta Dios en nuestras vidas, porque es en medio de la paz y del consuelo.
No tengáis miedo.
Primero se lo dice el ángel, el enviado, y después Jesús mismo. No te quedes paralizado como los soldados que no creen, tu camina, ponte en marcha, ¡ve a Galilea!, es decir a tu vida, a tu historia, a tu realidad, que te asusta, te inmoviliza, id a Galilea, allí me veréis. Allí, en tu vida lo descubrirás resucitado, y lo reconocerás, porque el ánimo, el consuelo y la paz vendrán a ti. ¡Alegraos! (Mt 28, 9).