Si nuestros hijos realizan todas esas actividades estupendas, pero en ambientes donde a la vez les están diciendo que no existe Dios, que las relaciones prematrimoniales son estupendas, que tener hermanos es retrógrado y que emborracharse mola…, entonces todo lo que construimos en casa, en el colegio o en las celebraciones parroquiales, puede quedarse sin cimientos.
Entre los 12 y los 14 años es muy importante plantearles actividades en las que ellos configuren un grupo de amistad sólido.
Entre los 8 Y 12 años en medio de los juegos y diversiones, se recalca el valor de la amistad.
de 14 a 16 años van encaminadas en dos líneas: potenciar los lazos afectivos y abrirles los ojos para que comiencen a dilucidar el sentido real de la vida, haciéndose “premonitores”, de manera que acepten colaborar en el futuro de la Asociación.
Hace más de siete años comenzamos una experiencia apostólica con un grupo de niños y jóvenes en la Parroquia de San José, de Madrid, poniendo en marcha una Asociación Juvenil integrada por muchos hijos de matrimonios cristianos de la Parroquia con el fin de ofrecerles actividades culturales, lúdicas, deportivas, en contacto con la naturaleza, etc., que les permitieran divertirse, conocer y disfrutar de los amigos, todo ello en un entorno cristiano.
Dimos carta de naturaleza oficial al grupo, creando la Asociación Juvenil como entidad, como asociación sin ánimo de lucro, integrada en la pastoral familiar de la parroquia, como un servicio de atención a los niños y jóvenes de 8 a 18 años. No ha sido un camino fácil; muchas veces discutimos los monitores; nos enfadamos con los padres; en ocasiones habríamos mandado a algún niño a su casa; hemos tenido problemas económicos; hemos hecho muchas cosas mal o menos bien; pero el Señor ha hecho milagros y hoy podemos darle gracias por todo ello. La Asociación forma parte de la pastoral familiar de la parroquia, por lo que se coordina con las demás actividades de la misma: catequesis de comunión, confirmación, catequesis para jóvenes, peregrinaciones, etc.
Hacemos entre 20 y 25 actividades anuales para chicos y chicas de esas edades; hay que coordinar un buen equipo de monitores y personal organizativo (30 personas); atender casi 200 niños al año: supone muchos quebraderos de cabeza, mucho esfuerzo, muchas reuniones, tiempo y trabajo: supone dar la vida por los niños y jóvenes.
Ellos son los verdaderos protagonistas de esta pastoral. Los chavales están divididos en seis grupos, por edades de dos en dos años de diferencia. Hasta los 16 años, las actividades son de carácter lúdico-recreativo; luego, los jóvenes participan en actividades más encaminadas a una formación como futuros monitores.
En las primeras etapas, en medio de los juegos y diversiones, se recalca el valor de la amistad. Ellos disfrutan de las actividades como en cualquier otro lado, pero la diferencia es que en otro lado muchos compañeros no creen en Dios; pero aquí ven que su amiguito también tiene hermanos, reza al despertarse y al acostarse, bendice la mesa y va con sus padres a la eucaristía los sábados o los domingos…
Según van pasando los años, se van enfrentando a las dudas y tentaciones que les ofrece el mundo y se apoyan en la amistad que les une: “Prefiero quedarme en casa viendo la tele que ir a la eucaristía, pero… si voy a la eucaristía, veo a Manolito que es mi mejor amigo”. Tan sencillo pero tan complejo como eso. Entre los 12 y los 14 años es muy importante plantearles actividades en las que ellos configuren un grupo de amistad sólido.
Llegado el momento, los chavales dejan de ser niños y, con 14-16 años, sus preocupaciones, intereses y su ocio plantean otras necesidades. Con estas edades, un altísimo porcentaje de los jóvenes españoles ya se ha iniciado en el consumo de alcohol y drogas, ha tenido relaciones sexuales y tiene un alto índice de fracaso escolar. Es un error no tenerlo en cuenta, pues nuestros hijos viven en este entorno. Los jóvenes buscan en todas estas cosas lo que todos: “sentirse queridos”. Por eso en estas edades pretendemos fortalecer aún más los afectos dentro del grupo. Para ello las actividades de los chavales de 14 a 16 años van encaminadas en dos líneas: potenciar los lazos afectivos y abrirles los ojos para que comiencen a dilucidar el sentido real de la vida, haciéndose “premonitores”, de manera que acepten colaborar en el futuro de la Asociación. No es fácil, ni sencillo, pero es estupendo ver cómo son capaces de experimentar que, haciendo algo por los demás, se puede ser feliz:
Yo siempre digo a los chavales que esto no termina nunca, que siempre estaremos haciendo actividades y cosas para que puedan seguir viéndose y disfrutando.
comienzan así a iniciarse en trabajitos y ocupaciones con los más pequeños, llegando a hacer servicios que, por ejemplo, no hacen en sus propias casas (limpieza de retretes en campamentos, montar las tiendas para 200 chavales, etc.).
Cuando los jóvenes cumplen 18 años pasan a formar parte del equipo de monitores. Para ellos es una ilusión: es el final de una etapa, que da paso a un nuevo camino por continuar. La figura del monitor es importantísima dentro de la Asociación, ya que se trata de las personas que serán un referente para los niños. Los monitores de la Asociación no son santos, son humanos, en ocasiones superhéroes, pero más por los poderes que da el Espíritu Santo que por sus propias fuerzas. Es importantísimo que los monitores sean conscientes del sentido de la pastoral que realizamos; que sientan lo que hacen como un servicio. Dentro del equipo de monitores es bueno que haya personas solteras, casadas, con hijos, un sacerdote… cada uno con sus manías, con sus ideas de cómo hay que hacer las cosas …; pero es así cómo cada uno transmite a los más pequeños su experiencia de vida y de fe.
Yo siempre digo a los chavales que esto no termina nunca, que siempre estaremos haciendo actividades y cosas para que puedan seguir viéndose y disfrutando. Los muchachos tienen interiorizado esto, saben que se van a ver en la parroquia, en las celebraciones, en las catequesis, en el campamento de verano y en el resto de actividades; en su interior saben que esa amistad que un día fortalecieron en un campamento o en otra actividad, es para toda la vida; porque está cimentada en la fe, y aunque ellos no se den cuenta, lo llevan dentro y lo extrapolan en sus actos.
Es un milagro ver cómo, mediante este servicio, el Señor ha permitido a muchos niños y jóvenes encontrar y cimentar sus amistades dentro de la parroquia; ver cómo han crecido en medio de la tribulaciones de la sociedad, cómo los ha sacado de muchos pecados, cómo los ha introducido en su Iglesia y han conocido a Jesús.