Luego Jesús convocó a la gente y a sus discípulos y dijo: Si alguno quiere ser discípulo mío, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí a causa de la Buena Noticia, ese la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿O qué podrá dar una persona a cambio de su vida? Pues bien, quien se avergüence de mí y de mis palabras delante de esta generación infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga rodeado de la gloria de su Padre, y acompañado de los ángeles del cielo. Marcos 8, 34-38
Cuántas veces hemos oído estas palabras de Jesús donde hace con gran rotundidad. tres propuestas al que quiere seguirle, es todo un programa para el discípulo.
“ Niéguese a sí mismo” ¿Qué significa realmente negarse a sí mismo? En las religiones y filosofías orientales se encuentra esta intención de anonadamiento, una necesidad de disolver el ego en la inmensidad de la creación, mediante la meditación.
El ego vive en todo hombre, lo devora desde el interior, pide su alimento, cada día y todas las acciones humanas van encaminadas a agrandarlo.
El deseo de agradar, los regalos para quedar bien, el cuidado de la propia imagen, el exhibir cualidades o conocimientos… El actor quiere el aplauso, el artista la fama; el deportista el podium, y todo el que trabaja y se sacrifica quiere recibir algún premio, ascenso, o remuneración para el crecimiento de su ego.
Incluso el que da a los demás una limosna, el que hace una buena obra quizá con un esfuerzo o sacrificio personal, siente tambien la satisfacción de la obra bien hecha y se cree por ello, merecedor de un título o una condecoración.
Nada gusta tanto al ser humano como las alabanzas, los homenajes, los halagos, los reconocimientos. Y, si no te lo reconocen los demás, tú te lo dices en tu interior: qué fuerte soy, qué justo, qué bueno y guapo, amable, inteligente, ingenioso…lo que sea, cada uno según sus cualidades.
El ego es necesario. Sin fe en uno mismo o, sin convencimiento de la capacidad de hacerlo bien, es imposible que el hombre tenga la fuerza y el impulso para hacer algo. La negación de sí mismo es un ideal al que hay que aspirar, es la meta, el fin último, que alcanzaron los místicos y algunos santos
Creo que nos bastaría con mantener al ego bien sujeto para que no se desmande, no consentir que rija nuestras acciones ni se imponga a nuestros mejores impulsos; cuando asoma empujarlo hacia abajo para que podamos llevar acabo el programa evangélico del amor a los otros.
Cargar con la cruz.- Es la siguiente recomendación. Muy duro es este punto. Porque, no es aguantar malhumorado y quejoso la cruz de la vida, buscando algo que lo quite, lo oculte, lo disfrace, sino cargar con ella, aceptarla, abrazarla y sacar el provecho espiritual que nos proporciona. Es identificarse con Jesús en el sufrimiento, aprender a sufrir. Creo que a las personas no se nos da bien sufrir, a pesar de que todos tenemos que pasar por ello. Sufrir nos causa repugnancia y rechazo. Ante el dolor y el sufrimiento respondemos con la rebeldía y la rabia, o con el aguante de una apagada resignación pasiva. Muchos se refugian en las drogas o el alcohol para engañarse y evadirse de las situaciones de dolor o angustia, y se anulan, se destruyen.
“El que quiera salvar su vida la perderá” El punto terecero nos previene del estado de encapsulamiento. Encerrarse en la propia vida para no contaminarse, ajeno al sufrimiento y el dolor del hermano para que no nos inquiete ni nos perturbe.
Este alejarse de la vida de los demás es frecuente en los ricos y los poderosos del mundo, que plantan sus mansiones lejanas y aisladas, para no ver la pobreza, y no tener que sufrir el feo espectáculo de la miseria. Se aturden con goces: la comida, la bebida, diversiones, viajes, efímeras sensaciones de felicidad.
La vida que no se expande, que no se entrega, no crece, no se reproduce, no fructifica, se mustia y muere. La vida no entregada es vida perdida. “Y qué le importa al hombre ganar todo el mundo se pierde su vida”.
Aquél que la regala, la gasta y la emplea en difundir la palabra evangélica y la entrega al hermano solo, enfermo, triste, necesitado. “Ese la salvará”
Y por último Jesús nos anima a ser valientes, porque si alguien se avergüenza de llamarse cristiano, Jesús se avergonzará de él delante del Padre, cuando venga a juzgar a los hombres, rodeado de ángeles, manifestando su poder y su gloria.